Nota: 7,5
Durante la última década se ha gestado en la televisión un fenómeno que al principio traía de cabeza a los seriéfilos. Me refiero a esas relaciones aleatorias o coincidencias que se dan entre personajes que aún no se conocen, pero que después encajarán en un gran mosaico siempre justificado por "el destino". J. J. Abrams intentó explotar esa propuesta más allá de Perdidos en la fallida Seis Grados, que fue merecidamente cancelada sin terminar su primera temporada. Ha tenido que ser el otro responsable de esta moda, Tim Kring (creador de Héroes) el que consiga llevarla a buen puerto con su dosis justa de explicación "científica" en su nueva serie, Touch, que además supone el reencuentro con Kiefer Suthlernad solamente un año después del final de 24. Y no podría haber elegido un mejor cambio de aires.
El análisis completo del piloto, tras el salto.
El primer episodio de Touch pudo verse el pasado miércoles en Fox América pero hasta marzo la serie no cogerá un ritmo regular de emisiones. Se trata de una técnica de promoción que aunque a priori parezca dañina para el producto, en realidad sirve como el mejor test de pruebas a la hora de analizar el impacto sobre la audiencia. De hecho, que Fox haya emitido el primer episodio meses antes del calendario oficial nos da varias pistas que no podrían apuntar en la mejor dirección.
La primera de ellas y una de las más importantes es que se trata de una serie cara. No solo Sutherland cobra una cifra astronómica por su protagonista, sino que su factura técnica se encuentra entre lo más puntero de la televisión. Gran parte de la responsabilidad de ese buen aspecto general es del realizador del piloto, Francis Lawrence, un tipo que con un buen guión a mano es capaz de deslumbrar con su dominio visual como ya pudimos ver en la rescatable Constantine. Y en un panorama dominado por el poderío de Boardwalk Empire o Juego de Tronos, solo pequeñas excepciones logran brillar con presupuestos por debajo de la media (como Breaking Bad en sus inicios), un baremo que en Estados Unidos ya supera por episodio el coste de dos películas españolas. Y en Touch, se nota. No es que la historia de pie a escenas espectaculares o pirotécnicas, sino que mueve la acción a lo largo y ancho del mundo con un constante cambio de decorados y contextos sin que en ningún momento de la sensación de que se ha rodado todo en un polígono de Los Ángeles como si sucede, por ejemplo, con Alcatraz (esa base secreta es de patada en la boca).
Esa historia puede no sonar demasiado novedosa (de hecho, se confirma la intuición de que estamos ante Señales del Futuro + Mercury Rising), sobre un niño autista que tiene la capacidad de ver y comprender todo lo que sucede a su alrededor hasta el punto de ser capaz de predecir sin margen de error tanto desgracias como actos futuros en principio irrelevantes. Precisamente por esa sensación de deja vu que el desarrollo está cuidado hasta el extremo con los golpes de efecto adecuados en escenas realmente emocionantes. En este piloto los mejores ejemplos los encontramos en la proyección en plena calle de las imágenes de una niña recientemente fallecida que uno de los protagonistas -y padre de la criatura- creía perdidas, o en ese abrazo final lleno de agradecimiento que el chaval le propina a su padre.
Por su parte, Kiefer Sutherland demuestra su buen olfato agarrando otro proyecto televisivo realmente jugoso pocos meses depués del final de 24. El hijo de Donald no es que deslumbre como el agobiado padre viudo de un niño incapaz de comunicarse y en ocasiones parece que va a sacar la pistola del pantalón para disparar a un par de terroristas, pero el tipo le pone ganas y aún tenga demasiado interiorizado a Jack Bauer es solo cuestión de tiempo que se amolde a un rol que, no nos engañemos, no tiene la más mínima dificultad. La papeleta de Touch recae sobre David Mazouz, de tan solo 11 años y con un trabajo todo lo lucido que podríamos esperar. Él es el auténtico protagonista de la serie, por lo menos a nivel argumental, y aunque Kiefer tenga más escenas, en el fondo no es más que el traductor o la herramienta del chaval. Por la función también podemos ver a un viejo conocido de la casa, Titus Welliver, famoso por poner cara a uno de los personajes más absurdos de la televisión reciente, El Humo Negro de Lost (aunque también se le ha visto en Deadwood) y que encarna a uno de los pricipales engranajes en torno a los que se orquesta la relación o "caso de la semana". ¿Volverá a aparecer? Por su parte, la veteranía viene de manos de Danny Glover (Arma Letal, Los Tenenbaum), que da vida al típico abuelete sabelotodo que servirá de guía al protagonista. Porque alguien tenía que hacerlo.
Seguramente, el gran acierto de Touch lo encontramos en su tono asequible para todo tipo de espectadores. El televidente más curtido o hardocre solo tendrá que hacer un pequeño esfuerzo obviando que la idea central es un refrito de referentes demasiado recientes para disfrutarla, mientras que el más ocasional puede darle una oportunidad a sabiendas de que aunque parta de una base fantástica, su desarrollo no busca la complicidad mediante la resolución compulsiva de misterios sino a través del impacto más directo de un torrente de emociones y sentimientos (y lo afirmo a riesgo de resultar ñoño, cosa que Touch no es).
La única pega que se le puede achacar a Touch es el defecto del que adolecen el 99% de los pilotos, es decir, la incógnita sobre la capacidad del planteamiento para no resultar trillado a las pocas entregas. En principio, solo tenemos razones para esperar lo mejor. Ya es un acierto de base el intentar explicar las conexiones aleatorias que se dan entre personajes desconocidos sin quedarse solo en el impacto para el espectador que supone el efecto carambola, pero principalmente las buenas sensaciones descansan en esa tranquilidad con la que se está tomando FOX su producción, en la que apenas han avanzado tres episodios y por lo que aún tienen mucho margen para mejorar algo que de por sí ya es un producto capaz de conquistar a cualquier espectador aquí, en Estados Unidos o en Tokio.