Revista Cultura y Ocio

Crónica de un viaje a Irán: Shiraz y Persépolis. (Parte V)

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Nacho S

Panoramic view of Shiraz from Shahid Dastghayb Ddormitory.

La llegada a Shiraz tuvo lugar a primera hora de la mañana, cuando aún no había amanecido. Estábamos en una estación de autobuses de las afueras. Las salas estaban llenas de gente que se amontonaba en las zonas de asientos y en las paredes. Allí conocimos a Eduardo, un portugués antiguo trabajador de Naciones Unidas que tras varios años trabajando en Mozambique se había propuesto llegar hasta Australia sin coger ningún avión.

El portuñol pasó a ser el idioma vehicular. Decidimos coger un taxi e ir al centro a descansar a algún hostal. El taxista nos dejó en una calle muy céntrica llena de pensiones. Agotados, nos quedamos en la primera que nos hizo un precio razonable. La que elegimos era tremendamente cutre y la habitación olía a orín. También vimos algunas cucarachas. Pero estábamos tan cansados que nos dio igual. Tras dormir unas horas y recuperar fuerzas salimos a ver la ciudadela de Karim Khan, que estaba muy próxima a nosotros.

Shiraz Karim Khan

Paseamos por sus interiores y por su patio lleno de árboles frutales. Hacía tanto calor que hasta nos decidimos por beber de uno de los típicos puestos de agua helada tan tentadores que suele haber por la calle. Probamos un poco y nos sentó como un tiro, probablemente por predisposición psicológica. Igualmente seguimos con nuestro nuevo compañero charlando de todo un poco. Yo tenía especial curiosidad de saber cómo pensaba salir de Irán. La frontera con Pakistán estaba cerrada por culpa de una bomba que habían puesto unos fundamentalistas unos días antes, la de Afganistán no sonaba como una idea genial y tan sólo quedaba la opción de Turkmenistán. Eduardo nos comentó que no era fácil pasar por problemas de visados y trámites a ese hermético país, pero que él lo iba a intentar.

Nos acercamos después a la zona del bazar, donde a la entrada se encontraba la mezquita Vakil.

Shiraz vakil

Tan sólo había dos obreros trabajando entre el entramado de columnas en labores de restauración. La hora de sentarnos a saborear un té parecía que se aproximaba.

Después de relajarnos en una estupenda tetería al aire libre bajo la sombra de sus toldos continuamos paseando por el bazar. La idea era llegar al Imamzadeh ye Ali ebn e Hamze. Un imamzadeh es el lugar donde descansan los restos de una persona descendiente directa de un Imam chií. Se convierten en lugares de culto donde la gente va a rezar o a sentarse sobre las alfombras a meditar.

Shiraz imamzadeh

Shiraz, Imamzadeh ye Ali ebn e Hamze

Alcanzamos después la histórica puerta Qur’an, que daba entrada a la ciudad antiguamente. Desde aquel punto elevado se apreciaba toda la ciudad, rodeada por los montes Zagros.

Paramos un coche y le dijimos que nos dejara en Shah Cheragh. Este lugar es un monumento funerario que alberga las tumbas de los hermanos Ahmad y Muhammad, hijos del séptimo Imam, y que atrae a infinidad de peregrinos. Nos registraron antes de entrar y enseguida notamos que el ambiente era de un alto fervor religioso. Era un complejo grande lleno de peregrinos y de familias sentadas en el patio sobre alfombras.

Shiraz shah

Tras recorrernos el lugar decidimos ir hacia un famoso guesthouse que nos había comentado Eduardo. Allí nos sentamos a cenar en un patio interior lleno de gente occidental. Debía tratarse de un lugar de referencia para los que usaban la guía de viaje Lonely Planet. Se podía cenar en una mesa convencional o en uno de esos peculiares sofás-cama, con sus cojines y todo, donde también era servida la comida.

El camarero era muy amable y sonriente. El nivel de inglés de los trabajadores era bastante superior a la media y el menú ofrecía gran variedad de platos típicos. Ahí encontré la oportunidad perfecta para probar el dizi (también llamado Abgusht). Se trata de un estofado muy característico en la cocina persa. Lleva garbanzos, cordero, alubias, tomate y especias como la cúrcuma. Se sirve en una cazuela acompañado de un mortero. Con el mortero se aplasta todo otorgándole una consistencia más apta para comerlo con el tradicional pan plano.

Shiraz Dizi salad and doogh

Echando el té tras cenar conocimos a dos chicas de Barcelona que tenían nuestra edad que planeaban ir al día siguiente a Persépolis. Ellas ya tenían contactos de otras nacionalidades en aquel lugar así que decidimos entre todos alquilar un minibús e ir hacia allá. Quedamos al día siguiente allí mismo por la mañana para salir todos juntos. Tras hablar un buen rato llegó la hora de dejar aquel magnífico lugar y volver a nuestra cochambrosa pensión.

Al día siguiente volvimos allí temprano y le pagamos a la mujer que se encontraba en la recepción por los servicios del minibús. Pagamos 50 dólares entre todos, con un billete que había traído yo. El grupo al final consistió en nosotros dos, Eduardo, las dos chicas de Barcelona y un australiano, así que tocamos a poco más de 8 dólares por cabeza. Nuestro conductor era un tipo muy amable, educado y sonriente. Nos fue explicando durante el viaje hasta Persépolis un poco de todo: sobre el tipo de industria de Shiraz, el tráfico, la policía, las carreteras o incluso los vendedores ambulantes que se ponían en los lados de las autovías.

Llegamos a Persépolis y nuestro amigo conductor nos dio un par de horas para ver todo aquello, después seguiríamos hacia la Necrópolis. Efectivamente, tal como se nos avisó, el calor allí en medio era sofocante, pero haciendo caso a los consejos de la guía íbamos con sendas botellas grandes de agua fría para el caso.

Ruins_of_Persepolis

La que fuera capital del imperio persa durante la época aqueménida se disponía extensamente sobre una explanada. Fue el lugar de Irán donde más turistas vimos concentrados con diferencia. Había muchos grupos organizados que sobrepasaban en número al turismo nacional. Había muchísimos vestigios conservados de una forma excelente. Los grabados en la roca eran magníficos, tanto las representaciones como los textos cuneiformes, así como las columnas, capiteles y demás. En la parte posterior del complejo se podía subir a un monte desde donde se veía toda la antigua ciudad desde lo alto.

Volvimos al minibús y avanzamos unos pocos kilómetros más hacia Naqsh-e Rostam. Allí horadadas en la roca, con forma de cruz, se encontraban las espectaculares tumbas que parecen pertenecer a Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II, antiguos reyes aqueménidas.

Shiraz

La visita estaba siendo impresionante así que alentados por nuestro espíritu positivo volvimos a beber de las famosas fuentes de agua helada para aplacar el calor y esta vez sí que nos sentó divinamente.

Tocaba volver a Shiraz. Volvíamos todos en el minibús hablando ya en tono de despedida. Javi y yo íbamos a ser los primeros en bajarnos en la estación de autobuses. Habían sido unos compañeros de viaje efímeros pero nos llevamos una buena impresión de ellos, especialmente de las chicas de Barcelona y del peculiar portugués, con quienes hablamos más. Tras una despedida parados en la acera, mochila al hombro emprendimos el camino hacia la estación. Habíamos decidido ir hacia la que es probablemente una de las ciudades más antiguas del mundo: Hamadán.

Tras el clásico reloqueo para conseguir información, por 8€ al cambio nos vendieron el billete del autobús en el que pasaríamos las siguiente 15 horas, recorriendo el país de sur a norte. Había que intentar dormir y no volverse loco. Al menos los asientos eran los llamados VIP, que son más grandes y acolchados además de tener mucho espacio para las piernas.

El autobús arrancaba. Otra historia se acababa y otra nueva comenzaba.


Crónica de un viaje a Irán: Shiraz y Persépolis. (Parte V)
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