Puede que Andrea se haya ganado el odio de muchos seguidores a lo largo de esta temporada (¿por qué tanto odio hacia Andrea?) pero si hay algo que tenemos que reconocerle todos es que a las carreras no la gana nadie. Ya la vimos corriendo como una posesa en el final de la segunda temporada, cuando se quedó sola en el bosque y tuvo que apañárselas por su cuenta, justo antes de conocer a Michonne. Este capítulo ha sido un gran guiño a ese momento, y es que la hemos vuelto a ver sola, fatigada y corriendo a contrarreloj por el campo. En esta ocasión, además, tenía que darse prisa por dos motivos: Para advertir a sus amigos del peligro y, no menos importante, para dejar atrás al psicópata que la perseguía, que no era ni más ni menos que su Philip. Así es, Andrea por fin ha acabado hasta la seta del Gobernador y le ha mandado a tomar viento, no sin antes advertir a Tyresse y Sasha, con quienes se cruzó de casualidad al salir de Woodbury, de que Philip está como una cabra.
Por desgracia para ella, tuvo la mala suerte de que su Philip la viera cruzando campo a través (ese pelo rubio debió de ser más delator que un cartel de neones) y comenzó a perseguirla con su coche, a lo bestia, tocando la bocina y todo. Ella logró internarse en el bosque y perderle de vista, pero luego volvieron a verse las caras en una fábrica abandonada al anochecer. La parte que más me chirría del episodio es que él supiera exactamente en qué edificio se encontraba, quizá se trató de una combinación de suerte, de casualidad o incluso de astucia. Tal vez Andrea dejó señales en la hierba o para aquel entonces su Philip ya había registrado otros edificios. El caso es que Andrea hizo ruido y él ya supo que la tenía cerca. Fue entonces cuando dieron comienzo las perturbadoras escenas de tira y afloja entre ellos dos que nos sonaban a todos de haber visto en decenas de películas de terror. Un psicópata persigue a una rubia por un edificio abandonado sumido en las tinieblas. ¿Típico, verdad? Aunque lo cierto es que The Walking Dead consiguió que fuesen escenas muy logradas donde, aunque la sensación de Deja Vu persistiera, no dejaban de ser originales a su modo. Además, que pudieran encontrarse caminantes al doblar cada esquina oscura fue un gran puntazo.
Andrea finalmente logró librarse de él echándole una horda de caminantes encima (para que luego digan que es tonta) y pudo huir de la fábrica. Aquí hay otro detalle que molestó a algunos, y es el siguiente: ¿Por qué no cogió el coche del Gobernador? Una teoría que me gustó mucho es una que decía que él se había llevado las llaves consigo, lo cual tendría mucho sentido. Después de pasar la noche entera caminando Andrea al fin llegó a la cárcel, vio a Rick, sonrió, parecía que él la vería pero... ¡Zas! Su Philip la encontró a tiempo y la tiró al suelo, tapándole la boca. Ella, exhausta tras llevar casi un día entero corriendo sin descanso, sin beber ni comer, no pudo hacer nada. Y ahí acabaron las aventuras de la rubia en el campo. Siguiente parada: La sala de las torturas.
¡Y eso es todo de momento! Gran capítulo de The Walking Dead en el que hemos dejado de nuevo a los chicos de la prisión aparte para centrarnos en la trama 'Woodbury', que ha sido todo un acierto y, además, muy necesaria para la serie, que necesitaba desde hacía mucho tiempo estos tipos de grises morales y de extremos tan geniales que esperaríamos ver realmente en un Apocalipsis zombi. Deseando ver el siguiente episodio. Creo que lo pasaré muy mal cuando The Walking Dead se nos despida dentro de nada. ¿Y vosotros?
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