El poeta y ensayista británico Wystan Hugh Auden escribió: “El mal es vulgar y siempre humano, y duerme en nuestra cama y come en nuestra mesa”.
Esto es lo que viene a plantear Jaime Rosales con su tercera película, “Tiro en la cabeza”. Esta película española del 2.008 es curiosa porque hay cosas que funcionan muy bien y cosas que fallan mucho.
Antes de verla el espectador debe tener en cuenta que esta es una película con la que debe tener paciencia, es una película que se toma su tiempo, a pesar de que sólo dura 80 minutos. Y no explico la sinopsis, porque a lo poco que cuente ya destripo la película.
El modo en que se ha planteado la acción y el modo de grabación en éste film puede parecer confuso, pero no lo es, y voy a explicar por qué. En su primera película, “Las horas del día” (que recomiendo encarecidamente), lo que hacía Rosales era mostrar la vida del protagonista de una forma documentalista e imparcial, él no juzgaba al protagonista, Rosales no juzgaba a ninguno de los personajes, simplemente ponía la cámara y mostraba como eran sus vidas, que hacían y como interactuaban entre ellos. Las razones nada importaban, la justificación era irrelevante, simplemente se trataba de mostrar unos hechos tal y como sucedían. Con ese modo documentalista con el que Rosales mostraba los hechos el espectador tampoco se veía capaz de juzgar, el espectador simplemente veía lo que pasaba como un espectáculo cotidiano.
Aquí sucede algo diferente, muy diferente. Lo que consigue Rosales en “Tiro en la cabeza” es que, en vez de que el espectador vea una grabación documental de la vida del protagonista, el mismo espectador sea el testimonio de la vida del protagonista. El espectador ya no es un espectador, sino un personaje más que observa a los demás personajes. Rosales consigue introducir al espectador en la historia, haciendo que éste siga al protagonista allá donde vaya. Lo que se ve sigue siendo igualmente imparcial, Rosales sólo muestra los hechos, pero al conseguir que sea el espectador el testimonio de esos hechos, permite al mismo espectador juzgar lo que ocurre, juzgar a los personajes, y juzgar lo que hacen y cómo actúan.
¿Cómo consigue eso Rosales? Bueno, Rosales lo que hace son dos cosas. Una es usar mucho el teleobjetivo. Mantiene al espectador alejado de la acción. Voy a poner un ejemplo. Voy a poner como ejemplo la película “Kiseki (milagro)”. En “Kiseki”, ya al final de la película, hay unos niños que van caminando hacia un cruce de trenes. Como la cámara les encuadra de una manera próxima, el espectador tiene la sensación de estar entre el grupo de niños. Ahora pongamos el caso de que el espectador, en vez de estar entre los niños, está treinta metros a la derecha, o a la izquierda, tanto da. Y que el espectador mira al grupo de niños con prismáticos para poder verlos de cerca, porque estando a treinta metros sin los prismáticos los vería de lejos. Pues esto es lo que hace Rosales en “Tiro en la cabeza”. El espectador, en vez de estar junto a los personajes en sus casas, o en el parque o en la mesa de un restaurante, está a la casa contigua en la que puede verlos a través de la ventana, o está a la acera de enfrente del parque dónde pueda verlos, o está en la mesa más alejada del restaurante dónde también puede verlos… El espectador siempre está a distancia, como si fuera un detective que siguiera al protagonista y a los personajes con los que se relaciona.
Lo segundo que hace Rosales es hacer que la película no tenga diálogos. Eso no significa que en la película no haya sonido, lo hay, y muy bien tratado. Lo que ocurre es que el director, aquí, no grava las conversaciones de los personajes, porque son irrelevantes. El sonido que se oye es el sonido que el espectador oiría si estuvieran en el lugar dónde está puesta la cámara. Si el espectador estuviese en el lugar dónde está puesta la cámara, él no oiría lo que dicen los personajes. Por lo tanto, el hecho de que no haya diálogo, pero sí sonido externo, es lo que permite aumentar la sensación de que el espectador está dentro del mundo de los personajes de la película.
A parte de eso, la propuesta de Rosales es interesante. Dejando de lado el contexto, el marco en el que se ambienta la película, del que aquí no voy a hablar pero que el espectador español pillará en su momento, y el espectador no español si investiga un poco lo descubrirá, lo que observa el espectador es las acciones y la actitud del protagonista. Es decir, viendo la película, el espectador llega a preguntarse cómo puede el protagonista, que durante los primeros cincuenta minutos es presentado como una persona normal como cualquier otra, como puede el protagonista cometer un acto tan despiadado y tan vil. Entonces ya el espectador se hace la misma pregunta que los españoles nos llevamos haciendo desde hace 65 años. ¿Por qué?
¿Que lleva a una persona a cometer tal acto? Una atrocidad que es un sinsentido.Rosales no responde a ésta pregunta, pero es que tampoco es esa su intención, además de que seguramente no haya una respuesta satisfactoria. Hasta ese momento el espectador ve que el protagonista lleva una vida como podría llevar el espectador mismo, una vida normal. Trae a su hijo al parque, paga sus impuestos, queda con los amigos. Entonces… ¿cómo puede alguien que lleva una vida normal cometer tal injustificable atrocidad? Nuevamente nos remitimos a la frase inicial de Auden: “El mal es vulgar y siempre humano, y duerme en nuestra cama y come en nuestra mesa”.
Aquí se nota mucho que Rosales se inspiró en “Elephant”, tanto el mediometraje como la obra de Van Sant, y ha hecho bien, porque el contexto es perfecto para llevar a cabo una propuesta parecida, pero llevada más al extremo.
Otra cosa que ha hecho Rosales, y que me ha gustado mucho, es evitar centrarse en la ideas de Freud a la hora de construir al protagonista; algo que, lamentablemente, está muy extendido en la cinematografía actual. Zizek es una gran defensor de la ideas de Freud, pero yo no estoy de acuerdo con ellas en ninguno de sus aspectos, y me alegra ver que en esta película Rosales ha sido de todo menos gregarista, y que ha sabido llevar bien lo que quería hacer.
Aquí no existe el Ello, ni el Yo, ni el Super Yo. En esta película el protagonista son dos hombres, y a uno de ellos hay que tenerle miedo. A diferencia de lo que defienden los freudianos, y que desde luego están equivocados en Ello, una persona no son tres sujetos, son dos sujetos. Está el Yo visible, el que mostramos externamente, y luego está el Otro Yo, el Yo oculto, el que mantenemos en secreto, entre las sombras, para evitar que los Yo de las demás personas asocien a nosotros otra cosa que no sea nuestro propio Yo, que es el que mostramos a los demás. Todos tenemos secretos inconfesables, que no queremos que nadie sepa, pues de lo contrario los demás dejarían de ver nuestro Yo para ver nuestro Otro Yo, y ya no nos aceptarían socialmente porque ellos externalizan el Yo y no el Otro Yo.
Pero la película falla en dos cosas. Primero en la duración. La propuesta de Rosales está demasiado llevada al extremo como para que la mayoría de espectadores tengan la paciencia de aguantarlo 80 minutos. El “Elephant” de Gus Van Sant conseguía la atención del espectador porque el estilo de espectador/testimonio no estaba tan llevado al extremo y era igual de efectivo. Algo tan drástico como lo que ha hecho Rosales en “Tiro en la cabeza” sería más adecuado para un mediometraje, algo que no superara los cincuenta minutos.
El otro fallo es el título, “Tiro en la cabeza”. No sé quién tuvo la idea de titular así la película, si el mismo Rosales o los productores, pero es una estupidez, es como si a “Saw” la hubiesen titulado “El asesino es el cadáver que hay en medio del baño y que finge estar muerto”. Si tu pones “Tiro en la cabeza” como título, el espectador no es tonto y llega a la conclusión de que en esta película, en un momento dado, le pega un tiro en la cabeza a otra persona. El título es un error, porque el final debería pillar por sorpresa al espectador. No sé, con el título la cagaron pero muchísimo.
Pero a pesar de estos dos fallos tan graves, la película no deja de ser una notable propuesta bien llevada en cuanto a dirección por Rosales. Yo no recomiendo evitar esta película, porque además es una buena lección de lenguaje cinematográfico.
Mi calificación es: