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Crítica | “Magical girl”, sorprendente, subversiva, perturbadora y, ante todo maravillosa

Publicado el 16 octubre 2014 por Pandora Magazine @PandoraMgzn
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MAGICAL GIRL - poster
Título: Magical Girl

Dirección: Carlos Vermut

Guión: Carlos Vermut

Reparto: Luis Bermejo, José Sacristán, Bárbara Lennie, Lucía Pollán, Israel Elejalde, Alberto Chaves, Teresa Soria Ruano, Miquel Insúa, Elisabet Gelabert

Género: Drama, Crimen, Neo-Noir

Duración: 127 minutos

Año: 2014

País: España

Fotografía: Santiago Racaj

Productora: Aquí y Allí Films / Canal+ España

Distribuidora: Avalon 

Alicia (Lucía Pollán), una niña enferma, sueña con el vestido de la serie japonesa “Magical Girl Yukiko”. Luis (Luis Bermejo), su padre, hará todo lo que esté en su mano para conseguirlo. Su destino se cruza con el de Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven con desórdenes mentales, y con el de Damián (José Sacristán), un profesor retirado de todo menos de su tormentoso pasado. Luis, Bárbara y Damián quedarán atrapados en una red de oscuros chantajes, en la que instintos y razón se debatirán en una trágica lucha.

En una de las mejores secuencias de Diamond Flash (compartiendo podio con la de Miguel Noguera y la de Javier Botet), una secuestradora insta a su amante a dejarle leer las cartas para así conocer su futuro en la salud, el dinero y el amor. Pero en el restaurante (medio desvalijado) en el que están confinadas no hay cartas de tarot. De hecho, no hay ni una baraja de póquer o española: lo único de lo que disponen son de unos viejos cromos de dinosaurios. Y ‘los animales prehistóricos son los únicos que pueden predecir el destino de los hombres’. Un objeto inocuo es elevado a un pedestal de casi-deidad y usado como arma principal de la narración de Vermut, creando todo un futuro-ficción sobre uno de sus personajes.

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En Magical Girl, en cambio, no hay cromos de dinosaurios: las armas de las que disponen los personajes son un ejemplar de la Constitución, una grabación de sonido en un móvil (sin el glamour actual del táctil, además) y un disfraz carísimo de la heroína de un anime japonés, que se usan en pequeñas dosis durante la primera hora y media de película. El torrente de tensión trabajada y conseguida desemboca en los treinta minutos finales, asfixiantes y opresivos, anulando toda la morbosidad que busca el cineasta habitualmente, sabe privarse de la excesiva violencia y la usa en su justa medida.

Es sin duda el magnífico guión (escrito por el propio Vermut) que aplica con maestría el concepto del arma de Chéjov, incrementa la tensión e intriga a medida que se acerca el clímax absoluto de la cinta, emociona con su drama tierno y es capaz de hacer reír con un humor sutil a la par que oscurísimo (casi tanto como los personajes) el gran triunfo de una de las mejores películas del año. Y es que además de crear la dichosa atmósfera (que ahora ya deberemos identificar como marca de la casa), se las ingenia para crear un espejo de la sociedad española (la misma que disfruta viendo gente más miserable que ella en la televisión), una crítica a nuestros políticos (que incrementan cada vez más la distancia entre ricos y pobres, eliminando la clase media), y también a nosotros mismos (que nunca, nunca leeríamos ni sacaríamos de la biblioteca un ejemplar de La Constitución).

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Vermut, que se destapa también como gran director de actores, consigue que la heladora falta de expresiones de Lennie (y el mal-rollismo que desprenden su relación con el marido o su pasado tenue) o la rompedora tristeza de Bermejo (maltratado por la vida de forma casi constante) rivalicen frente a frente con los portentosos voz y porte de un eterno (y con intrigante pasado) Sacristán. También una mención aparte merece el montaje de Magical Girl y el maravilloso uso de la elipsis: los huecos son cine, más terrible y oscuro que el que se ve en pantalla a nivel visual, y que casi es más doloroso cuando no se ve. No trata al espectador de inútil y le invita a reconstruir él mismo el sugestivo puzle que plantea: nosotros somos los que damos valor y significado a los interrogantes que Vermut nos plantea.

Magical Girl es una película sorprendente, subversiva, perturbadora y, ante todo maravillosa. El (ahora) gran Carlos Vermut no hace tregua ni concesiones en esta historia de deseos, dominio y sumisión de personajes complejos y reales, lúgubres, ambiguos a veces y hartos de todo. Algo de mágico hay en su forma de escribir: algo que le sitúa de golpe y porrazo en la lista de grandes autores españoles.

Lo mejor: el guión es una obra maestra, y la actuación de José SacristánLo peor: no es apta para todos los públicos, para nada. Cualquiera que espere un thriller al uso saldrá decepcionado.

Crítica: Pol Llongueras


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