Revista Cine

Crónica del Festival de la Habana (Día 3)

Publicado el 07 diciembre 2011 por Fimin

Es cierto que en el cine Latinoamericano pocas veces nos encontramos con películas donde una pandilla de oficiales con rostro de piedra van en busca del héroe retirado para solicitarle sus servicios nuevamente, difícil es encontrarnos con el actor secundario negro que carga con las dosis de humor y mucho menos la rubia despampanante que por fin se entrega en los últimos planos de la historia. Sin embargo, hoy se proyectaron dos películas que, si bien carecen de los tópicos del cine de acción norteamericano, la dinámica, la violencia y la velocidad dejan al espectador sumido en una taquicardia de altos vuelos.

“Miss Bala”(2010) del director mexicano Gerardo Naranjo, cuenta la historia de Laura, una joven mexicana que aspira a ganar el concurso de belleza de Baja California pero sin desearlo se ve envuelta en una trama de sicarios que siembran el terror allá en el norte mexicano.

Víctima de su devenir, Laura va diciendo que si a todo ya que la negación no es algo que entre en los planes de estos mexicanos cabreados y asesinos. Con una dinámica propia de videojuego, la protagonista va atravesando diversas esferas de poder entre coches tiroteados, policías corruptos, traidores de rodillas, extrarradios polvorientos y cocteles sobre el césped.

No hay respiro, no hay fin, la violencia espiral absorbe todo lo que le rodea y va minando las experiencias de vida de aquellos que, sin tener ningún castigo más que el haber nacido en ese maldito rincón del planeta, son golpeados por una realidad donde los finales solo suceden en las portadas de los periódicos.

La siguiente película que continua en esta línea es “La hora cero” (2010) de Diego Velazco. Película venezolana sorprendente, no solo por su temática  sino también por venezolana.

Venezuela rueda al año entre ocho y diez películas, lo cual es todo un logro para un país en el que hasta hace poco tiempo el promedio era de dos a cuatro.

“La hora cero”, una mega producción si tenemos en cuenta los datos anteriormente mencionados, tiene ese atractivo de las producciones sudamericanas que hacen suyos los códigos de veracidad norteamericanos (Véase, por ejemplo, “Ciudad de Dios”). En ella se narra la historia de un asesino a sueldo que, en plena huelga de médicos, asalta un hospital privado  para salvar la vida de su novia y la del niño que está a punto de parir. Aquí la vida tampoco vale nada, la policía peca de policía y el periodismo hace lo suyo para embarrar aun más las cosas.

A raíz de este episodio se van desenmascarando diversas realidades que comprometen no solo a aquellos que viven al margen de la ley sino también a quienes, amparados en su defensa, del mismo modo la violan.

Tanto esta película como “Miss Bala” acaban predicando aquello que, de una forma u otra, se extiende como una gran verdad en todo el continente y que surge de la compleja  combinación de conceptos como poder, ambición y pobreza, y esta no es otra que “aquí no se salva nadie”.

Por otro lado, y muy lejos de lo que anteriormente se ha comentado, nos encontramos con la película argentina “Cerro Bayo” (2010) de la directora Victoria Galardi.  

En ella abandonamos toda dosis de exaltación y sangre y fuego y pulsión y hambre y verdad para bajarnos de un ostión a la mansedumbre de una historia mínima, una familia del sur que, tras el intento de suicidio de la abuela, continua con su vida con cierto cambio, véase la visita de la tía endeudada que viene de la capital, el viaje soñado del niño, el concurso de belleza de la niña, la búsqueda del dinero que aparentemente la anciana gano en el bingo y una serie de cuestiones que se abordan todas con los parpados a media asta.

Una película que hace saltar la alarma con respecto a ese cine silencioso y cotidiano que tan bien ejecutan directores como Lisandro Alonso o Carlos Reygadas. Aquí uno se cuestiona; vale, el cine debe contar la vida cotidiana pero, ¿a costa de qué? Pasar a lenguaje cinematográfico una historia significa que el cine se merece esa historia tanto como la historia el cine pero ¿Cerro Bayo” se lo merece? ¿Merece ser una historia? ¿Merece ser cine? Yo creo que no, aunque su directora si se merece continuar por esta línea hasta definir con precisión que es aquello de la vida que solo una cámara puede captar. 

Ariel Fernández Verba


Volver a la Portada de Logo Paperblog