No tenía grandes expectativas con este capítulo, la verdad. Creía que iba a ser un capítulo de relleno más, que se centraría en el Storybrooke de 1983 en el que no pasaría nada en absoluto. Pero todo lo contrario, ha sido un capítulo muy interesante, que se ha movido entre el 1983 y el presente, con el que nos han dejado con una semana por delante para comernos las uñas.
En 1983 tenemos a Regina despertando y observando por la ventana su creación, que era una imagen que quería ver. Regina paseando por Storybrooke por primera vez con una sonrisa triunfal, de poder y control, sobre todos y cada uno de sus habitantes, viéndolos sufrir, con lo que disfruta inmensamente, y Regina tras unos días de aburrimiento en un Storybrooke en el que ocurre lo mismo día sí, día también, quejándose a Rumple de que eso no era lo que ella había pedido (como si fuera un regalo de Navidad). “It’s not real”, le dice.
Y nos preguntamos: ¿quién es Owen? Pues, tenemos que recordar a Greg, el herido del accidente de coche que tenían abandonado en el hospital, ese es Owen, y ha vuelto a Storybrooke para encontrar a su padre, y se dedica durante todo el capítulo a fotografiar la ciudad y los sucesos extraños que ocurren en ella. Ya solo nos queda saber quién es “her”.
A la vez, durante todo el capítulo, tenemos a Snow demacrada en la cama, con la culpa comiéndosela por dentro hasta que decide ir a rogar a Regina que la mate. Por supuesto Regina no lo hace, y se regodea enseñándole (literalmente) a Snow cómo su corazón se está volviendo oscuro y malvado, como el suyo, algo con lo que tendrá que vivir. Y no es que me parezca bien lo que hizo Snow, pero también entiendo que lo hiciera para proteger a su familia, algo que cualquiera haría.
Doralicia (@doralais)
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