LAZOS DE SANGRE
Debra Granik
EE.UU., 2010
Escrito por Carlos Esquives
El cine independiente (hablamos de la actualidad) en Estados Unidos, tal vez sea el único espacio donde se pueda observar con mayor amplitud y detalle el lado neorrealista del país norteño, aquel que está ubicado en hermosos valles plagados de una llanura boscosa y una arquitectura fría y petrificada, pero a su inversa, maltratada por la presencia mundana de una civilización indigente y ermitaña, oculta entre los matorrales viviendo en casa móviles o viejas cabañas que ofrecen una vista de un pueblo recién colonizado, nada cercano a lo que el cine comercial del mismo país nos manifiesta en los espacios violentos del Bronx u la hostilidad de los terrales tejanos.
Lazos de sangre (2010) es una película que contiene un contexto preciso para la trama asistida. Ree (Jennifer Lawrence) es una adolescente de 17 años a cargo de la crianza de sus dos hermanos menores, además del cuidado de su adicta madre, luego que su padre, un fabricante de crack, fuera recluido a la prisión. Ree asume así, a su corta edad, el rol del padre ausente, comportamiento que enfrenta con una actitud firme y madura, pero también con un aliento de resignación. El ambiente invernal y el espacio natural de la zona montañosa donde ella vive, son los indicadores que provocan en la criaturas más frágiles se conviertan en las más inquebrantables, tratando de sobrevivir por todos los medios ante una naturaleza caótica.
Una escena para tomar en cuenta es el derrumbe de árboles por manos desconocidas –aunque de hecho se sabe que es obra humana –y una familia de ardillas yendo de un lugar a otro ante la destrucción de sus hábitats. Ree resulta ser una especie de ardilla, indefensa tanto por su género y su corta edad, que cierto día recibe un ultimátum. Le han informado que perderá su casa si su padre no se presenta ante la corte para saldar su fianza. Similar al roedor, Ree corre de un lado a otro, de árbol en árbol, de casa en casa pidiendo alguna pista para encontrar a su padre. Aparentemente ella lo hace sólo para salvaguardar a sus hermanos y su maltrecha madre, sin embargo, hay algo más que la impulsa a emprender dicha búsqueda.
La sociedad rural en dichas colinas es la de una civilización sostenida por los lazos sanguíneos. Insertarse a un nuevo vecindario, es adentrarse a una familia, casas donde viven primos, nietos, abuelos y hermanos, cada uno protegiendo a los suyos, haciéndose enemigos de los enemigos de sus familiares. La ley de dicha zona rural está en sintonía con el respeto a su genealogía, y esto no es ajeno a Ree, muy a pesar, por ser ella la imagen paterna de sus hermanos, asume una actitud defensiva ante los enemigos que su padre le ha ido heredando por su vida de pillo. Es así como Ree pretende cargar con los pecados de su progenitor. El riesgo de investigar sobre su paradero implica asistir a los enemigos paternos, aquellos quienes le escupen la golpean la odian. Todo sea por ver caminar a sus pequeños hermanos, indefensas ardillas. Ya han perdido su primer árbol, el genealógico, el paternal. Es preciso que no pierdan ese segundo árbol, su habitad, y Ree está dispuesta a lucharla aún así su vida corra el riesgo.
Lazos de sangre es interesante porque aplica la tensión en forma sutil. Acá no se habla de grandes mafias ni de asesinatos masivos. Los enemigos son por el contrario pequeños círculos, reducidas familias, pero que encarnan el terror, el pánico. Sus rostros profundamente marcados por surcos bien pronunciados y barbas mal cuidadas, además de la miseria y la precariedad, reflejan un sentimiento de turbación y miedo. Los espacios al que se embarca Ree son situaciones que dan mala espina y desconfianza. Los personajes son de miradas frías y de aspectos tétricos. La misma naturaleza y el campo abierto provocan esa sensación retorcida, expuesta al peligro, a la casería furtiva.
El filme dirigido por Debra Granik puede ser también visto como la historia de una Antígona moderna, aquella que realiza una vía crucis en nombre del padre. Lazos de sangre a pesar de irradiar ese estado enfermizamente anímico no logra corresponder del todo. Su trama final es inapropiada. Algunos personajes toman un rumbo distinto, lo que hace a este película parezca tener un final feliz, un ritmo contrario al surco pesimista y degradado que exponía al largo del filme.