Crítica de TV: Homicidios, la nueva serie de Telecinco

Publicado el 21 septiembre 2011 por Lapalomitamecanica

Cumple las expectativas pero sin enganchar como debería

Podemos decir sin miedo a equivocarnos que Homicidios supone el exponente definitivo de que la tendencia que llevamos observando una década en la ficción catódica internacional por fin se ha asentado en la televisión generalista de nuestro país (no olvidéis que Crematorio es de Canal+). Me refiero a ese acercamiento mil y un veces comentado y estudiado del cine a la pequeña pantalla, en el que intérpretes ya reconocidos invierten el orden tradicional de la evolución de un actor en favor de ficciones que también cuentan con valores de producción superiores a las bases establecidas en los 90.

Homicidios hace gala de todas esas características en una escala lógica y aceptable para nuestro panorama audiovisual, mucho más joven que el estadounidense y con menos medios técnicos y personales, pero por desgracia, esa calidad aparente no se ha traducido con la contundencia que merecía la ocasión precisamente porque no basta solo con eso. Se trata de un salto necesario pero que también ha de venir acompañado de una trama y personajes a la altura, es decir, de un guión que merezca el esfuerzo. Y de momento, sin resultar terrible ni mucho menos, el primer episodio de la nueva serie de Telecinco ha demostrado que esa es la mayor batalla a la que se siguen enfrentando nuestras ficciones. 

El análisis completo del 1x01 de Homicidios titulado El Camino que va de Cork a Dublín, tras el salto.
Vamos a comenzar hablando de las virtudes de la nueva apuesta de Telecinco, que luego nos acusáis de ser demasiado despiadados en nuestras reseñas de la cadena de Fuencarral (y es que si Cheers no lo merece, no sé para qué se inventaron las críticas destroyer). Lo cierto es que Homicidios tiene bastantes más valores positivios que negativos, aunque sean insuficientes para ofrecernos un producto redondo. Más allá de la evolución patente en filtros de cámara y uso de exteriores que ya pudimos ver en Punta Escarlata, el último estreno de Telecinco innova también en la forma de encuadrar los planos, con ángulos estáticos sobre escenas en movimiento al estilo Breaking Bad y varios recursos lucidos como la aparición en un recuadro del móvil del protagonista en pantalla.


La ambientación también es contundente, y tanto la universidad en la que trabaja el protagonista como la comisaria o los lugares de los crímenes respiran realismo por mucho que todos los personajes secundarios que por ellos pululan parezcan sacados de una agencia de modelos. A nivel técnico, quizás lo que más flojea es una música que se pasa con la utilización de la electrónica llegando a ser algo estridente. Pero en general, nos encontramos a lo más parecido que podemos encontrar a una película (española, claro) en la pequeña pantalla. 
La innegable presencia de Eduardo Noriega también ayuda a reforzar esa sensación. Y es que más allá de los limitados registros del santanderino, su mayor virtud reside en transmitir confianza nada más aparecer en pantalla gracias a una carrera plagada de sabias elecciones. Es una pena que su personaje sea un refrito de los tópicos del investigador: observador, intuitivo, manipulador y con un trauma a sus espaldas.


Y es que ya cansa que para que las acciones de un personaje tengan interés haya que atarlo a hechos trascendentales del pasado que nos vienen dados, y que dibujan un retrato del protagonista todo lo profundo que queráis, pero totalmente inflexible. ¿No ganaría carisma el personaje si desde el primer momento le vemos afrontar hechos traumáticos que afectan directamente -y no de forma colateral- a sus acciones actuales?

En el caso del Tomas Sóller de Homicidios, el asesino que al comienzo del episodio siembra el caos en la universidad en la que imparte clase de psicología está vinculado a la muerte de un paciente que marcó su carrera. Resulta que es hoy, varios años después, cuando gracias a deducciones y apenas sin pistas nuevas descubre (al final del episodio, por supuesto) que tras los actos de su antiguo cliente y del nuevo asesino se esconde el verdadero psicópata capaz de manipular hasta el extremo a sus víctimas.

La casualidad quiere que por el camino se encuentre a su antigua novia, ahora inspectora, Eva (correcta Celia Freijeiro). Por eso de equilibrar la trama criminal con la romántica de turno. Juntos comenzarán una colaboración supervisada por el comisario (Mariano Venancio, el verdadero descubrimiento de Camino) con el objetivo de capturar a ese peligroso psicópata, que para más inri y como ya nos avanzaba la spoileante promo, está obsesionado con la figura de Sóller. 
Como veis, potencial hay. Y en los pilotos es tradicional que se desperdicie más tiempo del deseado del desarrollo del argumento para presentar a los personajes protagonistas. Pero en este caso, en el que todos los roles a excepción de Sóller son unidimensionales y el del investigador está más visto que el tebeo, existía esa necesidad de hacer hincapié en lo que parece su punto fuerte: un juego clásico del ratón y el gato con una base sólida. Los próximos episodios nos servirán para comprobar si los guionistas prefieren perder tiempo con la vida amorosa de Sóller y Eva o se decantan por rematar lo que puede llegar a ser un thriller juguetón solvente más allá de su inmejorable apariencia.