Abres un libro, creyendo que abres un libro. Comienzas a leer un libro, creyendo que comienzas a leer un libro. Y entonces el firmante de la obra (en este caso, el florentino Vasco Pratolini) te suelta, a bocajarro: “Este libro no es una obra de fantasía. Es un coloquio del autor con su hermano muerto. Al escribirlo, el autor trata sólo de hallar consuelo. Nada más”. A partir de esas líneas, entiendes que tu actitud debe ser otra. Que no puedes pasearte por sus páginas con un lápiz en ristre, dispuesto a subrayar lindezas estilísticas o marcar errores. Alguien te ha puesto una silla para que, sentado en ella, escuches; y tú escuchas, con el máximo de los respetos y con la conmoción erizando tu piel.Asistes a la narración de dos infancias difíciles, unidas y separadas por el azar. Una madre que muere al dar a luz al hermano pequeño. Un hermano mayor (Vasco) que culpa absurda, atrozmente al recién llegado. Una adolescencia en la que se dibujan aproximaciones y distancias. La lucha por sobrevivir en tiempos duros. Los paseos por calles pobres. Las visitas a la abuela en la residencia de ancianos.No hay aquí adornos. No hay concesiones literarias de cara a la galería. No hay búsqueda de primores. No hay deleite en la persecución de los adjetivos. Todo es directo, descarnado, escueto, cortante, realista, amargo.Un gran libro.
Abres un libro, creyendo que abres un libro. Comienzas a leer un libro, creyendo que comienzas a leer un libro. Y entonces el firmante de la obra (en este caso, el florentino Vasco Pratolini) te suelta, a bocajarro: “Este libro no es una obra de fantasía. Es un coloquio del autor con su hermano muerto. Al escribirlo, el autor trata sólo de hallar consuelo. Nada más”. A partir de esas líneas, entiendes que tu actitud debe ser otra. Que no puedes pasearte por sus páginas con un lápiz en ristre, dispuesto a subrayar lindezas estilísticas o marcar errores. Alguien te ha puesto una silla para que, sentado en ella, escuches; y tú escuchas, con el máximo de los respetos y con la conmoción erizando tu piel.Asistes a la narración de dos infancias difíciles, unidas y separadas por el azar. Una madre que muere al dar a luz al hermano pequeño. Un hermano mayor (Vasco) que culpa absurda, atrozmente al recién llegado. Una adolescencia en la que se dibujan aproximaciones y distancias. La lucha por sobrevivir en tiempos duros. Los paseos por calles pobres. Las visitas a la abuela en la residencia de ancianos.No hay aquí adornos. No hay concesiones literarias de cara a la galería. No hay búsqueda de primores. No hay deleite en la persecución de los adjetivos. Todo es directo, descarnado, escueto, cortante, realista, amargo.Un gran libro.