La promoción que se está realizando con "El mundo es nuestro" recuerda mucho a la mil veces utilizada por Santiago Segura. Llevar el buen rollo por bandera, aparecer en cualquier sitio promocionando (incluído "Sálvame"), presentar un producto "cachondo y gamberro" y llevar camisetas con el título de la película todo el día (suponemos que tendrán varias y no será siempre la misma..). Este fin de semana sabremos si el resultado les da la razón, pero yo no puedo evitar calificar este producto como "españolada".
Sí, la palabra maldita. "Españolada", ésa que utilizamos en tono despectivo para criticar el cine rancio que se hace aquí y luego es el único al que acudimos en masa a ver. Somos un país de contradicciones. El caso es que "El mundo es nuestro" dirigida e interpretada por Alfonso Sánchez (al cual ya habíamos visto haciendo de "malo" en Grupo 7) vuelve a incidir en tópicos y gracias muy manidas para intentar recrear una comedia con cierta crítica social.
Comentaba el director que se había basado en el "corralito" argentino para desarrollar su idea inicial. Lo curioso es que el paso del tiempo desembocó en la realidad española. En ese sentido, no podía ser más oportuna la película.
La dirección es muy cutre, los momentos cómicos pasados de moda y las interpretaciones parecen salidas de una reunión de colegas con ganas de pasarlo bien. El inicio de película es demencial, con una conversación que no tiene ni pies ni cabeza (y lo que es peor, sin gracia). El "culebra" y el "cabesa" son dos raterillos de poca monta que se dirigen a un banco para atracarlo. Nada más entrar aparece un hombre con varias bombas pegadas a su cuerpo dispuestas a explosionar si su caso no sale en televisión.
Pretende, en cierta forma, recordar esos clásicos de los años 70 y 80 que recreaban la delincuencia juvenil como "La estanquera de Vallecas". Sería imperdonable por mi parte comparar ambas películas, pero es cierto que hay muchas escenas que se asemejan al cine que hacía Eloy de la Iglesia. La situación económica actual podría devolver a escena aquéllos delincuentes de poca monta que se convertían en ídolos de la población.
Si la salvación del cine español viene de la mano de este tipo de productos.... que se pare el mundo, que yo me bajo.
José Daniel Díaz