Sinopsis: Como matiz primero antes de comenzar en la crítica del libro cabe decir que “El Retrato de Dorian Gray” del escritor, poeta y dramaturgo británico Oscar Wilde se ambienta en la sociedad británica de finales del Siglo XIX y que desarrolla el “mito de Fausto”, es decir, de aquel que vende su alma al diablo. La obsesión del joven y atractivo Dorian Gray por alcanzar la eterna juventud lo impulsa a hacer un pacto diabólico: él se mantendrá siempre joven, pero las huellas de su degradación física y moral se reflejarán en un retrato que le ha hecho su amigo, el pintor Basil Hallward.
La obra gira en torno al tema de la juventud, y de su valor, reflejada en uno de los geniales diálogos de Lord Henry Wotton, que da cuenta al joven Dorian Gray de la importancia de la misma y que hace al joven pactar con el diablo para mantenerse siempre joven. La obra desarrolla, pues, el tema de la eterna juventud, como una virtud mayor que el paso del tiempo te arrebata. Wilde denota toda su obsesión por la belleza, por lo estético, tanto en lo decorativo como en lo anatómico. La obsesión por la belleza y la juventud eterna conforma el eje principal por el que se desliza la novela.
La obra está bien lograda, bien narrada y a través de Lord Henry nos muestra maravillosas reflexiones sobre la moral y el comportamiento humano, llegando a veces a justificar el egocentrismo y la banalidad. A medida que desarrollamos la lectura podemos ver como ese joven afable se va convirtiendo en un egoísta y cruel hombre. Oscar Wilde elabora una lograda degeneración del personaje de Dorian Gray. Imposible es olvidar, por supuesto, las míticas conversaciones con Lord Henry, las que le dan al libro el punto interesante y filosófico.
El fallo de principal de la obra es, en ocasiones, el aburrimiento por un hilo argumental que no avanza. La Obra es exclusivamente filosófica y psicológica, de ahí se puede encontrar alguna semejanza con Crimen y Castigo de Dostoievski, no obstante, la primera carece de la multitud de personajes que se encuentran en la segunda, que no te muestra tan solo el interior de un hombre, sino el de varios. La monotonía de la obra se hace tediosa llegado el Capítulo XII, algo que no me pasó en ningún momento con Crimen y Castigo.
Me gustó la obra, aunque llamó más mi atención el personaje de Lord Henry que la historia misma. Lo que más me gustó del personaje fue su filosofía en la que ve el placer como el fin supremo y las frases que larga a lo largo del libro, frases, no obstante, que pueden ser interpretadas como algo sexista.
También decir que la obra posee uno de los mejores finales que he leído nunca. La imagen final que los dos últimos párrafos de lectura clavan en tu pensamiento es digna de admiración.
Dorian, aquel muchacho encantador, inteligente y carismático. ¿Quién se atrevería siquiera a pensar que por dentro era una persona ruin, egoísta, ególatra, insensible e incapaz de ver las cosas desde un punto objetivo? Pero así somos todos en realidad, nos ponemos una máscara, la moral, que nos limita y nos reprime, pero por dentro somos todos como Dorian. A más de uno de nosotros nos ha faltado poco para cometer los mismos crímenes perversos que cometió el protagonista pero algo nos frena, la Moral, y negamos esto, lo guardamos en el sótano lo cubrimos para que nadie lo observe, para que nadie nos conozca, allí están nuestras frustraciones, nuestros deseos, nuestra envidia, nuestras represiones, nuestros anhelos más oscuros.
Valoración: 7´5