Crítica: "La habitación"

Publicado el 21 febrero 2016 por Cinedania @cinedania
Se ha colado entre las nominadas a mejor película en los Oscar una producción pequeña, independiente, europea pero tremendamente efectiva llamada "La habitación" a cuyo preestreno pudimos asistir gracias a nuestros amigos de Sensacine. Dirigida por Lenny Abrahamson nos transmite la angustia del secuestro de una mujer y su hijo interpretados magistralmente por Brie Larson y Jacob Tremblay.
Como ya demostró en "Frank", el director irlandés siempre intenta sorprender al espectador. Evita los personajes sencillos y apuesta por lo transgresor. En este caso, más que los personajes, es la propia situación la que hace que la película sea especial. Todo está proyectado desde la mirada de Jack, un niño de 5 años que sólo conoce los límites de una habitación. Ése es su mundo.

A Jack le acompaña su madre, una joven secuestrada por un hombre al que llaman "viejo Nick". Ella se esfuerza por hacerle sentir a su hijo que su forma de vida es normal, que nada de lo que ocurre es extraño. Pero la situación cada día es más insoportable y más peligrosa, y la supervivencia del pequeño ya no es segura.
Brie Larson interpreta a esta heroína de la pantalla. Recuerdo que me impresionó especialmente cuando la conocí en la fantástica película "Las vidas de Grace", interpretando a una mujer que luchaba por los derechos de unos chicos abandonados sin futuro. Ya había hecho muchas más cosas antes, pero creo que en ese momento realmente tuve la sensación de que podía ser una actriz a tener en cuenta.
Ahora ha llegado el espaldarazo definitivo. Tras triunfar en los Globos de Oro y en los Bafta, ya pocos dudan de que Brie será la gran triunfadora en los Oscar. Merecido lo tendría, porque su trabajo es desgarrador y no tiene un minuto de descanso. Todo es sufrimiento, agonía, derrota y afán de superación y el público se emociona y sufre con ella.

También Jacob Tremblay sorprende con una actuación insuperable. Me cuesta entender de qué forma se preparó este personaje a un niño tan joven para que pudiera dar este resultado. Es de una complejidad máxima y hay que tener en cuenta que aparece en cada plano de la película. Es el auténtico protagonista.
Es una película dura, no apta para sufridos corazones, pero de una belleza extrema. No permite el respiro, nada sucede por casualidad. El director te empuja a ese mundo y al entrar te sientes tan encerrado como sus actores. Y después... dos horas intentando salir, dos horas de encierro, dos horas de gran cine.
José Daniel Díaz