Siete de la mañana en punto, suena el despertador (parece el inicio de una mala novela). No soy perezosa pero estoy destrozada por mi trabajo y me vuelvo a sumergir en el sueño sólo un minuto y diez segundos más -los segundos son importantes también-. Cuando me decido a abrir los ojos son las siete y cincuenta y ¡mierda!, mi hermana me espera para montar el stand de la asociación country La Torre para vender libros de segunda mano y por primera vez en Sant Jordi, el stand de la asociación de escritores "La Destilería", para vender los libros publicados de los escritores miembros, a los que debemos apoyar e impulsar. Como ya llego tarde, me preparo mi café, me doy una ducha y, muerta de sueño, intento ponerme mona. Eso lleva su tiempo, pues ya no soy una niña, y aunque no suelo maquillarme sí he de estar presentable, que viene la tele y no puede pillarme "con estos pelos". A las ocho y treinta ya está Belén llamándome, que a ver dónde cóño estoy, que si habíamos quedado y no, y... si, si, espérate, que tengo que eliminar mis ojeras... Me apaño como puedo, cojo mi bolso, la agenda, me repeino sin mirarme al espejo y salgo pitando para la plaza, donde me encuentro a mi querida hermana peleándose con la carpa del stand. Voy a obviar el proceso de montaje de dicha carpa, en el cual nos ayudó un amigo. Si bien los escritores ideamos historias que son rompecabezas y las piezas las ensamblamos en nuestras mentes, somos incapaces de realizar trabajos "manuales", salvo aporrear el teclado del ordenador o manejar un bolígrafo para escribir notas en los sitios más insospechados. Muchos de nosotros tenemos que escribir allá donde nos pille la inspiración y echamos mano de lo que sea, incluso un trozo de ladrillo como soporte y un lápiz de labios para escribir (los hombres imagino que utilizarán otra cosa, no sé, ya preguntaré).
El día fue fantástico. Vendimos muchos libros de segunda mano, muchos de ellos me pertenecían y los doné a la asociación country para recaudar fondos. No hay nada peor para alguien que ama los libros que desprenderse de parte de su biblioteca, pero ya no me queda apenas espacio y debo dar paso a nuevas publicaciones. Únicamente conservo libros excepcionales y clásicos que marcaron mi vida de una forma u otra, así como aquellas obras dedicadas por sus autores (soy frikki literaria, ¿y qué?). Ver cómo se compran libros que llevan tu nombre, la fecha en la que los leíste y que se los lleva un desconocido para no volverlos a ver jamás es un dolor profundo en el corazón. Sé que estarán en buenas manos y que los cuidarán como yo, pero esa espina no me la quitará nadie mientras viva, aunque esto suene a tragedia clásica. Algunos he podido recuperarlos pero otros los he perdido para siempre. La imagen con la que me quedo es con la de una amiga de mi sobrino, jovencísima, que apenas podía cargar con más de diez libros entre sus brazos, la mayoría míos. La amplia sonrisa con la que se marchaba a su casa compensó las lágrimas derramadas por separarme de mis amigos. Para que luego digan que la juventud de este país no lee... Al menos sé, y eso me llena de satisfacción, que he contribuído a que otras personas disfruten y sueñen con historias que han marcado mi vida y con las que aprendí a ser persona, con las que conocí otros mundos, comprendí otros puntos de vista, viví aventuras emocionantes muy lejos de mi realidad, hicieron de mí una persona tolerante, más culta y más abierta... En definitiva: los libros me hicieron crecer como persona y me dotaron de un alma libre capaz de tener opiniones, pensamientos, llenándome de alegría cada vez que me sumergía en ellos. Pero lo que es más importante: todo cuanto he leído me ha hecho fuerte para atreverme a decir lo que pienso y a defenderlo con argumentos, sin titubear, sintiéndome muy segura de mí misma. Creo que no existe mejor escuela ni mejor educador para formarse como persona que un buen libro.
Estoy empezando a divagar, así que continúo con la crónica de este día tan especial para mí. A mediodía Radio Ona La Torre entrevistó a dos escritores miembros de La Destilería: Ramón y Belén, en directo a través del 107.0 FM y el TAC 12, la televisión comarcal, hizo lo propio pero en diferido, así que ya pondré el enlace al programa más adelante. Amando no pudo ser entrevistado pues en esos momentos firmaba ejemplares en la Llibrería Adserà (Tarragona), pero se unió a nosotros para firmar en Torredembarra más tarde. La asociación de escritores "La Destilería" se estrenó este año. En su primer Sant Jordi hemos vendido unas cuantas novelas, muy poco para quien esté acostumbrado a vender, pero para nosotros supone una alegría inmensa. Yo hice "patria" y compré dos ejemplares, pasando de best sellers y superventas que en nada contribuyen a mis objetivos de lectura, además de que debo ser la primera en dar ejemplo y apoyar e impulsar un proyecto en el que creo firmemente. El ránking de ventas quedó en empate entre Amando Lacueva, Ramón Valls y Belén Márquez, con unos cuantos ejemplares vendidos cada uno, a los que hay que añadir los ejemplares de la antología en las que participan Belén y Ramón. He de comentar una cosa anecdótica y curiosa que me hace creer aun más en la magia de Sant Jordi: todos los libros vendidos fueron de autores presentes en el stand firmando. Se vendieron incluso sin estar allí en muchos momentos debido a otros compromisos, pero esos minutos que dedicaron a estar allí promocionando sus libros parece que dieron fuerza a sus portadas iluminándolas con un aura irresistible que atrajo a lectores y compraron sus libros. Y es que yo siempre he pensado que no existe nadie en el mundo mejor que el autor para vender su libro. El vínculo de un escritor con su novela es lo que provoca esta magia que hace destacar sus obras por encima de las demás y atraer a los lectores.
Lo más divertido del día fue encontrar viejos papeles en los libros de segunda mano: al pasar las páginas de los libros para comprobar su estado descubrimos documentos como... bueno, ya os contaré: joyas impagables, pero de eso hablaré en otra nota muy pronto (titulada "El encanto del libro de segunda mano"), ya que sería muy extenso para esta nota y me gustaría hablar de todo lo que encontramos en un artículo aparte.
Las anécdotas del día, divertidas, cómo no. Os cuento las mejores:
*Un grupo de disminuidos psíquicos que vendían rosas realizadas con cintas y cápsulas de café recicladas (increíbles y preciosas), se para frente al stand. Una chica señala "La guerra del francés" de Amando Lacueva y me dice:
-Yo la he leído y me ha gustado mucho.
Le respondo:
-A las tres de la tarde viene Amando y te firma la novela.
Me contesta:
-No puedo traerla, la novela es de la biblioteca.
Aquí se me puso un careto de aquellos "ternura en mode on" y ganas de dar gracias eternas a Dios o a quien sea por estos momentos. Ojalá hubiera podido regalarle el libro si mi economía lo permitiera.
*Una escuela del pueblo trae a un grupo de críos de 4-5 años para que vivan el día de Sant Jordi. Las caritas de los niños con las barbillas apoyadas en los libros expuestos era para hacerles una foto antológica, estaban preciosos devorando los libros con la mirada, pero lo mejor vino cuando uno de ellos señala "Jurassic Park" de Michael Crichton y suelta: -Estos están todos muertooooosssssss....
*Una mamá paseando con un niño "tocalotodo":
-Deja los libros, que son para comprar.
No pude evitarlo y le dije a la señora entre dientes:
-Los libros no son para comprar, son para leer. La compra es sólo un trámite y a veces, ni eso.
Evidentemente ni me escuchó, tampoco me importó que lo hiciera pero horas más tarde una señora muy mayor pasó por el stand y comentó:
-Total, esto solo son libros para leer.
A lo que le contesté:
-Pues total, cómprelos para nivelar las patas de la mesa o para que le hagan juego con las cortinas...
Evidentemente no iba a comprar ninguno pero yo me quedé a gusto, no puedo contenerme ante estos despropósitos y nadie podía ni conseguiría aguarme la fiesta, ya sabemos que hay gente que no aprecia la lectura ni aunque su vida dependiera de ello.
Así transcurrió el día, entre ventas, risas, algunas cervezas y cafés, anécdotas y charlas siempre interesantes con los amigos y escritores que por allí se pasearon y estuvieron con nosotros. Gracias a Amando Lacueva, a Ramón Valls (por estar presentes firmando) y a mi hermana Belén, por lo mismo y por organizarlo todo.
Me llevo a casa libros de todos ellos, cómics de Mortadelo y Filemón y libros de segunda mano que he conseguido recuperar. Un gran Sant Jordi en el que tanto mi dragón Lyodrán como yo hemos quedado enormemente satisfechos y hemos aprendido muchas cosas. Me llevo también tres rosas: una de jabón, otra hecha con cintas y una fabricada con cartones de huevos pintada por la "canalla" (los chiquillos) de los castellers Nois de La Torre. La imaginación al poder. También me han regalado un brote de pino para plantar, alucinante. Me han quedado muchas cosas por contar pero lo haré, os lo prometo. También os prometo fotos.
Hasta el año que viene. Ya estoy deseando el próximo Sant Jordi... felices lecturas.
Carolina, El Halcón.