Crónica de mi vista al Museo del Romanticismo
Por Bdebabel
@BabelT
Hace unos días estuve paseando por el arte y la historia de uno de los rincones más pintorescos de Madrid: el Museo del Romanticismo. ¿Alguna vez habéis visitado este museo? Es una preciosidad de cuento.
Renovado y en espléndidas condiciones, este museo dedicado al periodo del Romanticismo (siglo XIX) recibió a un grupo de blogueros con mucho entusiasmo y amabilidad. Me agradó volver a esta casa-museo que parece un palacete lujoso con sus lámparas acristaladas en los techos.Subimos la elegante escalera donde las palabras piratas de Espronceda nos animan hasta el primer piso, donde comienza el recorrido de salas engarzadas como habitaciones de un hogar decimonónico. Se respira el ambiente de aquella época en el que sus habitantes se reunían en la sala de bailes para danzar no más de cuatro veces con una misma pareja o agitar sus abanicos en un complicado juego de mensajes mientras el rico mobiliario ostentaba el status social de los anfitriones. La apariencia lo era todo. La alta sociedad debía anunciar su opulencia y blindar su reputación contra todo rumor. Un protocolo tan severo fue la semilla para el movimiento del Romanticismo, cuyos artistas y escritores encarnaron con gran pasión. Por encima de la razón y la etiqueta, más allá de la aceptación de sus congéneres, el romántico por excelencia se rebelaba contra las normas establecidas. Su arte apelaba al sentimiento más exacerbado, al idealismo de épocas pretéritas que sugerían un estilo de vida más lírico, creativo y compasivo.Es un placer aislado del mundanal exterior sumergirse entre estas salas perfectamente amuebladas para la residencia de aquella época. Repletas de objetos cotidianos, nos sorprenden unos marcos de fotos de actrices sobre un piano. En el cuarto infantil, muchos juguetes aún reconocibles como soldaditos de plomo y casas de muñecas brillan con recuerdo melancólico bajo la mirada de retratos post-mortem de los niños que una vez los usaron. Apetece dedicarle varias horas a esta casa-museo porque el tiempo pasa volando y hay muchísimo que ver. Cuadros de gran belleza en todas las paredes empapeladas de colores intensos, vitrinas que atesoran tarjeteros de baile o un curioso aunque particular brazalete confeccionado con pelo funerario. Después de todo, el concepto de la muerte ha evolucionado mucho a lo largo de los años.Aunque no pudimos esta vez degustar té y tarta en el encantador Café del Jardín, nuestra visita disfrutó del lujo de un pase privado a la biblioteca. Con sumo cuidado, y usando guantes para proteger los antiguos volúmenes, nos enseñaron ejemplares de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, Cuento de Navidad de Dickens y, mi favorito, La divina comedia de Dante, dos tomos enormes ilustrados que todos los presentes miramos con la misma devoción que sus cuidadores.Web del MuseoCafé del JardínOs invito a perderos una tarde fría en este museo, pues os acogerá con calidez y os hará olvidar el tráfico y los deberes. Babel de antaño.