SinopsisLa caída es la tercera novela del escritor francés Albert Camus. Su título original en francés es La Chute. Un hombre, quien se presenta bajo el seudónimo de Jean Baptiste Clamence, ejerce de abogado o más bien de “juez penitente” (como él mismo se denomina) en Ámsterdam, después de la segunda guerra mundial. El bar “Mexico City”, nos da un punto de partida para que nuestro interlocutor comience a narrar, para un recién llegado, su vida. Nuestro personaje principal nos revelará detalles de su trabajo como juez penitente y sobre su pasado. De nuevo Camus se vale de las metáforas para indagar dentro de la naturaleza humana y el absurdismo de la existencia. Los personajes en este libro son intrascendentes, a no ser el propio Jean Bapstiste o quien fuera su amigo, Duguesclin, lo cual ayuda al lector a entender el aislamiento psicológico en el que se encuentra nuestro protagonista.
CríticaEl estilo narrativo de la novela me llama mucho la atención, porque me introdujo a la historia como un personaje más (casi como un espía, o como si, en ocasiones, Duguesclin y yo fuéramos la misma persona). El protagonista habla a su compañero de paseo, y te habla a ti, y a quién quiera escucharle, porque es, fundamentalmente, un orador que quiere contar su historia; pero no es solo eso. A medida que le escuchamos le entendemos, nos sentimos identificados con alguna parte de su relato, o con la esencia del mismo. Nos lleva a realizar una cierta autocrítica, y a medida que explica, argumenta y consigue que te apiades de él o/y lo juzgues, nos enseña su filosofía de vida, su conclusión y, quizá, nos convence de que la suya es la mejor fórmula para vivir tranquilo.
“Sí, en este mundo podemos hacer la guerra, simular el amor, torturar a nuestros semejantes, aparecer en los periódicos, o sencillamente, hablar mal del vecino, mientras tejemos. Pero en ciertos casos continuar, tan sólo continuar, es algo sobrehumano.”
A pesar de que es un relato principalmente reflexivo, apoyado en una mínima sucesión de hechos, los hechos son trascendentes, en especial el que remite a “la caída”, aquello que desencadenó el cambio en él, el que quizá lo pueda despertar en nosotros. Como ya creo que ha quedado claro, me gustan las lecturas que cambian al lector o lo conmueven, que le aportan algo. Las lecturas que más me gustan y que suelo reseñar me han absorbido y me han llevado por caminos de mi propia persona, a veces reafirmando algo que ya pensaba, otras descubriendo algo nuevo, y muchas de ellas contradiciendo el propio texto (porque no se puede, casi casi no se debe, estar de acuerdo en todo con nada, ni nadie).
“El hombre es así, querido señor. Tiene dos fases: no puede amar sin amarse.”
Quizá el problema de este tipo de lecturas es que no tienen sentido en ciertos momentos de la vida (por ejemplo en la adolescencia) y lo tiene más en otros (básicamente cuando ya se ha vivido "lo suficiente", por decirlo de alguna manera), y esto es lo que básicamente pasa con la filosofía en general, y el motivo por el que se aborrece las lecturas obligadas en el instituto, y la asignatura entera de filosofía. Hay que reconocerlo, si no es así, probablemente, hayas nacido un poco viejuno (como yo).
Dicho esto, me parece que no es imposible que, de tener menos de veinte años, leas a Camus y te guste. Es un tipo pedante el protagonista de este libro, un poco resabido, quizá artificioso, pero parece que lo sabe y lo reconoce, y si hay algo que me gusta es la persona que se critica a sí misma con toda naturalidad, un arte que es como el sentido del humor: entre antes lo tengas, mejor. Algo curioso en este libro es que consigue incluso “pillar” al lector que piensa esto, se lo gana de esta forma, y llegado a cierto punto del libro parece que te ha leído el pensamiento y que sonríe con suficiencia. Sinceramente, es una lectura curiosa por la forma en que te alude llegando al final, pero no quiero decir mucho de esto por si, efectivamente, lo lees.
En su relato se habla de todo un poco, y como suele ocurrir con los autores masculinos que hablan desde un punto de vista filosófico (y con los que no, también), el personaje femenino no es más que un complemento, en ese sentido cae en ese tipo de clichés en los cuales el sexo opuesto queda ninguneado (clichés que no son exclusivos de los escritores hombres). Aunque hay reflexiones "unisex" que me han gustado mucho.
“Los celos físicos son un producto de la imaginación y al propio tiempo constituyen un juicio que uno hace de sí mismo. Atribuimos al rival los sucios pensamientos que tuvimos en las mismas circunstancias”
Supongo que no puedo acabar de hacer esta reseña sin comentar que, evidentemente, la obra trata el absurdo (la falta de sentido en sí mismo de la vida, caos, falta de concierto, etc) derivado en gran parte de alguien que espera demasiado, en mi opinión, o que sencillamente sufre de una cierta anedonia (palabra que me gusta mucho y que se refiere a la incapacidad de experimentar placer). En lo que no me voy a entretener es en relacionar la obra con la guerra, me aburre solo pensarlo. Por lo demás le doy cinco tazas porque no le sobra nada, y habla de temas que me interesan mucho: la libertad, la culpa, el juicio ajeno, el desarraigo y la superación.
“Gozaba de mi propia naturaleza y todos sabemos que en eso estriba la felicidad”
Puntuación
5/5 tacitas