Las positivas lo son porque te hacen más grande, aprendes de ellas. Te ponen en crisis, no son fáciles de encajar (en cuanto que te cuestionan), pero el que las hace te da la solución, o mejor, te alumbra para que tu seas el que la encuentre. Por ello aportan mucho y te refuerzan. Esas no sólo las acepto, sino que las deseo.
Luego están las neutras. No te aportan mucho, de hecho no se hacen con esa intención, sino por el mero hecho de criticar. Pero no tienen en sí mismo malicia, no buscan dañar, y a veces incluso tienen gracia. El beneficio es por que suelen (no siempre) dar pie al debate, y eso en sí es positivo, y como no hieren pues nadie pierde. A veces se originan por malos-entendidos, y hablando con naturalidad se resuelven sin más. Y no pasa nada. Estas críticas cuestan más aceptarlas, pero en cuanto uno ve que no persiguen dañar, conviene dejarse llevar, tratar de aprender lo que se pueda, e incluso reirse de y con ellas.
Por último, están las negativas. Las que van a herir. Las que nacen del odio, la envidia, la intolerancia o simplemente de la necedad. Esta categoría tiene dos agravantes: la falacia o, peor, la mentira, y la cobardía. Me explico. Cuando la crítica se sustenta de manera premeditada en un argumento falso, a sabiendas de que lo es, o que nace de un razonamiento incompleto o errado por dejarse llevar por la apariencia (cegado por el odio, la envidia, la intolerancia o la necedad que antes vimos), o directamente y sin tapujos se nutre de la mentira, el dolor que produce es doble, o triple: por sí mismo, por nacer de la mentira o de la falsedad y por su injusticia. Me atrevo a añadir un motivo más: por tener la certeza de que hay personas capaces de actuar de mala fe y que un buen día una persona así puede hacerte daño, sin más.
El otro perjuicio se provoca cuando, además de buscar el daño y fundamentarse en el error o el engaño, procede de alguien que se esconde, que no es capaz o no quiere mostrarse como es y se escuda en un pseudónimo o en el anonimato. No sólo dejan desnudo al que injurian y le provocan una desamparada sensación de vulnerabilidad, de impunidad, sino que es injusta por sí mismo al no basarse en el principio de la igualdad de condiciones. Desafortunadamente, hay mucha gente que abusa del disfraz, a sabiendas de la ventaja que le ofrece el anonimato. E Internet, la red, que eleva al individuo a la esfera casi divina, no sólo lo permite, sino que lo favorece: de hecho, a veces da tanta verguenza...
Termino con una cita:
Nadie está libre de decir estupideces. Lo malo es decirlas con énfasis.
Michel E. de Montaigne.
Gracias