Crítica: 'Oz: Un mundo de fantasía'; imaginativo despliegue visual

Publicado el 08 marzo 2013 por Banacafalata


OZ: UN MUNDO DE FANTASÍA


Título Original: Oz: The Great and Powerful Director: Sam Raimi Guión: Mitchell Kapner, David Lindsay-Abaire Música: Danny Elfman Fotografía: Peter Deming Interpetes: James Franco, Mila Kunis, Rachel Weisz, Michelle Williams, Abigail Spencer, Zach Braff, Joey King, Tim Holmes, Bill Cobbs, Martin Klebba, Tony Cox, Otis Winston, Bruce Campbell Distribuidora: Disney Fecha de Estreno: 08/03/2013
Con la crítica de Oz: Un mundo de fantasía, empezamos el repaso que haremos durante este fin de semana a la muestra de cine fantástico de SyFy que celebra este año su décima edición en Madrid.
Aunque me lapiden por ello, algo que suele ocurrir cuando se ataca a una película que ha conseguido la etiqueta de clásico, debo confesar que nunca he sido un gran admirador de El Mago de Oz. Su virtuosismo técnico, que sin duda en su día tuvo que dejar a los espectadores más boquiabiertos incluso de lo que hace un par de años nos dejó James Cameron con Avatar, no es motivo suficiente para justificarla. El Mago de Oz siempre me ha parecido una película excesivamente infantil, un producto vacio, lleno de esas canciones que tanto alegraban al público de la época, y que pese a el indudable carisma que despierta Judy Garland, me resulta aburrida y bastante tonta. Es por ello que esta precuela, excesivamente tardía (¿A quién le interesa a día de hoy El Mago de Oz? Los que eran niños por esa época la mayoría no lo contaran, y los más pequeños posiblemente desconozcan de su existencia), me resultaba una película totalmente indiferente e innecesaria, que más allá de por ver dónde se había metido un Sam Raimi, entregado por completo a la gran industria y muy lejos de sus orígenes, no tenía nada que pudiera despertar mi curiosidad.
Oz, nos cuenta la historia de Oscar, un mago de Kansas, un completo vividor que vive a costa de sacar el dinero de los pobres que se dejan engañar por sus trucos baratos, acaba llegando al mundo de Oz tras un incidente. Allí, pronto será tomado por el elegido, el hombre que debe salvar al reino de la tiranía de la bruja malvada y proclamarse rey. Lo que de verdad despierta el interés de Oscar son todas las riquezas que heredará una vez se haga con el trono, y aunque una vez escuchadas las leyendas, sepa que él está lejos de ser el rey que se profetiza, buscará la forma de con sus artimañas tratar de derrotar a la bruja para así heredar todas esas riquezas por las que tanto suspira.

Al igual que pasaba con la película que dirigió Victor Fleming, Oz: Un mundo de fantasía, se convierte en todo un despliegue técnico inigualable. El uso del 3D, una vez llegado al mundo mágico de Oz resulta uno de los más impresionantes que hemos podido ver hasta la fecha. Pese a que el uso exagerado de la pantalla verde pueda ser un inconveniente a la hora de ver la película en dos dimensiones, vista, tal y como ha sido diseñada para ser proyeccionada, se convierte en todo un lujo para la imaginación. Raimi es listo, y sabe que no vale con esto, y que a la hora de relacionarla con su vieja predecesora, no se debe limitar a unir los puntos de la historia, algo que hace de una forma sensata, si no que en el campo visual debe saber cómo imitarla. Su prólogo, posiblemente la mejor parte de la película, está rodado en un impresionante blanco y negro, que al igual de lo que ocurriera en Frankenweenie, demuestra que la ausencia de color no tiene porque estar reñida con la grandilocuencia del 3D. El colorido de la película en todo momento evoca a la obra de Fleming, y pese a todos los avances técnicos de los que la película hace gala, como en su día hiciera la película original, se muestran muy unidas por su cuidado uso de la estética.
Pero si acusábamos a la obra original de ser una película bastante tonta y excesivamente infantil, esos mismos problemas los vemos heredados en la película de Sam Raimi. Las peripecias de este mago con la cara bastante dura, al que da vida un James Franco, que como siempre, rebosa carisma, resultan bastante anodinas. No ayuda para ello tampoco la presencia de un personaje secundario tan poco afortunado como ese mono al que en la versión original pone voz Zach Braff, el actor de la serie Scrubs. Las ocurrencias del mono recuerdan demasiado al asno del Shrek, y si la presencia de éste ya era cargante en todas las películas de Shrek una vez pasado el factor novedoso, aquí ocurre igual y pronto empieza a ser cargante para el espectador. Esto hace que la primera del trayecto por los mundos de Oz, que además, como toda la película, transcurren a un ritmo bastante lento, se haga bastante pesada. Pero es la entrada de dos personajes femeninos los que levantan la película, por un lado una muñeca de porcelana que es sin duda uno de los personajes más adorables que hemos visto en la gran pantalla en mucho tiempo. Y por el otro, la siempre convincente presencia de una Michelle Williams que enamora a la pantalla desde su primera entrada en escena y que recuerda nos recuerda irremediablemente a Judy Garland.
Así, Oz alza el vuelo, para en su recta final, ofrecer un espectáculo pirotécnico muy entretenido a la altura de su magnificencia visual. Raimi, que se excede por momentos, regalando incluso alguna escena bastante bochornosa (no podía evitar llevarme las manos a la cara al ver a James Franco como la reencarnación de El Tío Gilito), vence la nadería y simplicidad de la película gracias a un estilo del humor bastante socarrón. Aprovecha la personalidad vividora de su protagonista y la presencia de James Franco, para convertir al héroe, en un completo anti-héroe poco usual en este tipo de películas, que pese a sufrir la lógica evolución que pide el relato, siempre consigue tener el punto gamberro para hacer más ameno su visionado. Las mismas pegas que podíamos encontrar en la obra de Fleming la encontramos en la de Raimi, pero Raimi juega con la ventaja de entregar una obra actual que corresponde perfectamente al producto que exige ahora el gran público. La edad ha hecho mucha mella en El Mago de Oz y la ha hecho además, envejecer terriblemente mal, posiblemente que con el paso de los años la obra de Raimi caiga en el olvido o que envejezca aún peor, pero a día de hoy, esta (pese a todo innecesaria) actualización de El Mago de Oz, consigue funcionar pese a todos sus defectos.