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Critiquitas 471: El cometa de Cartago, Y. Lepennetier e Y. Chaland, Eurocomic 1986

Publicado el 05 mayo 2018 por Lord_pengallan

Sin duda habéis (perdonad que os tutee) notado que últimamente no caen por aquí novedades. Quiero que sepáis que es involuntario. En realidad leo lo mismo, y podría gastar lo mismo, pero es que me he salido del mercado español. No sé si soy yo o es él pero el caso que cada año publica menos de lo que me interesa y ahora prefiere lo tocho (otro efecto nocivo de la digitalización), soy tan dinosaurio que para mi un cómic gordo es una contradicción que me hace imposible adquirirlo, sobre todo cuando sé que en su estado de origen no se publicó tan hermoso, que estoy comprando tan poco como cuando era niño, y por tanto insolvente. Así pues he seguido a otros muchos por el camino de aprovechar para leer aquellas cosas que se nos pasaron por una razón u otra. Así es como he llegado a Chaland.
Critiquitas 471: El cometa de Cartago, Y. Lepennetier e Y. Chaland, Eurocomic 1986

A ese tipo le conocía porque a pesar de su corta vida, y por ello obra, está muy bien considerado. De hecho influyó mucho aquí en España. Mas nunca me había parado a leerlo porque no me atraía. Ahora, con escasas alternativas novedosas, dejé de lado los prejuicios y me puse a leer todo lo que se ha publicado de él en castellano gracias a la magia de la digitalización. Y ahora entiendo el prestigio de Chaland. El tío era una bestia. Su dibujo de línea clara donde la precisión y la caricatura se neutralizan mutuamente es impresionante, su colorista (J. Beaumenay) lo colorea exquisitamente de forma plana, su narrativa es poderosa y sus guiones son sorprendentes (cuando colabora con Lepennetier son iguales pero el tono cambia, se hacen serios y críticos). Pero lo que hace notable a su obra es que el tío era un iconoclasta. Una cosa que sólo pueden apreciar los que les guste el cómic europeo, o al menos se hayan empapado de Tintín y Spirou. Lo que le da a su obra originalidad y fuerza es que no se dedica a desmontar a sus mayores, no es posmoderno, sino que los subvierte con respeto. Chaland usa el estilo de Hergé y Franquin y demás pero sin ocultar lo que ellos ocultaban por temas de época y target (Chaland no hizo cómics infantiles). Este autor ambienta sus cómics en los 50 del siglo pasado, la década dorada de la BD juvenil y cuando se publicó En el camino, que es de donde sale el trío protagonista, una época que conocía muy bien a pesar de criarse en la siguiente, por eso este cómic puede evocar los films serie B de CF de aquella década y citar al peplum, pero sin disimular que entonces había deseos sexuales, racismo, conflictos sociales, Guerra Fría y un problema generacional. Así, es como subvierte el estilo de línea clara. Chaland usa lo concebido para ser blanco con fines adultos. Y esta voluntaria perversión se justifica en que él se consideraba un artista. Así, en cierta forma es otro del Pop Art

Critiquitas 471: El cometa de Cartago, Y. Lepennetier e Y. Chaland, Eurocomic 1986

Hay una especie de pelea por cual es la mejor obra de Chaland. Unos dicen que esta, El cometa de Cartago, y otros que F-52. Yo estoy, como habéis adivinado, con los 1º. El cometa me parece sublime mientras que las otras obras me parecen sólo notables. Por lo visto la dificultad que tiene este cómic es que es una historia sobrenatural. Así pues en verdad nadie discute que El cometa es sublime, lo que pasa es que no todo el mundo acepta los efectos desconcertantes de lo preternatural. Pero en realidad es precisamente esto lo que sublima el tremendo magisterio de Lepennetier y Chaland. Lo sobrenatural deja más claro que las otras obras protagonizadas por Freddy que sus autores juegan con el lector de una forma más audaz a como lo hacía Hergé, que tienen un sentido del humor chocante y que les gusta hacer elipsis vertiginosas y demostrar que los héroes no resuelven nada. Las obras de Chaland son iconoclastas, socarronas, extrañas y libertinas y eso el toque sobrenatural tal y como lo entendía Lovecraft, vulnerador de las leyes físicas, lo eleva al convertirlo en algo fascinante. De todos modos sospecho que a alguien francés este autor le resultará menos extraño que a uno que no lo sea. Por ejemplo saber que la obra cita a Salambó, novela hoy olvidada pero madre del peplum que es un clásico francés, hace que la cosa despiste menos. Lo mismo pasa si se sabe un poco de historia cartaginesa (algo que les pone a los franceses porque Túnez fue colonia suya). Bueno, eso creo. Igual estoy siendo un arrogante por haber leído la novela y conocer la historia cartaginesa. 2 problemas tiene el lector de Chaland: que este era un cultureta (aquí cita un poema de Baudelaire y nombra a algunos artistas griegos de la Antigüedad, aunque no aporta nada saberlo, y se documenta muy bien sobre lo púnico) y que exige una lectura muy atenta. O sea, no es tan accesible como el autor estadounidense típico. En fin, el caso es que El cometa de Cartago es un relato fantástico en donde lo sobrenatural destroza lo normal y esto causa problemas a muchos lectores, a unos despista, a otros descoloca y a otros les saca de su zona de confort. Por eso hay discusión donde no debería haberla :D

La historia comienza como un cuento de Terror tradicional. Lo preternatural ha tomado el lugar antes de que la historia comience pero de eso nadie es consciente, ni siquiera cuando la irrupción de lo siniestro acaba con lo idílico; luego los sucesos inexplicables y los comportamientos enloquecidos reflejan que la normalidad se está deshaciendo, pero nadie reacciona porque eso es inasumible, y entonces todo estalla en un clímax final que coincide con un cataclismo que produce una catarsis en los personajes que demuestra que en parte lo vivido ya estaba implícito en su interior. Esto es lo que hace que la narrativa juguetona de Chaland pueda ser transgresora (esas viñetas "mal" encuadradas que tienen su eco en la sintaxis disparatada del final) y que la convencional historia de quién es el asesino adquiera una atmósfera extraña y un tono poético, y así que la lectura de El cometa de Cartago produzca la misma sensación que produce ser testigo de lo inexplicable. Comenzamos sin saber qué es lo que pasa, y tras una vorágine de acontecimientos nos damos cuenta de que hemos vuelto a la normalidad con el problema de cómo registrar eso que hemos vivido que ha sido anormal. Eso es leer este cómic. Por eso es mejor que los otros, que son simples disparates a lo primer Hergé o a lo Jijé en Spirou.


Critiquitas 471: El cometa de Cartago, Y. Lepennetier e Y. Chaland, Eurocomic 1986
El cometa de Cartago fue serializado en las entregas 41 a 45 de la versión española de Metal Hurlant, luego fue editado modestamente en álbum y hace unos años fue reeditado con una mejor traducción y un color moderno, y por ello algo diferente, dentro de un modesto integral en una edición que fue rápidamente saldada al irse la editorial a pique. Yo prefiero la 2ª porque creo que esta historia tiene que ser disfrutada como el unicum que es. Aunque sea parte de la serie de Freddy Lombard y tenga algo de continuidad, su calidad hace que no quede bien en un producto a granel. Pese a eso, si alguna vez el mercado español actual de la BD deja de estar regido por la nostalgia y el entretenimiento convencional, y entonces comienza publicarse cosas alternativas, clásicos u obras maestras, clama al Cielo que no se haya continuado reeditando a Druillet o sigamos sin Toppi, esto se reeditará en un tochal porque las mores hoy son así. 

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