Skyfall / Reino Unido, 2012 / 143 minutos / MGM, Columbia Pictures, Albert R. Broccoli, EON Productions, B23.
Director: Sam Mendes. Guión: Neal Purvis, Robert Wade, John Logan. Fotografía: Roger Deakins. Música: Thomas Newman. Intérpretes: Daniel Craig, Judi Dench, Javier Bardem, Ralph Fiennes, Naomi Harris, Berenice Marlohe, Albert Finney, Ben Wishaw, Rory Kinnear, Ola Rapace.
Todo héroe se reinventa y en el caso de 007, su resurrección era necesaria. Bond se ha convertido por derecho propio en uno de los personajes más carismáticos de la gran pantalla y en una de las franquicias más famosas de la historia del cine.
Al haber cumplido 50 años, la función de 007 ha variado, aunque, en definitiva, sigue siendo la misma. Y sigue siendo muy necesaria.
De ahí que el lavado de cara que iniciara Martin Campbell en su "Casino Royale", la primera de las novelas de Ian Fleming y la película que iniciaba el proceso de reconversión de Bond, influenciado por la trilogía de Jason Bourne, nos mostrara a un personaje más oscuro y, sobre todo, más actual, alejado de la comicidad de Connery o la de Roger Moore y sin tanto artificio a su alcance. A Bond se le dotaba de realismo. Lo convertían en una persona que no habíamos visto antes.
El proceso se paralizó con aquel batacazo que supuso la aburrida "Quantum of Solace" (Marc Forster, 2008), una historia de venganza que despojaba a Bond de todas las nuevas virtudes adquiridas.
Todo el mundo que conoció James Bond en sus orígenes ha cambiado. No es ni mejor ni peor, sino que, simplemente, ya no queda casi rastro de aquella fase de la Guerra Fría en la que losenemigos aparecían hasta debajo de las piedras. 007 se ha convertido en un dinosaurio en una nueva era. Un dinosaurio que está mas cerca de la decadencia que del glamour por el que es universalmente conocido. Aún así, sigue siendo un dinosaurio necesario.
Bond necesita desaparecer para darse cuenta que es humano -desaliñado, bebedor, hierático, como una sombra- y regresar para darse cuenta de como han cambiado las tornas. Y a partir de ese momento, jugar al juego que mejor sabe hacer hasta llegar a ese Skyfall, ese pasado en el que él y M, se sienten seguros.
Dirigida con mucho brio por Sam Mendes, que no solo se mueve como pez en el agua en los momentos de relax sino que también sabe dar mucho de sí mismo en las hiperbólicas escenas de acción -espectacular secuencia inicial que vuelve a beber de la trilogía Bourne-, la nueva aventura de 007 cuenta con todos los ingredientes de una película de James Bond y, a la vez, parece que no sea una película de James Bond.
Enfundándose de nuevo el traje del famoso agente, Daniel Craig cuaja su mejor 007 hasta la fecha -es su tercero- y, personalmente, espero que haya Craig para rato en los nuevos aires de la franquicia porque, a día de hoy, es el idóneo para llevar a James Bond a buen puerto. Rodeado de todos los elementos de una aventura 007, entre las que se incluyen unos grandes secundarios -de nuevo M (Judi Dench) vuelve a tener una gran cuota de protagonismo- y, por supuesto, un villano a la altura de las circunstancias. Javier Bardem como Silva vuelve a cuajar otro gran villano, con todos los tics necesarios para una aventura de James Bond y que lo hacen moverse entre la psicopatía más enfermiza y la extravagancia más insoportable.
Vemos a un nuevo Q (Ben Wishaw), quizá más acorde con los nuevos tiempos y la presencia de Berenice Marlohe y Naomie Harris es más bien testimonial, puesto que esta nueva entrega de 007 carece de chica Bond. Aunque a la segunda volveremos a verla.
Aunque, por supuesto, como necesidad -y también porque no, como motivo de su 50 aniversario- uno de los puntos fuertes de esta nueva película de Bond sean las referencias a la franquicia y la aparición de algunos de los elementos más famosos de ella. Como muestra: un Aston Martin.
No puede decirse que 007 haya vuelto más aseado que nunca, pero si que puede decirse que ha vuelto y hay Bond para rato a juzgar por los resultados y la escena final de la película. Dios salve a la Reina.