Nota: 8
Silicon Valley, la cuna tecnológica de Estados Unidos, es el atractivo ecosistema en el que se desarrolla la nueva comedia homónima de HBO, que llegaba a comienzos de mes -al abrigo del regreso de Juego de Tronos- con la intención de actualizar nuestra visión del célebre territorio californiano, todo un parque temático para los fans del código fuente. Se trata de una propuesta en la que, a diferencia de Piratas de Silicon Valley (Mike Burke, 1999) o del premiado filme de David Fincher sobre Facebook, los protagonistas no son los grandes nombres de la industria, como Gates, Jobs o Zuckerberg, sino un grupo de chavales que idolatran a estos últimos mientras se pasean por el lugar con un aura nerd capaz de dejar a Jesse Eisenberg a la altura de un quarterback de equipo universitario.
Como su propio título indica, el paraíso norteamericano para los geeks, situado en la península de San Francisco, es el protagonista del relato en igual medida que Richard (Thomas Middleditch), el tan alelado como idealista programador a través de cuyos ojos nos adentramos en el lugar. Las fiestas frívolas y horteras, los discursos hipócritas que a nadie le interesan, eslóganes que se sirven del humanismo para embellecer el capitalismo y, en general, los gilipollas con dinero son una constante en una ciudad donde los nuevos ricos pueden aparecer en cualquier garaje; incluso dentro del grupo protagonista, que no deja de criticar cada comportamiento frívolo mientras desea secretamente un billete de entrada.
El único problema de la propuesta, de humor ágil y afilado, es que lo que empieza como una historia de chavales que han de luchar contra las decepciones y un mundo despiadado, para el final del pilotose transforma en una historia excepcional sobre el próximo Steve