Wes Anderson no es un director al uso. Su marca se descubre en cada escena. Desde la primera secuencia y con una música de Alexandre Desplat que se acopla a la perfección, el espectador se traslada al mundo Anderson de forma natural. Su peculiar forma de entender el cine, tal y como ocurriera en "Viaje a Darjeeling", se demuestra en una cuidada ambientación llena de color y frescura.
Jared Gilman y Kata Hayward forman esa pareja juvenil dispuesta a todo por sentirse libres y poder ser ellos mismos. Ambos tienen un aura especial, ella con una mirada intensa y madura mientras él conjuga perfectamente el rol de empollón incomprendido. Dejan atrás la verguenza para entrar en personajes cuya mayor inocencia esconde la madurez por excelencia. Una madurez que los mayores son incapaces de comprender.
Es, por tanto, un trabajo sincero, fiel a sus principios y de carácter premeditadamente independiente. Dirigido a un público minoritario, de gustos semejantes a los de la crítica especializada, que busca otra manera de enfrentarse al cine.
José Daniel Díaz