Crónica Gijón 2011: Entre niños anda el juego

Publicado el 19 noviembre 2011 por Fimin

Todo certamen cinematográfico debe tener una obra protagonista. No tiene porque ser la mejor, ni mucho menos, la peor. Su función es, para bien o para mal, la de desestabilizar, incomodar o sorprender al espectador, dividir a la crítica, provocar espantadas en la sala y crear varios y diversos focos de discusión tras su pase. Pues bien, este año "Play," del sueco Ruben Östlund, tiene todos los boletos para llevare semejante honor. Hay quien la ve como un discurso xenófobo, pero también hay quien, sin embargo, la valora como una de las miradas más atrevidas, honestas y estimulantes que posiblemente podamos encontrarnos en el festival (que por cierto, es mi caso). La polémica está servida.

¿De qué va?

Tres chavales acuden, un día cualquiera, a un centro comercial para pasar la tarde. Es allí donde les intercepta un grupo de niños y adolescentes negros que les acusan de tener un móvil que les pertenece, y que les había sido robado. Un grupo que poco a poco va urdiendo una trama psicológica en torno a los dos amigos, confundiéndoles hasta el punto de tenerlos semi-secuestrados todo el día, en ascuas, y sometidos a toda clase de novatadas y absurdas peticiones. Y todo sin utilizar la violencia en ningún momento. Para al final quedarse, claro está, con el móvil de las poco avispadas víctimas. Una situación imaginada por Östlund a partir de sucesos reales, que se repitieron en Gotemburgo entre 2006 y 2008 hasta setenta veces.

¿Quién está detrás?

Entusiasta del esquí, Ruben Östlund dirigió tres películas acerca de este deporte en las que muestra su interés por los planos secuencia prolongados, algo que ha llevado en la mejor de sus versiones a la gran pantalla. Su largometraje de debut, "Guitar Mongoloid," recibió el premio Fipresci en Moscú en 2005 y se proyectó en Gijón en 2009. Más tarde llegaría "Involuntary" (estrenada en Cannes) y ahora hace lo propio "Play" tras resultar premiada en la Quincena de Realizadores de Cannes. ¿Su principal nexo en común? Además de ahondar todas ellas en las fracturas de una Suecia en la que (supuestamente) nunca pasa nada, ninguna de ellas deja indiferente a nadie.

¿Quién sale?

El protagonismo se lo llevan cinco pequeños delincuentes que parecen salidos del "Block" de Joe Cornish y sus tres jóvenes víctimas que tranquilamente podrían transitar el mundo de Haneke. Los inmigrantes atacan, los autóctonos reciben. Así nace el conflicto.

¿Qué es?

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¿Qué ofrece?

Conocido por su incisiva y humorística mirada sobre el comportamiento social de los seres humanos, Ruben Östlund relega el tono cómico a un segundo plano en "Play," una bomba incendiaria que atenta contra lo políticamente correcto, urgando el dedo en la llaga de nuestra supuesta sociedad del bienestar y proyectando una ambiguedad moral que nos puede llevar a varias interpretaciones. De buenas a primeras, un juicio simplista lo puede sentenciar por xenófobo, fascista, o incluso, por  proyectar un discurso de ultraderecha al mostrarnos a 5 delincuentes de color atentar contra tres pobres niños suecos de buena familia. Ahora, también se puede valorar como la exposición de un conflicto social en el que las víctimas recurren al robo y a la delincuencia en busca de hacerse con una justicia que los roles sociales impuestos por nuestra sociedad es incapaz de conceder. También podemos interpretar la alienación de una juventud (infancia en este caso) acomodada cuya mayor inquietud pasa por comprar el último modelo de Nike o llevar un I-Phone, que consume las horas encerrada entre las cuatro paredes de un centro comercial y que en el momento de padecer una injusticia, es incapaz de reaccionar presa de su corrección política y su incapacidad para hacer frente al conflicto. Desde esta perspectiva, tanto el que da como el que recibe, sale igual de malparado, uniéndose así sus caminos con un único destino posible: la aislación social.

Tan complejo planteamiento viene acertadamente articulado por un radical dispositivo formal, trasladado, como ya es habitual en la breve pero estimulante filmografía de Ostlund, medianta rigurosos planos secuencia, en la mayoría de sus veces con cámara estática y con un sorprendente enfoque que resulta clave para marcar un necesario distanciamiento sobre el conflicto expuesto, teniendo en cuenta que, por ejemplo, una simple cuna mal ubicada en el vagón de un tren puede perturbar nuestro frágil (¿impostado?) bienestar social.

Así es "Play," un film que lucha contra la indiferencia obligándotre a reflexionar, a tomar partido y que resulta tan incendiario como necesario. Lo dicho, podría ser la película del festival.