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Ficha técnica | Título: Ghost in the Shell. Director: Rupert Sanders. Guión: William Wheeler (Manga de Masamune Shirow). Reparto: Scarlet Johansson, Michael Pitt, Takeshi Kitano, Juliette Binoche. Género: Ciencia Ficción, Acción. Año: 2017. Duración: 107 minutos. País: USA. Fotografía: Jess Hall. Música: Clint Mansell, Lorne Balfe. Productora: DreamWorks SKG, Grosvenor Park Productions, Seaside Entertainment.
La cíborg Major Mira Killian (Scarlett Johansson) es la líder de la Sección 9, un grupo que se dedica a combatir el ciberterrorismo y cuyo máximo responsable es Aramaki (Takeshi Kitano). En un Japón futurista están teniendo lugar diversos crímenes tecnológicos, así que la Major y su mano derecha, Batou (Pilou Asbæk), tratan de localizar al causante junto al resto del equipo. Sin embargo, Mira Millian descubrirá diversos secretos acerca de su pasado y su identidad que pueden afectar tanto a su presente como a su futuro.
Como conocedor del manga de Masamune Shirow y, por tanto, de la base que sustenta la película, asistí a verla al cine con todo tipo de incógnitas, ¿un manga japonés adaptado por Hollywood? Debo reconocer que pensé que vería algo muy diferente a lo que pude visionar realmente, pues esperaba encontrarme una película desestructurada y con una atmósfera lejos de la que todos los amantes del manga queremos ver en la gran pantalla. Y lo cierto es que aunque no me encantó, más bien me pareció monótona, vacía y poco aprovechada, no la sentí del todo una mala versión. Cumple, sin más.
“Ghost in the Shell: El alma de la máquina” carece del alma que tenía la obra de Masaume Shirow, esa alma que te hacía reflexionar sobre la humanidad, los inconvenientes –o ventajas– de los avances tecnológicos y, por qué no, sobre la autoconciencia. La película ha sido desprovista de su capacidad de despertar la reflexión tras ser visionada, no te invita a pensar, característica que era uno de los puntos fuertes de la película animada “Ghost in the Shell” (1995), de Mamoru Oshii, responsable también de las películas de “Patlabor”. Ahora, simplemente, la ves, termina, y te levantas de la butaca, dirigiéndote hacia la salida con ganas de poder degustar en casa la película de 1995.
Sin duda, todo un error el simplificar y reducir la trama, arrebatándole toda su fuerza y reduciéndola a una cinta más de acción, aunque con una ambientación cyberpunk que sin duda es lo mejor de toda la película. He de añadir que esta atmósfera recuerda, y mucho, a “Blade Runner” (1982) de Ridley Scott. No es descabellado pensar que el objetivo principal de la simplificación de la trama fue el de intentar llegar a un público mucho mayor, no centrándose únicamente en los conocedores de la obra original.
El diseño de producción es magnífico y la fotografía de Jess Hall no lo es menos, logrando calcar algunos de los momentos más emblemáticos de la película de 1995. Sin embargo, esto no es suficiente para convertir “Ghost in the Shell: El alma de la máquina” en una cinta sobresaliente o notable, a pesar de sí contribuir enormemente a que al finalizar el visionado no nos deje un completo mal sabor de boca.
Ahora, tras haber visionado la película, solo puedo decir que la interpretación de Scarlet Johansson no me ha parecido incorrecta, pero tampoco creo que sea digna de ser destacada por encima de la de Takeshi Kitano (Kusanagi) o la de Michael Pitt como personaje atormentado.
Y es que estas son las características que facilitan la disparidad de opiniones con respecto a esta película. Es cierto que se le ha arrebatado la esencia existencialista de la cinta de 1995 o que incluso se ha simplificado la trama, pero también lo es que la ambientación es digna de ser alabada. Estos puntos son los que generan opiniones de todo tipo en torno a la película de Rupert Sanders, incluso entre los conocedores de la obra original.
Pero, insisto, el resultado no ha sido del todo malo. Podría estar escribiendo ahora sobre una excelente película si hubiera contado con los factores anteriormente mencionados, pero no es el caso. En lugar de ello, hemos recibido una película que aunque conserva personajes, nombres y ambiente, es muy diferente a la obra de Masamune Shirow y de la película de Mamoru Oshii. Puedes verla, y aunque está lejos de ser perfecta, esta adaptación “Made in Hollywood” no ha resultado tan mala como otras propiamente japonesas que sí han dejado bastante que desear.
Crítica: Alejandro Villavicencio