Crítica de TV: 'The Walking Dead' (Temporada 5: Parte II)

Publicado el 19 abril 2015 por Lapalomitamecanica

Después de caminar por el desierto el año pasado, podemos afirmar, afortunadamente, que esta temporada ha sido la redención para The Walking Dead. Ya lo advertíamos hace unos meses con la review de la primera parte de esta quinta temporada, no sin seguir mostrando cierto escepticismo dada la nefasta cuarta con la que nos castigaron. Muchos nos temíamos que TWD iba a ir cuesta abajo, puesto que la experiencia nos dice que cuando una serie baja el listón, difícilmente vuelve a encumbrarse. Lo vimos en Héroes hasta su cancelación, al igual que en Prison Break, sin olvidar la más dolorosa de todas: Dexter, series que brillaron y que, lamentablemente, una vez alcanzaron la mediocridad, no supieron volver a la senda correcta.

Por suerte, TWD ha sabido reconducir su trayectoria tras la muerte de Beth y la marcha del truculento hospital. De nuevo, al variopinto grupo de Rick le tocó caminar sin rumbo, más allá de la incertidumbre que suponía desplazarse hacia Washington, ante la deducción de un Eugene que no puede evitar transmitir compasión al mismo tiempo que nos repele. El arranque de la segunda mitad de temporada pecó de lo que usualmente es acusada la serie de la AMC: lentitud. La muerte de Tyreese fue lo que marcó el principio, algo que, a pesar de sernos totalmente inesperado, no nos impactó al tratarse de una pérdida muy poco transcendente en la historia de un personaje que nunca ha llegado a transmitir gran cosa, salvo la curiosidad de qué tendrá debajo del gorro para que no se lo quite nunca a pesar del sol abrasante.


Tras semanas de andadura por la carretera, un samaritano se presenta con la noticia de la esperanza. Hay un lugar fortificado, seguro, con electricidad y buenas personas, una utopía para unos supervivientes cansados de ver como cada oasis que aparece se desvanece. La desconfianza y el temor ante volver a encontrarse a otro Gobernador provoca el recelo constante en Rick y la ganas de creer en otros. Y es que la supervivencia es a prueba de sueños, de esperanza y, sobretodo, de ilusión. Parece que ya pasó el tiempo de sentirse en una pesadilla. Todos tienen perpetuada la idea de que nunca despertarán.


El final de temporada ha estado marcado por este nuevo edén donde nuestro variopinto grupo de supervivientes se erigen como sus salvadores para darles a sus habitantes las nociones que desconocen: las leyes de la supervivencia. Rick y compañía no se reflejan del mismo modo que el resto de los lugareños, cuyas vidas han sido ajenas al terror que hay más allá de las fortificaciones. De ahí que por momentos, Rick estuviera más cerca de tomar el camino del Gobernador sin percatarse, adoptando determinaciones poco demócratas -si es que cuando hay faldas de por medio...- e incluso justificando un golpe de estado con el fin de prevalecer. Sin embargo, tras un tenso último episodio que nos mantuvo agarrados al sofa, la respuesta se dilucidó clara - Rick was right!-, lo que quizás haya provocado que la historia sobre la toma de poder por un bien ¿mayor? pierda matices La gran cuestión que arrojaba este pasaje de la historia, es si es posible volver a ser uno mismo, olvidar las huellas de tus pasos y colgar la katana sobre tu chimenea.


El final sorprendió, principalmente, por la aparición de Morgan, que indudablemente al principio pudo habernos recordado a Denzel Washington en la recomendable El libro de Eli. Sin duda, su presencia nos sirve como aperitivo para ir abriendo boca ante lo que está por ocurrir, a la que se suma una nueva categoría de psicóticos caracterizados por su devoción a los lobos. En general, la temporada ha tenido sus altibajos, pero creo que ha sabido retomar la senda correcta y de nuevo regalarnos el tono al que TWD nos tenía habituados. Particularmente, me quedo con todo el capítulo protagonizado por Noah, con toda seguridad, uno de los mejores caracteres de la serie, que supo mantenernos en vilo durante sus 41 minutos, destacando el implacable final.