No es la primera vez que el papel de la mujer en esta dramática guerra se refleja en una película. "Las 13 rosas" salta rápidamente a la mente cuando analizas a "La voz dormida". Sin embargo, Emilio Martínez Lázaro hizo un retrato ligero, aburrido y fallido que dejó indiferencia. También Vicente Aranda se atrevió a tocar este tema con "Libertarias" pero tampoco el resultado fue muy satisfactorio.
Preseleccionada para los Oscar (aunque finalmente "Pa negre" fue la candidata) y con muchas opciones de entrar en las candidaturas a los Goya, "La voz dormida" fija su mirada en una pareja de hermanas cuya vida en los años 40 no puede ser más complicada. Tensi, embarazada, está encarcelada por ser hija y mujer de un revolucionario mientras que Pepita busca una paz que el odio no permite alcanzar.
Maria Leon e Inma Cuesta realizan un ejercicio actoral de primer nivel. Extraordinarias. La primera ya recibió con justicia la Concha de Plata en San Sebastián y la segunda a buen seguro se encontrará entre las candidatas a los premios de la Academia. Maria, hermana de Paco Leon, interpreta a Pepita con una naturalidad desbordante. Es un soplo de aire fresco entre tanta desgracia que arranca la sonrisa gracias a su inocencia e ingenuidad.
No vamos a descubrir ahora a Benito Zambrano. Su labor en "Solas" sorprendió por su retrato de mujeres. Ahora vuelve a repetir con una época especialmente dura y difícil de olvidar. Sin embargo su apuesta clara por uno de los bandos provoca en ocasiones discursos panfletarios y en otras una especie de caricaturización de los personajes. Todos tenemos claro el derroche de violencia que desplegaron los vencedores sobre los vencidos, la maldad y el rencor que recorrían la mirada de los verdugos, pero acudir a los extremos dibuja personajes cercanos a la parodia.
Excepto una de las funcionarias de prisiones a la que se entrega un cierto sentimiento humano, el resto son personas con una maldad escalofriante mientras que los republicanos presentan un gran valor humano en todos los sentidos. El exceso dramático evita que me sienta identificado con los personajes y su dolor no cala en mis entrañas ni me crea el nudo en el estómago.
De todas formas, más allá de valoraciones históricas ó sentimentales, la obra de Zambrano es una buena labor cinematográfica que merece un visionado. Su puesta en escena es llamativa y sorprendente, la ambientación perfecta y la fotografía sobresaliente. Un trabajo que mejora la media del cine español.
José Daniel Díaz