Crítica: "Un plan perfecto (Gambit)"; ni física, ni química

Publicado el 13 febrero 2013 por Banacafalata
UN PLAN PERFECTO (GAMBIT)


Título Original: Gambit Director: Michael Hoffman Guión: Ethan Coen, Joel Coen Música: Rolfe Kent Fotografía: Florian Ballhaus Interpetes: Colin Firth, Cameron Diaz, Alan Rickman, Tom Courtenay, Stanley Tucci, Cloris Leachman, Anna Skellern, Togo Igawa, Erica LaRose, Sarah Goldberg Distribuidora: eOne Fecha de Estreno: 15/02/2013
Que un proyecto se tire años rondando por Hollywood, suele ser señal de que es mejor echarse a temblar cuando el resultado aparezca a la luz. Desde finales de los 90 el remake de Una ladrona con amor, ha estado moviéndose por los despachos de Hollywood mientras que diferentes nombres se implicaban. La primera versión del guión llegó a firmarla Aaron Sorkin, en una película que habría dirigido Alexander Payne y protagonizado Reese Witherspoon, seguramente con resultados muy distintos. O no. Por que posiblemente el chiste con más gracia de la película es que su guión viene firmado por los hermanos Coen. Posiblemente lo hicieran lo hicieran en la misma época y bajo las mismas sustancias psicotrópicas bajo las que escribieron Crueldad Intolerable y aquel otro insulso remake que era Ladykillers. Pero al menos, la película de MacKendrick era un gran material del que partir, aunque el resultado no estuviese a la altura. Pero a la hora de versionar la película de Ronald Neame nos encontrábamos con que aquella ya era poquita cosa, y que pese a alguna esporádica gracieta o algún buen recurso (que por supuesto, esta nueva versión no duda en volver a recalcar), la película sólo sigue funcionando gracias a la química entre Caine y MacLaine.
A medio camino entre la clásica comedia inglesa, el humor de cómic de Blake Edwards, la screwball y el slapstick, Un plan perfecto es un pastiche de géneros que resultan anticuados y se ven viejos. Y lo es que es peor, la película nunca acaba de encontrar el tono con el que quiere funcionar. Nos cuenta la historia de Harry Deane, un experto en arte que ante los abusos de su jefe, un rico magnate coleccionista, prepara el golpe de su vida, venderle a éste una falsificación de Monet como si fuera el cuadro real. El plan está muy claro en la cabeza de Deane y sólo necesita la ayuda de una cowboy texana (Díaz). En una presentación de unos diez minutos, quizá el momento más brillante de la película, aunque la idea venga de la original, vemos como se va a desarrollar el golpe de Deane, y sí, todo parece coser y cantar, pero a la hora de volver a la realidad para ejecutarlo verá que no todo era tan sencillo y es que un hombre con su torpeza se encuentra con imprevistos con los que no podía contar.

Y el primer fallo que nos encontramos aquí, aparece exactamente dónde la original mejor funcionaba. Entre las pocas mentes brillantes que han desarrollado esta idea, quizá el que más destaque como el menos acertado de todos, fuera el señor que pensó que un reparto con Cameron Díaz y Colin Firth era buena idea. Pocas veces verán aparecer en el cine una pareja con menos química que la formada por estos dos, su conexión es totalmente nula, una pareja que no podía estar fuera de lugar y en la que sólo Díaz parece algo cómoda cuando encuentra algo de respuesta cuando coincide con un Alan Rickman que es sin lugar a dudas lo mejor del reparto. Pero el bueno de Colin, que tiene que lidiar con un personaje a medio camino entre el típico lord inglés y Peter Sellers, pone cara de “¿Qué demonios hago aquí?”, cuando la toca corretear en calzoncillos por medio de un hotel de lujo. Un papel que parece mucho más a la medida del otrora galán inglés con cara de palo, aunque ahora esté perdido, Hugh Grant, que con un Colin Firth que poco tiene que ver con los papeles, ya sean más serios, o divertidos, que nos tiene acostumbrados.
No hay ni uno de los elementos de Gambit que funcione bien, su humor caduco ya no hace gracia, sus chistes suenan repetitivos. El cliché abruma y las bromas con los japoneses resultan tan antiguas que al salir del cine vives con miedo de que la URSS se vuelva loca y empiece una guerra nuclear… aunque después de ver esta película entenderías tal reacción. Cuando un proyecto da tantas vueltas, lo mejor es que se quedara en ese cajón del que no debió salir. Tan sólo sus títulos créditos animados, con un tono muy sesentero, pueden levantar alguna sonrisa a un espectador que no sabe lo que va a tener que soportar después. Una película en la que nadie parece enterarse de nada. Y es que hasta Cameron Díaz sigue creyendo que está buena, aunque viendo su casi anoréxico cuerpo en ropa interior, es más probable que provoque un retortijón antes que una erección. La gran duda que nos queda es como los Coen han permitido que su nombre apareciera en los créditos y no han renegado de ello. Aunque es probable que esas sustancias también provoquen amnesia, bonita sorpresa se van a encontrar.