Lo reconozco, soy un gran fan de Jake Gyllenhaal. Ya son varias las películas en las que participa, y seamos realistas, este chico sabe cómo escoger un papel. Mi primer contacto con este actor fue la notable Donnie Darko, pero con cada nuevo papel, iba mejorando. Ahí quedan películas como Nihtcrawler, Enemy (de la cual analizamos el final hace tiempo en esta web) y Prisioneros. Este es el motivo por el cual tenía las expectativas tan altas cuando me dispuse a ver Demolition.
Esta es la segunda cinta del cineasta canadiense Jean-Marc Vallée, que tras Dallas Buyers Club, tiene la necesidad de reinventarse. Y sinceramente, vuelve con una historia, que si bien es bastante simple, lo cuenta de tal manera que consigue que el espectador se involucre en la historia.
Davis Mitchell es un alto ejecutivo en una importante empresa. Tiene una vida maravillosa, una pareja que lo quiere y una posición económica acomodada. Pero lamentablemente, la vida puede cambiar en un suspiro, y en ese instante, da igual quién, cómo y quién seas.
Tras un accidente de tráfico (tremendamente realista, bajo mi punto de vista), vemos como Davis ha salido sorprendentemente ileso del accidente. De hecho, la primera escena tras el golpe es él mismo comprando una chocolatina en el mismo hospital, y molestándose porque su golosina se ha quedado atascada en la máquina. Una escena trivial y rutinaria, sin aparente carga dramática, ya que no parece que acabe de tener un accidente. Pero justo un instante después, se nos revela que la novia de Davis ha fallecido en el accidente. Y qué queréis que os diga, esta escena, por muy simple y trivial que parezca, me encanta.
La enorme antítesis entre el gran drama de perder a un ser querido, unido a que Davis haya salido completamente ileso, hace que la situación de la chocolatina resulte tan chocante, y llame tanto la atención. También llama poderosamente la atención esas pequeñas manchas de sangre en la camisa, blanca e impoluta, las cuales pertenecen inequívocamente a su compañera. Es prácticamente surrealista que tras perder a su novia, lo único que le ronde la cabeza sea una chocolatina atascada.
Tras esto, el film se esfuerza en mostrar las diferentes formas de dolor tras la pérdida de la joven, básicamente, concentrándose en la figura de los padres de la joven, pero siempre volviendo al punto de la imposibilidad de sentir nada por parte de Davis. Esto, unido a que el protagonista usa las cartas que envía a la empresa de la máquina de chocolatinas para sincerarse, y esto hace que el espectador conozca más sobre la situación psicológica del protagonista a través de este recurso.
A lo largo del film, vemos como el único modo que tiene de sentir algo, ya que se encuentra completamente bloqueado a nivel emocional, consiste en desmontar cosas, algo que termina derivando en un acto destructivo más que en un proceso cuidadoso, que es una profunda representación de su psique y su evolución a lo largo de la película. Se dedica a desmontar objetos en busca de descubrir cómo funcionan, pero al no conseguir averiguarlo, se convierte en algo violento. Esta es una profunda metáfora sobre cómo se siente al no ser capaz de sentir nada, y su frustración al respecto.
Sí, es cierto que hay otra trama secundaria que sirve de apoyo para que Davis siga desmontando cosas a lo largo de la obra, y el que la única forma de que avance el personaje y nos demuestre sus sentimientos e intenciones sea mediante cartas me parece un recurso poco creativo, pero sinceramente, es tan válido como cualquier otro y creo que no consiguen emborronar la calidad de esta gran película. Jake Gyllenhaal hace un papel sublime, consiguiendo que sintamos empatía hacia el personaje, y haciendo que sigamos con interés y angustia su evolución a lo largo de la película.
Considero esta cinta como una obra realmente buena, y a pesar de lo poco conocida que es, merece muchísimo más reconocimiento del que actualmente goza.