El cine húngaro ha tenido una industria cinematográfica notable desde los inicios del siglo XX, con personalidades como William Fox (quien fundó los Estudios Fox), Alexander Korda (que lideró la industria cinematográfica británica) o Adolph Zukor (fundador de Paramount Pictures); sin embargo, la gran mayoría de filmes que se realizan en el país no llegan a las carteleras españolas, siendo algo, a decir verdad, bastante paradójico. De hecho, del director Kernél Mundruczó, a pesar de ser uno de los últimos exponentes, solamente nos ha llegado uno de sus seis largometrajes de los que ha dirigido, siendo éste que nos concierne, titulado "White God (Dios Blanco)", el cual cabe decir que fue galardonado como Mejor Película (Un certain regard) en el Festival de Cannes 2014, y también ha sido seleccionado para representar al país húngaro en la próxima edición de los Oscar.
Tras leer la sinopsis, se puede pensar erróneamente que se trata de una película con una premisa "algo chunga", ya que la línea de lo absurdo y ridículo es muy fina, y sin duda es fácil de traspasar; no obstante, nada más lejos de la realidad, ya que después de verla tengo que confesar que me ha sorprendido gratamente, siendo (bajo mi punto de vista) una de las mejores películas europeas de este año 2015.
"White God" comienza como si se tratara de un cuento de hadas perverso, con un flashforward en el que aparece nuestra protagonista Lili, una chica de 13 años, huyendo en bicicleta de una gran manada de perros, por unas calles de Budapest prácticamente desiertas; y que deja entrever el principio de lo que está por venir. Tras este potente y sorprendente inicio, Mundruczó nos muestra una Hungría en el que existe una ley que obliga a censar (e incluso hasta pagar una cuota), por todos aquellos perros que no son de raza pura. Este hecho propicia que el arisco progenitor de Lili abandone sin piedad al leal perro Hagen a su suerte. A partir de aquí, la historia se divide en dos frentes bien diferenciados: el de una Lili que busca desesperadamente a su perro, y el de un ingenuo Hagen que tiene que eludir los peligros, vejaciones y abusos por parte de los humanos.
Mundruczó cuestiona si ese manido concepto entre el hombre y el perro que dice que es "el mejor amigo" es bilateral, o se trata de una demostración más del poder dominante sobre todas las cosas del ser humano. A través de las dos subtramas, el director da rienda suelta a diversas lecturas y géneros; que van desde el mismo título del filme, un anagrama que juega con las tres letras de 'God', ya que tanto da leerlo como "White God" o "White Dog" (Dios Blanco - Perro Blanco); pasando por el drama infantil y animal, con puntos en común al filme "De vuelta a casa, un viaje increíble" (Duwayne Dunham, 1993), a la serie de televisión estadounidense "Lassie" (1954), o a las novelas de Jack London "La llamada de lo salvaje" (1903) y "Colmillo Blanco" (1906); también el cine de denuncia social que juzga el maniqueísmo del ser humano, trazando una parábola sobre el fascismo, con esa malsana obsesión por la raza pura; y terminando en una salvaje y sanguinolenta sublevación canina, con tintes de terror apocalíptico, con claras reminiscencias al clásico de Alfred Hitchcock "Los Pajaros" (1963), "Cujo" (Lewis Teague, 1983), a la novela de George Orwell "Rebelión en la granja" (1945) o "El origen del planeta de los simios" (Rupert Wyatt, 2011).
El trabajo de los especialistas y adiestradores de los animales es magnífico, ya que cabe decir que en este filme no hay nada de efectos digitales CGI, ni nada por el estilo, algo que lo dota de un realismo espeluznante. Zsófia Psotta está realmente notable encarnando a Lili, esa chica que experimenta el cambio a la pubertad; aunque el que se adueña de la función es sin duda el perro protagonista Hagen, del que podemos entender perfectamente como el alter ego de César (de la anteriormente citada "El origen del planeta de los simios"), ya que ambos capitanean la rebelión animal contra el ser humano. Asimismo, su factura técnica es asombrosa, con una banda sonora vibrante y emotiva, y unos 40 minutos finales apasionantes que te mantienen pegado a la butaca, culminando en un precioso y poético final (acentuado por la "Rapsodia Húngara" de Liszt), y que da pleno sentido al pensamiento del poeta checo, Rainer Maria Rilke, escrito al inicio del filme, que dice: "Todo lo que es terrible, necesita de nuestro amor".
En definitiva, "White God" es una película impresionante, que contiene un realismo sobrecogedor, y que desentraña lo atroz que puede ser el ser humano con el reino animal.