Esto convierte a este filme colombiano en un drama, muy a pesar que la historia está básicamente situada en la vivencia de los niños, sobre una ternura natural o en ocasiones una sana crueldad de estos personajes. El filme a pesar de iniciarse con tonos cómicos, es la introducción a un mundo de terror a ojos de los niños, aquellos que miran y escuchan, más no entienden el límite de las consecuencias. El fútbol y sus visitas a la escuela parecen ser su único medio de escape a sus fantasías, sin embargo siempre son sorprendidos por la violencia de las guerrillas, bien por la pintas en la fachada de su escuela como por un campo minado dentro de su área de juego. En ocasiones los niños parecen ser conscientes de dicha realidad, más es su condición de infantes la que los hace vivir en su propia burbuja a pesar que la tragedia en ocasiones los encara de la forma más violenta.
Los colores de la montaña está compuesta por una temática y una historia seductora, muy a pesar Carlos César Arbelaez parece no encontrar un aporte novedoso a su filme. La película se guía de las historias de grupos de amigos donde uno es más inocente que el otro. La figura de Poca Luz es el que provoca más simpatía a diferencia de los otros chicos por su misma condición de “ser diferente a los demás” –él es albino –asunto que el director hace bien en no extenderse ya que no habría sido muy ingenioso dentro de una trama donde la prioridad es la de plantear un mundo violento. Se observa también la figura paternal, la abnegada y la del padre con mal carácter, historias arraigadas al mundo rural.
Por último, este filme colombiano parece tener una referencia con el filme iraní Las tortugas también vuelan (2004) de Bahman Ghobadi, que posee un nudo dramático similar al filme de Arbelaez.