Para empezar, me sincero querido lector o lectora y le confieso que no soy especialmente fan del género de ciencia ficción. A menudo los efectos especiales son la excusa para contar historias clásicas de una forma moderna, otorgándole a los alienígenas o a la tecnología capacidades divinas que sirven para explicar de forma excesivamente rápida y fácil cualquier situación y darle así cierre al guion. Es algo así como ‘lo hizo un robot alien’. Pero luego hay ocasiones en las que la ciencia ficción es el martillo, la herramienta precisa y potente perfecta para contar una historia como esta merece ser contada. Es cuando el género tiene un buen guion, un guion a su altura, cuando encontramos los grandes referentes filmográficos que todos conocemos al dedillo. Cuando no se trata de explosiones en el espacio (dónde al no haber aire no habría sonido y por tanto no se oiría ninguna explosión) o gratuitas invasiones alienígenas. Cuando un género se hace bien, crea joyas del cine.
Y esto es justamente lo que Netflix ofrece con ‘Extinción’ (2018), dirigida por Ben Young, un anteriormente desconocido director que sin embargo, con su anterior trabajo ‘Hounds of love’ (2017), fue reconocido con los premios AACTA al Mejor Director y al Mejor Guion Original. Ahora toma la batuta para dirigir a Michael Peña y a Lizzy Caplan como Peter y Alice de forma protagonista, acompañados de Mike Colter e Israel Broussard entre otros. Para empezar, gusta ver una cinta para todos los gustos en la que el protagonista no es blanco, en la que el actor latino no interpreta al compañero gracioso, cobarde o estúpido que sirve de contrapeso a la seriedad y heroicidad del protagonista blanco. En resumen, alegra ver a Michael Peña siendo el protagonista serio y heroico en lugar del compañero cómico como le hemos visto, sin ir más lejos, en ‘Antman y la Avispa’ (2018). Bajo la sublime dirección de Young, Peña demuestra un repertorio y una adaptabilidad abrumadora, demuestra de lo que es capaz un verdadero actor cuando un buen director le ofrece la oportunidad de cambiar y le exprime para dar lo mejor de sí. Michael Peña insufla la pantalla de fotograma en fotograma con su potente interpretación, mostrando a un héroe sufridor, sensible y atormentado por visiones que no sabe explicar. Realmente cuesta creer que sea el mismo actor que en la cinta de Marvel vemos en el clásico papel del compañero cobarde y gracioso, cuando aquí interpreta un papel completamente serio, dramático y de gran profundidad narrativa.
Por supuesto Lizzy Caplan no se queda atrás, pues es bien sabido que ella, a pesar de su juventud, ya tiene en su haber una trayectoria interpretativa de lo más variopinta, sabiendo bailar desde la comedia televisiva en ‘New Girl’ de la FOX al drama intenso en ‘127 horas’ (2010), pasando por la aventura del doblaje en ‘American Dad’ o la acción de ‘Ahora me ves 2’ (2016). En ‘Extinción’ hace un papel más de doncella en apuros intercalado con madre coraje y esposa abandonada, en un matiz de expresiones e interpretaciones abismal por su alta calidad. La química entre ella y Michael Peña es sencillamente sublime, fruto de un gran trabajo de construcción de los personajes tanto por parte de los actores como de su director.
Sin embargo, no es lo acertado de las interpretaciones lo que da vida potente a esta cinta, sino su elaboradísimo guion. La narrativa engancha desde el primer minuto por lo elegante de la fotografía, mientras la historia evoluciona desde el misterio, a la catástrofe y por último a la supervivencia. Todo esto se consigue a un ritmo precioso por su exactitud, su corrección, que ni se apresura en una rápida conclusión ni se hace lento y pesado, como si hubieran entrado en un callejón de difícil salida narrativa. Nos encontramos ante una historia bien definida y estudiada, trabajada y construida sobre referentes del género sobre los que aportar una lectura reflexiva. Este guion tiene tanto trabajo detrás que incluso esta reflexión que se desprende de la cinta no queda resuelta, sino que es el espectador el que debe posicionarse a favor o en contra según sus propias opiniones.
Y, cómo no podría ser menos en una cinta que aspira a ser un nuevo referente de culto, el giro final deja boquiabiertos a todos los espectadores, pues supone un golpe directo, un gancho de derecha, en todo prejuicio sobre la evolución de la trama. Además, este giro no resulta gratuito y arbitrario, sino que ha habido señales de esta posible resolución, lo que le da credibilidad y finura al guion y a toda la cinta. Es más, la historia parece prometer la primera trilogía de Netflix, o al menos ofrece pie a la misma, y de forma totalmente coherente, incluso deseada. Esto sin embargo puede ser terrorífico si la segunda y tercera entrega no contienen ese componente de esfuerzo y construcción de guion. Quizás nunca llegue a haber tal segunda y tercera entrega, pero de haberlas, sin son de la calidad de su hermana mayor, lo único que se extinguirá serán los antecedentes del género de ciencia ficción para ver un nuevo amanecer.
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