Crítica TV: 'Arrow' (Temporada 1 completa)

Publicado el 23 mayo 2013 por Lapalomitamecanica
Cuando una serie mediocre se convierte en adicción

Nota: 5,5
Tras vacío que dejó la popular Smallville en la cadena Nortemericana CW, Arrow se presentaba a comienzos de temporada como la apuesta con la que suplir ese hueco ofreciéndole de paso otra oportunidad al género de superhéroes en la pequeña pantalla tras el fracaso de The Cape y Los Increíbles Powell. Por supuesto, no nos olvidamos de que el sello CW nunca ha sido un referente de confianza, ya que a pesar de contar con la veterana Supernatural entre su repertorio, la mayor parte de su oferta no llega a los estándares mínimos exigidos para cualquier seriéfilo que tenga a HBO o AMC en un pedestal. En este caso hablamos de una serie a rebufo de El Cabellero Oscuro y Los Vengadores, nacida en el seno de una cadena claramente destinada a un público que no se pierde ni una sola gala de los MTV Awards, y que no podría dejar más claras sus intenciones. Porque evidentemente Arrow no es el estreno de la temporada, incluso está lejos de ser una gran serie, pero es condenadamente divertida si consigues librarte de la capucha de los prejuicios.
A pesar de su resultado final al que se le pueden sacar pegas hasta decir basta, Arrow se presentó como un producto ambicioso con un piloto sorprendente capaz de enganchar al más reticente. Qué duda cabe que las dos líneas argumentales sobre las que se sostiene la serie desde el comienzo tienen gran culpa de ello. Los tan manidos flashbacks han conseguido dinamizar un relato hasta el punto de dar la sensación más lúdica de haber vuelto a la isla de Lost, donde un multimillonario náufrago tendrá que sobrevivir en una odisea de la que solo nos han mostrado la punta del iceberg.  Posiblemente la isla se haya convertido en la línea narrativa más atractiva de la serie, donde la intriga es dosificada por los odiosos cliffhangers, que mantienen al espectador intrigado sobre cómo Oliver Queen acabará siendo el encapuchado de Starling City -por no mencionar en qué momento comenzó a dar lecciones de mandarín y ruso-. En esencia, Arrow bebe claramente de la estructura procedimental, sin embargo, la isla se presenta como una trama continuada sobre la que se sustenta la serie en detrimento de las conspiraciones de Starling City, las cuales nunca han llegado a soportar el peso real del argumento, siendo la conspiración de Merlyn para acabar con Los Glades una versión bastante paródica y endeble de la Liga de las Sombras con Ra´s Al Ghul a la cabeza.

Desde luego, los mejores momentos de la temporada nos llegaron al comienzo, tras la llegada de Oliver Queen a Starling City, mientras asistíamos a cómo se construía su personaje a la vez que comenzaba a imponer su ley con su pegadiza coletilla you have failed to this city y jugaba al despiste sobre su alter-ego con su guardaespaldas John Diggle (David Ramsey). Por desgracia, Arrow ha ido perdiendo fuelle a medida que determinados personajes han ido cobrando excesivo protagonismo y la trama se ha ido dignificando, poniéndose más serie. Y  es que los roles centrales de la serie sobre los que giran sus arcos argumentales son incuestionablemente su talón de Aquiles, con menos carisma que Nico Abad en las retransmisiones de Moto GP.
Hablamos de personajes caracterizados por los clásicos estereotipos que podemos encontrar en cualquier telenovela del corte Gossip Girl y The OC. Qué duda cabe que Laurel -una Katie Cassidy que convierte a Sarah Jessica Parker en una actriz de método- llega a ser uno de los personajes más estúpidos de la televisión, de la misma forma que el super-colega "ahora sí, ahora no" Tommy o, por supuesto, la menor de los Queen y medio novia de Robín. Claramente ningún habitante de la urbe - el detective Quentin Lance puede ser incluso más irritable que su hija- se libra de la quema, salvando únicamente a los que asoman por la isla y, por qué no, al mismo Oliver Queen. Cierto que Stephen Amell es un actor tirando a malo, pero quién contradice que sus batidos después del gimnasio no han hecho su efecto dando el pego como superhéroe, por no hablar de que tampoco estamos hablando de un papel que requiera más esfuerzo que el de calzarse una capucha y dejar trabajar a los dobles.

A lo largo de esta temporada debutante, la serie se ha mostrado como un objetivo fácil para los cazadores de agujeros de guión, aún entretenidos con Prometheus. No obstante, uno de los mayores responsables de este proyecto, David Barret, junto a sus creadores Andrew Kreisberg y Moira Kirland, ha sabido cuajar por debajo de la capa de tontería un producto de entretenimiento en un género difícil de adaptar al formato televisivo, donde ha tenido que suplir con salidas fáciles lo que un presupuesto limitado no puede darle, sirviendo como contrapartida escenas de acción y una fotografía bastante solventes cuando tocaba hacerlo. Cierto que el episodio de despedida resultó un cocktail perfecto de lo que Arrow puede ofrecer en el peor de sus sentidos; es decir, un bucle de insensateces maquilladas como un espectáculo adolescente, pero tampoco es menos cierto que su banalidad supone un descanso de lo más agradecido después los dramas complejos que nos regalan anualmente Mad Men, Breaking Bad o Juego de Tronos