La plaza de toros de Almadén es hexagonal, delineada por seis edificios donde dormían y tosían silicosis los mineros del pueblo, las manos que durante siglos le arañaron mercurio al subsuelo. Desde esa arena salió ayer la etapa que iba hasta Talavera de la Reina, la ciudad donde el toro 'Bailaor' destripó a 'Joselito' hace casi un siglo. A veces, el pasado avisa. Ayer, la etapa que iba desde Almadén hasta Talavera resultó un encierro. Un tropiezo en medio del sprint entre Golas y Farrar originó una carnicería. Llovían las cornadas. Golas entró con los dientes en la mano; Farrar ni eso, ni entró. Lo llevaron directo al hospital. Con un buen pitonazo. Tras ellos se desbocó el encierro. Erviti, Lastras, Reynés... Ellos al suelo; sus bicicletas, al aire. Scarponi se pegó de lleno. Maldecía. Ni podía desatarse las zapatillas. Tenía el brazo derecho blando, aunque no roto. Nibali se cayó con él y se trituró el culo. «Pero me he caído despacio. No tengo nada». El médico de su equipo no estaba tan seguro. También 'Purito' Rodríguez le quitaba sangre a su golpe. Torero él. Hasta bromeaba: «A mí me han dado por detrás. Pero he caído en blando, encima de los velocistas, que son mucho más grandes que yo». De la encerrona sólo se libraron Freire, tercero; Sagan, segundo, y Kittel, el ganador, el nuevo sprinter alemán. «Nunca tengo miedo», asegura Kittel. Rima con Zabel, su modelo. Tiene sólo 23 años y en su primera campaña profesional acumula trece triunfos. Roza el 1,90 metros de altura. Gemelo de Boonen. Y está diplomado en informática. Nació en una Alemania, la comunista del Este y creció en la otra, la capitalista. Lo sabe todo de su grupo musical preferido, AC/DC, y nada de toros. En la plaza de Almadén, a la sombra bajo otro día de cielo desierto y azul, el alemán decía antes de salir: «Todos deseamos al fin una etapa tranquila». Así, plácido, es hoy Almadén, el pueblo que dejó de gotear mercurio en 2003, cuando este metal básico en la obtención de plata fue declarado tóxico oficialmente, tras dos mil años de envenenar mineros. Se acabó el mercurio de los termómetros. Ahora, son eléctricos. Se chaparon las minas. Tapa. Lápida sobre el lugar donde cumplían condena los criminales más peligrosos. Pagaban sus culpas encadenados a las minas y agonizando intoxicados. Un sitio con esa historia siempre deja huella. Algo iba a pasar.El deseo de Kittel se cumplió al principio: por fin, la Vuelta disfrutó de una hora tranquila. Salieron al trantrán. Pero eso esconde un peligro: todos guardan fuerzas para el final. Casi todos: Maté, Fouchard, Houanard y Cabello empezaron solos a excavar el túnel hacia Talavera. Presos en fuga. En la frontera que pega La Mancha con Extremadura, cosida con millones de encinas. Huyendo por pueblos con nombres únicos: Sevilleja de la Jara, la Nava de Ricomalillo... Hicieron camino hasta que se levantó el viento. La carretera, ancha y fácil, se llenó de miedo. El Sky y el Garmin se ciñeron a la cuneta. Aire de costado. Cortaron el grupo en rebanadas. Cuando pasa eso, siempre se hace recuento. ¿Quién falta? Nadie. Los favoritos iban todos juntos. Y el viento, viendo que nada pintaba, se largó. Aunque antes había acabado con la fuga. En una Vuelta tan montañosa, ayer tenía que ser el día de los más veloces. No tendrán muchos más. De la plaza de Almadén a la de Talavera, donde cayó 'Joselito'. En el cartel de la Vuelta era el día de los sprínters. Farrar, Freire, Kittel, Petacchi, Bennati, Degenkolb... Cada uno metido en su propia expectativa. «Lo fundamental en una llegada así es la colocación», había dicho en la salida Freire, cada vez más entonado. Ya no tose, se aleja del catarro que le clavó el aire acondicionado y traidor de un hotel de Benidorm. Todos querían colocarse. Las dos rotondas de acceso a Talavera iniciaron el paseíllo. Veloz. Era el primer sprint de esta edición. El primero es siempre el más loco. Nadie se cree inferior. Kittel, Sagan, Freire y Bennati se ubicaron mejor que nadie. Farrar notó su error. Y cuando quiso enmendarlo se dio con Golas. Un roce basta. Rodaron por la arena. Volteados por el toro de la velocidad. Y ahí empezó el encierro. «Estoy molido», se lamentaba Reynés, que venía justo detrás. La caída hizo el dominó por la derecha. «Me duelen las manos del frenazo que he tenido que dar», relataba 'Purito'. Tenía despellejado un dedo. Él y Nibali se cayeron sin más daño. Eso parecía.Otro muroScarponi, en cambio, recibió un buen puyazo. Sentado, sin el maillot, trató de quitarse las zapatillas con la mano derecha. Desistió. Y usó la zurda. Le dolía la otra. Nibali, que lo vio, se arrimó para interesarse: «¿Cómo estás?». Scarponi, su rival en el pasado Giro y quizá en esta Vuelta, no le dio pistas: «Bien, bien, no es nada». Pero dolía. Hoy, en San Lorenzo de El Escorial, le harán falta las dos manos para estrujar el manillar. Allí también hay plaza de toros. Empinada. A 'Purito', Nibali, Scarponi, Wiggins, Nieve, Zubeldia, Van den Broeck, Bruseghin, Pardilla, Fuglsang, Menchov, Sastre, Brajkovic y Antón les espera un final como el de Valdepeñas de Jaén: otro kilómetro con muros del 23 por ciento. Y empedrados. El que ganó en Valdepeñas, 'Purito' la quiere: «Esa también la tengo anotada». Quiere dar otra cornada.Fuente: eldiariomontanes.es