La película nos cuenta una historia centrada en Greg, un adolescente inseguro y apático que vaga por el instituto como un espectro para no involucrarse demasiado con nadie y pasar así desapercibido. Todo su universo cambia para siempre cuando sus padres, de alguna manera le obligan (o mejor dicho, le condenan) a hacerse amigo de Raquel, una chica de su mismo instituto que padece leucemia, formando así (y parafraseando al propio protagonista del filme y también valga la redundancia) una "condenada" amistad con la chica moribunda.
Alfonso Gómez-Rejón, conocido especialmente por haber dirigido muchos episodios de la serie "American Horror Story", nos presenta una historia, que a modo episódico, nos habla sobre la verdadera amistad, la búsqueda de la identidad y la pasión sobre el séptimo arte; sí, ésto último debido a la gran afición del protagonista y su compañero de fatigas, llamado Earl, por el celuloide y su afán de realizar casposos remakes caseros de grandes clásicos, desde Werner Herzog, pasando por Alfred Hitchcock, Ingmar Bergman, François Truffaut, hasta Stanley Kubrick, entre otros muchos. Toda esta amalgama de temas que trata (y muy bien además) convierten a esta película en una experiencia estimulante, por sus valores y la forma tan notable con la que Gómez-Rejón los plasma en pantalla; y más aún con ese impresionante giro final que deja huella, y de paso... propicia que se desmarque claramente de las citadas anteriormente, erigiéndose como uno de los mejores largometrajes en su especie.
En definitiva, "Yo, él y Raquel" es un filme notable y muy recomendable, que retrata de forma coherente y desgarradora una atrayente historia sobre la amistad, el amor y la enfermedad de unos personajes interesantes y muy bien construidos (interpretados a la perfección por Thomas Mann y Olivia Cooke), rebosante de valores que calan hondo, y explorando cuán exquisita, inesperada y trágica puede ser la aventura de saberse vivo.