Xavier Dolan es un joven director que a sus 25 años ya ha dirigido 5 largometrajes, cuatro de ellos proyectados en el prestigioso Festival de Cannes. En el mundo del cine y la televisión desde muy pequeño, y proveniente de una familia de artistas, su padre es el cantante y actor Manuel Tadros, el director quebequense se erige como alumno aventajado y nuevo “enfant terrible” del circuito de cine independiente. Y ahora mientras prepara su primera película en inglés y con grandes estrellas estadounidenses, llega a España su última obra Mommy. El film que viene avalado por el premio del jurado a Dolan de Cannes también ha conseguido una unanimidad entre los críticos y probablemente sea una de las mejores películas del año.
La película nos sitúa en una Canadá que ha aprobado una polémica ley para agilizar la justicia y para que los padres puedan abandonar a sus hijos conflictivos en unas instalaciones específicas para todos ellos. Diane es una de esas madres, viuda, que tiene que hacer frente a su hijo Steve, un chico nervioso e impulsivo, que expulsado del internado debido a una agresión a un compañero y varios desperfectos en el que estaba vuelve a casa. La dura convivencia dará un giro con la aparición de Kyla, la vecina de enfrente.
Mommy cuenta a ritmo endiablado la conflictiva relación entre una madre que nunca ha ejercido verdaderamente de figura materna, y que además tiene que trabajar de cualquier trabajo que encuentra para poder pagar las facturas; y un hijo impulsivo y violento que actúa para llamar la atención de su adorada madre. Esta casa de locos se completa con la presencia de Kyla, una vecina que se está recuperando de alguna crisis de su sistema nervioso que le provoca dificultad en la articulación de palabras. Los tres personajes con personalidades prácticamente contrarias, chocan en una especie de olla de grillos de forma brillante. Unos personajes que de primeras nos parecen horteras, bastos, ordinarios y barriobajeros pero que una vez superamos la aversión primaria, empezamos a ser testigos de todas sus preocupaciones y de la extraña y magnética unión que les mantienen juntos.
Y es que el principal mérito de que todas esas situaciones, que mezclan perfectamente el drama con la comedia, funcionen y veamos verdaderas vidas en esos personajes, a parte de un buen guión del mismo Dolan, son sobre todo las tres actuaciones de los tres protagonistas. Anne Dorval es la encargada de interpretar a Diane quien enfundada bajo prendas de leopardo y tacones de más de 10 centímetros demuestra que madre solo hay uno, y un hijo siempre será un hijo. Desde sufrir un ataque de risa a gritar como una loca, la actriz pasa por todos los estados y demuestra todos sus registros. Antoine-Olivier Pilon es el encargado de personalizar a Stephen. El actor consigue sacar de quicio al espectador de primeras pero poco a poco va humanizando al personaje con una buena actuación. Por último Suzanne Clément como Kyla, la gran tapada, nos regala una delicia de actuación gestual y sutil que contrasta con las otras dos.
El film temáticamente bebe de grandes referencias como la irreverencia de la juventud en Los 400 Golpes o los métodos erróneos de adoctrinamiento de La Naranja Mecánica. Lástima que quizás para justificar cierta argucia de la película Mommy y Dolan se escondan detrás de “una Canadá ficticia” y no atreva a ir un paso más allá. Realmente resulta un prólogo y epílogo totalmente irrelevante.
Aunque temáticamente es una película bien trabajada, donde brilla por completo es en su puesta en escena. Dolan apuesta por un formato vertical en el que prescinde de media pantalla panorámica con mucha inteligencia y jugar con la apreciación del espectador. Además todo el film posee un montaje enérgico y una banda sonora nostálgica y 80 que combinan perfectamente con esa estética que venera el chándal y el leopardo.
Xavier Dolan nos deleita con su película más completa, técnicamente sobresaliente y con grandes actuaciones del trío protagonista. Un sólido film que te arrolla y te asombra con toda su fuerza.
NOTA