Crítica: Moonrise Kingdom

Publicado el 12 junio 2012 por Banacafalata
MOONRISE KINGDOM


Título Original: Moonrise Kingdom Director: Wes Anderson Waugh Guión: Roman Coppola y Wes Anderson Música: Alexandre Desplat Fotografía: Robert D. Yeoman Interpretes: Jared Gilman, Kata Hayward, Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Jason Schwartzman, Bob Balaban, Harvey Keitel Distribuidora: Alta Films Fecha de Estreno: 15/06/2012
NO EXISTE OTRO AMOR COMO EL PRIMER AMOR
Hablar de una película de Wes Anderson es algo bastante complicado, ya que una vez vista una de sus películas se conocen a la perfección los derroteros y la forma de manejarse que tiene Anderson en cualquiera de sus cintas así como los elementos narrativos en común que tendrán todas sus películas. Lo cierto es que a día de hoy ha conseguido ser uno de los cineastas más carismáticos e identificativos del panorama actual. En el estilo de Anderson está su perfeccionista elaboración de planos en las que prima el equilibrio y la simetría en el encuadre, su trato del color, o sus cuidados travellings sumados a una banda sonora repleta de temas con aroma muy vintage y una score que parece ser la música que acompaña a un cuento de hadas. Lejos de hacer de esto una losa y que con el tiempo llegue a resultar repetitivo, Anderson va afianzando y exagerando cada vez más este estilo tan propio aumentándolo película a película con una estética que en momentos parece diluirse en la línea del dibujo animado, dudando a cuál de los dos mundos pertenece todo si al real o al de Mr. Fox.
Pero en el cine de Anderson hay mucho más que su exotismo pictórico. Anderson es un tipo con un sentido del humor muy propio, a medio camino entre el surrealismo, lo absurdo y casi lo grotesco, un sentido del humor que nunca nace del chiste si no que fluye a través del extravagante comportamiento de todos sus personajes, donde el gag visual resulta hilarante al juntarse con esa curiosísima puesta en escena. Anderson es un creador de exitosos perdedores, de su patetismo nace su humor. Además no es coincidencia que sus historias las suelan protagonizar padres familia descompuestos, que actúan como niños y que acaban por quebrar toda la unidad familiar, un comportamiento que además, inevitablemente, contagian al resto de la familia. Un Royal Tenenbaum que en un acto de desesperación tiene que fingir una enfermedad mortal para poder volver a tener contacto con sus hijos o un Steve Zissou que nunca se ha atrevido a hacer frente a una paternidad que desea, pero de la que siente totalmente incapaz de responsabilizarse, o incluso ese padre recién muerto de Viaje a Darjeeling, que desde la tumba sigue rompiendo la estabilidad emocional de tres hermanos que no han sido capaces de superar una desastrosa paternidad.

Aquí los protagonistas no son los padres, aunque su sombra, al igual que ocurría en Viaje a Darjeeling es tan importante o más que las de los chavales protagonistas. Él es huérfano y además su familia de acogida ha decidido deshacerse de él, ella se ve encerrada en una casa en la que sus padres no hacen más que lamentar el no haber sido felices nunca, mientras sus hermanos encuentran compañía entre ellos mismos dejándola a ella sola y con las evidentes ganas que provoca la edad de rebelarse contra todo. Anderson que siempre que se ha acercado a la adolescencia ha sido para dar su particular visión sobre el amor, construye, al igual que hiciera en Academia Rushmore con aquella bella historia de un amor platónico, una de las más tiernas historias sobre el primer amor. Dos criaturas que sólo buscan huir de todo con su primer amor, al que entregarse sin importarles nada más alrededor y aguantando por el amor más fuerte de todos al más grande de los diluvios.
El mayor problema que presenta el cine de Wes Anderson es el de lo inaccesible que resulta su obra para aquel espectador que no consiga calzar con un sentido del humor tan personal y radical, pero la mejor noticia que nos puede dar es que el realizador no parece dispuesto a cambiarlo ni a renunciar al estilo que le ha elevado como el que posiblemente sea el nombre más reputado de la comedia americana de principios del siglo XXI.