La constante evolución de los efectos especiales ha permitido que géneros como el catastrofista se actualice una y otra vez, aunque su guión nos suene manido y recurrente. La sorprendente devastación de San Francisco convierte a "San Andrés" en un título visualmente atractivo pero totalmente innecesario en todo lo demás.
San Andrés hace referencia a una falla que se que se extiende desde Baja California a lo largo de más de 1000 kilómetros. Esta fractura del suelo es proclive a generar movimientos sísmicos de temible intensidad. Suficiente para establecer un argumento
La película nos empuja a un continuo y dinámico ejercicio de poderío audiovisual. Las espectaculares escenas de derrumbamientos de rascacielos, puentes y edificios, demuestran el gran avance que se ha alcanzado en este género. Lamentablemente todo esta locura no se acompaña de un guión medianamente digno. Los personajes son tópicos y poco sorprendentes, la trama no tiene ningún tipo de giro que se salga de lo políticamente correcto y aún estamos intentando comprender cuál es el peso real de Paul Giamatti en la película.
Aún así nos sorprende encontrar a un Dwayne Johnson algo más dramático de lo habitual. El oscuro pasado de su personaje le obliga a mostrar algunos momentos de necesaria fuerza interpretativa. Le cuesta, pero logra salvar esas escenas más íntimas gracias un espectador cautivado ante el derroche de lágrimas de un tiarrón de más de 100 kilos.
Agradecemos a nuestra web amiga Sensacine que nos invitara a este preestreno, un auténtico ejercicio de demolición que nos permite averiguar qué sucedería si esa falla americana llegara a despertar.
José Daniel Díaz