Crónica de una escisión

Publicado el 05 noviembre 2015 por María Bertoni

‘Decor’ se proyectará el martes 10 a las 20 en el cine Gaumont y el domingo 15 a las 21.30 en el Centro Cultural San Martín.

Hay algo de Julio Cortázar -al menos de los cuentos Continuidad de los parques y El axolotl– en Decor, uno de los largometrajes elegidos para competir en la 5ª edición del Festival Internacional LatinArab, que arranca esta noche en Buenos Aires. Por lo pronto, la protagonista Maha también vive a caballo de dos realidades empecinadas en disputársela: en una convive con Sherif, no tiene hijos y trabaja como diseñadora de producción cinematográfica; en la otra está casada con Mostafa, tiene una hija adolescente y ejerce la docencia en una escuela primaria.

Sobre todo al principio, la opera prima del egipcio Ahmad Abdalla fascina a quienes gustamos de las historias que cuestionan la supuesta condición unidimensional del tiempo. Aunque se inclina por el drama y propone otro tipo de disrupción, el film evoca el recuerdo de -curiosamente- un éxito hollywoodense.

De hecho, el movilero que Bill Murray encarna en El día de la marmota también parece haber sido víctima de un dios despiadado. En la película de Harold Ramis, la condena celestial consiste en transitar incontadas veces una misma jornada.

Porque a priori apuesta al drama, Abdalla juega más con el fantasma de la locura, con la aprehensión que la enfermedad mental provoca en la protagonista y su entorno. Por otra parte, la superposición de dos presentes conforma una plataforma narrativa desde donde el realizador aborda algunos de los mandatos impuestos a las mujeres, en especial aquéllos sobre el matrimonio y la maternidad.

Mientras desarrolla este thriller psicológico y filosófico, el realizador encuentra la manera de rendirles homenaje al cine en general y a los clásicos de su país en particular. El uso de la fotografía en blanco y negro contribuye a este tributo que, hacia el final, hace gala de un gran sentido del humor.

Para algunos espectadores, Decor habría sido una película impecable si Abdalla hubiera prescindido de ciertos pasajes redundantes. Acaso por ese sobrante, resultan excesivas las casi dos horas de duración.