Si a ello le sumamos el pinchazo sufrido en mi maratón número 7... Nervios, tenía nervios. Sin embargo el test de Gavela me daba buenos resultados, mis piernas respondían genial en los entrenamientos y nunca antes, me había sentido tan bien yendo rápido.
Es por ello que el 19 de Febrero de 2017 me desperté a las 6 de la mañana. Debido al adelanto en la hora de salida de la prueba, tocaba despertarse un poco antes para comenzar los preparativos. En primer lugar, dejé haciéndose el café mientras me daba una ducha. A espabilarse.
Una vez desayunadas mis galletas mojadas en café (una grandísima dosis de azúcar sumada a una buena dosis de cafeína), comencé a vestirme. La noche antes había dejado preparada toda la equipación encima de la cama. Me acompañarían los siguientes elementos:
Mis pobres padres, apoyo incondicional en este tipo de pruebas, fueron los que me portaron al aparcamiento trasero del Estadio de Sevilla. Desde allí comencé a andar en dirección al guardarropa para saludar a mi amiga Irene que estaba de voluntaria. Mil gracias.
El llegar temprano me permitió desviarme y darme una vuelta por el interior del estadio para observar la pista de atletismo. Más allá de las pésimas condiciones del tartán, la visión era impresionante. El arco de meta situado al final de una larga alfombra azul. Los palcos vacíos. Los hinchables de los patrocinadores llenándose poquito a poco. Me eché una fotito:
Llegado el momento, me dirigí junto con otros miles de personas a la Avenida Carlos III. Accedí al cajón de salida que me correspondía (entre 3:45 a 4 horas), que para eso tengo una MMP en maratón de 3 horas 41 minutos. Además, quería evitar ponerme al final del pelotón.
En dicho cajón me encontré con Jesús y con un amigo suyo (lo lamento, no recuerdo su nombre). Durante gran parte de la carrera fuimos juntos puesto que ambos, tenemos ritmos muy parecido y además es un chaval encantador con el cuál se corre super agusto.
En el tiempo de espera me dediqué a realizar los ejercicios de respiración pertinentes. Tan importantes para relajar el cuerpo y la mente, como para activar la musculatura respiratoria antes de un esfuerzo físico. Lo cual se torna bastante complejo, porque estar rodeado de gente emocionada que añade aún más emoción a tus sentimientos, hace que sea difícil concentrarse.
A las 8:30 más o menos, se dió el pistoletazo de salida y los más de 10.000 inscritos comenzaron a trotar por el recorrido sevillano. Como pude, le tiré a mi padre el cortavientos de la maratón de Sevilla de 2015, puesto que el día...pese a que amenazaba lluvia, era agradable.
Respecto a la meteorología y antes de continuar la crónica, sólo puedo decir que jamás en mi vida he corrido una maratón con tan buenas condiciones. Se preveía que nos podía llover pero al final, no cayó una misera gotita de agua y el la temperatura era perfecta para correr.
Pero vamos a meternos ya en materia. Cuando crucé el arco de salida, sabía que iba unos segundos por delante de mi tiempo "recomendado". Sin embargo, necesitaba recuperar el tiempo perdido en la aglomeración y sobre todo...activar el cuerpo, que me cuesta trabajo.
Sabía que tardaría unos 7-8 kilómetros en comenzar a explotar mi ritmo, pero aún así comencé por debajo de 5:20 min/km. Si, lo sé...es bastante rápido. Sobre todo si tu intención es simplemente terminar la maratón y en todo caso...hacerla en menos de cuatro horas.
No lo pude evitar. Estaba tan nerviosito por volver a correr la Maratón, había entrenado tanto y tan bien...que no pude resistirme a volar. Y así fue como transcurrieron los primeros 10 kilómetros que me los fundí en unos 52-53 minutos. Me sentía super bien.
En República Argentina hice incluso una pequeña parada para saludar a mi amigo Ricardo, que estaba de espectador buscando a sus maratonistas particulares. Que grande Ricardo. De aquí paso a hablar del primer avituallamiento, el "embudo". Entiendo que sea el primero y que cueste trabajo adaptarse y entender para los corredores, pero creo que se debería cambiar de zona.
Todos los años que he corrido la Maratón de Sevilla y todos los años que ponen ahí ese avituallamiento, hay embudos de corredores agoreros intentando beber agua a toda costa. ¡Vamos a ver señores, que hay para todos y el avituallamiento es largo!
Pues nada. Es ver la primera mesita y se abalanzan todos como si no hubiera mañana. Yo simplemente esperé un par de metros hasta que ví un pequeño hueco. Me incorporé con precaución y pillé una pequeña botellita de agua para dar un trago, y después se la pasé a mis compañeros. Además, tampoco necesitaba mucho puesto que siempre llevo mi propia botellita para los primeros kilómetros. ¿A alguno se le ha ocurrido hacer lo mismo?
En fin. Una vez superado el avituallamiento de "calentamiento", cruzamos el Guadalquivir y empezamos a gozar de algunos de los sitios más pintorescos y bonitos de Sevilla: La Maestranza, La Torre del Oro, La Plaza de Toros, La estación de Plaza de Armas, etc.
Sin comerlo ni beberlo me planté en Torneo (a poco tiempo de llegar al kilómetro 10). En este punto, avisé a Jesús de cómo reaccionaba mi cuerpo: - Tú no te fies mucho de mi, ni me sigas demasiado, que yo a partir del kilómetro 8-9 se me va la olla y empiezo a zumbarle hasta el 30-.
Y así fue. Casi llegando al inicio de Ronda Norte sentí cómo el cuerpo se había terminado de calentar. Se me fue literalmente el cuerpo volando. Kilómetro 12 a 4:49, el 13 a 4:44, el 17 a 4:43, el 19 a 4:41...Me sentía tan jodidamente bien, que no quería parar.
Por supuesto, mi cabeza me repetía una y otra vez: "quillo, párate que te queda mucha carrera y después te vas a cagar cuando llegues al 30". Pero sabía perfectamente cómo iba a reaccionar mi cuerpo y seguí manteniendo estos ritmos rápidos. Todo iba genial.
En el 17, haciendo uso de mi estrategia de carrera me tomé el primer gel de fresa de NutriSport. En cada avituallamiento intentaba tomar un buen sorbo de isotónico, pero sabía que el kilómetro 17-18 era clave para empezar a reponer algo de los azúcares perdidos.
Pasé por el arco de la media maratón en 1 hora y 47 minutos. Esto me hizo pensar, comenzar a echar cuentas. Si en media maratón había echo ese tiempo, en una completa y tirando de fórmulas...era probable que bajase de las 3 horas y 45 minutos. Me volví loco.
Empecé a correr al mismo ritmo que antes, e incluso más rápido...llegando a alcanzar los 4:39 min/km en el kilómetro 26. Que locuron de carrera me estaba saliendo. Sin embargo, también llegué a la conclusión de que mis ilusiones...iban a suponer algo de sacrificio.
Ese sacrificio empecé a notarlo en el 23. Los pezones, algo irritados por la fricción y el sudor...empezaron a molestarme. El gemelo derecho, al entrar en contacto con el asfalto de mierda que hay en Gran Plaza, empezó a mandarme pequeñas descargas de aviso.
Todo esto llevó a que mi estado de ánimo no fuera el más "dicharachero del lugar". De hecho, pasé de ser el corredor que intentaba que la gente animase (porque si, este año la animación del público ha sido una mierda, lo siento pero lo he sentido así) a concentrarme de lleno en mi.
En el 23 me encontré por primera vez con mis benditos padres, que me tenía preparado mi segundo gel. Como pudieron, me echaron un par de fotitos y de vídeos, me preguntaron si estaba bien y se fueron a otra zona a buscarme. Son geniales. Gracias, padres.
Por el kilómetro 25 me permití descentrarme un poco para buscar a mi tia y a mis primos, que me estaban esperando junto al supermercado "Alcampo". Me hubiera gustado pararme y echarme alguna fotito con ellos o algo, pero en este punto...estaba metido de lleno en la carrera, y toda mi concentración se sustentaba en no cometer errores o locuras.
De esta parte de la carrera en adelante, recuerdo más bien poco. Entré en una especie de flujo mental en el cual sólo quería correr, aguantar, seguir corriendo, no liarla parda, correr más. Sé que en algunas partes de esta zona me encontré con muchas de las guerreras: Ana, Sole, Andreina, Cristina, etc. Pero de corazón, si no llega a ser porque ellas me reconocen...ni las veo.
Fue un poco locura. Cuando vas buscando marca y al mismo tiempo, quieres terminar sin sufrir...te metes de lleno en tu mundo. Creo que es de las pocas cosas en común que pueden sentir un maratonista "popular" y uno de élite: el estado de concentración maratonista.
Fue así como poco a poco llegué al inicio de la Avenida de la Palmera. Justo antes de entrar, respiré hondo y me repetí varias veces a mi mismo: puedes hacerlo, vamos a por ella, ya sabemos que es larga pero trata de no pensar en ello y en seguir adelante. Menos mal que justo antes de entrar me encontré con otro miembro de mi equipo de apoyo: mi querida Marta.
La pobre venía con todos los bártulos para verme. Durante unos segundos me siguió corriendo con el casco de la moto, la ropa de la moto, un par de bolsas que llevaba, etc. En fin, que a mi me dió muchas fuerzas, pero también me desconcentró al verla tan cargada...
Lo mejor es que al ver mi cara y al yo decirle: -te veo más adelante- entendió mi situación. Así que volví a mi estado de concentración mientras ella se marcahaba a buscarme en la infernal Avenida de la Palmera. Una vez allí, comenzó el sufrimiento y la dureza.
No sé si llamarlo: muro, bajona, topetazo o simplemente "el parón". Sé es que en el kilómetro 33 (unos minutos después de haberme tomado el segundo gel), bajé a un ritmo de 6:33 min/km. También me paré a hacer pis. Tuve que bajar el ritmo para hablar con Marta, mientras me volvía a perseguir o mientras le daba un besito de despedida. Y eso, tuvo su efecto.
Pero lo cierto es que todo eso fue una minucia en comparación a lo que sentían mis piernas. El señor gemelo derecho, empezó a pegarme pequeños bocaditos. El gemelo izquierdo me empezó a avisar de que se quería unir a la fiesta. El tibial anterior izquierdo, empezó a hacer cosas raras.
Toda esta "fiesta muscular" se producía al mismo tiempo que yo trataba de mantener la concentración, seguir respirando bien y realizar correctamente la técnica de carrera para no contraerme. En este punto, entré en un estado de concentración puro y duro.
En mi entrada en el Parque de Maria Luisa solo recuerdo a un montón de corredores sufriendo a mis laterales, a mi amiga Diana haciendo de voluntaria y dándome un vaso de agua (mil gracias, porque conseguiste sacarme una sonrisa) y el pésimo espectáculo de Plaza de España.
Me vais a tener que perdonar. Quizás fuera por mi estado de ánimo o por como me estaba tomando la carrera pero cuando llegué a Plaza España...sólo quería salir de allí. En primer lugar, porque la gente que había animaba bastante, pero no era ni mucho menos la animación de otros años. En segundo lugar porque odio correr por esta zona, por este pavimento. Y en tercer lugar porque me tocó muchísimo los "huevos" la dejadez con la que hacían las fotos los de "MarathonFoto". Al menos cuando estaba pasando yo.
No sé. Plaza de España sólo consiguió que me concentrase más aún en la carrera y que odiase las partes llenas de gente. Me dediqué a seguir a una pareja de corredores, para evadirme un poco. Fue así como llegué a la Avenida de la Constitución.
No recuerdo haber pasado por la Catedral, Archivo de Indias, Ayuntamiento, etc. Sólo recuerdo un molesto pasillo de gente estrechando mi espacio para correr, el suelo con las vías del tren que tenía que evitar para no tropezar y mis propias palabras de aliento mentales para no agobiarme por la situación: - vamos, tu puedes, un kilómetro más -.
Mi estrategia de carrera llegados a este punto: ir kilómetro a kilómetro. Mantener el ritmo e ir mirando el reloj. Había momentos en los que veía posible bajar de las 3:40 en Maratón y eso me hacía sufrir. Era entonces cuando simplemente me recordaba a mi mismo que terminar una Maratón y hacerlo en menos de 3:45 casi 100% asegurado, estaba estupendamente.
Positivismo, fuerza de voluntar y concentración. Esas fueron mis claves. Tras pasar por una Alameda de Hércules casi igual de agobiante que el centro histórico, me planté en el Puente de la Barqueta. Allí me encontré con Carla, que fue la que me localizó. Sabía que su novio Ibai también corría, y sólo me cupo preguntarle que tal estaba. A posterior me enteré de que todo fue bien (enhorabuena), pero me preocupó cuando me dijo que iba regular.
En fin, que también me alegró mucho encontrarme con Carla y me dió fuerzas. El hecho de que una persona te pregunte "de corazón", como estás y se preocupe por ti...personalmente me da mucha motivación. Le respondí como pude que iba a intentar bajar de 3:45, y seguí corriendo.
Lo que sí recuerdo son los dos últimos kilómetros. Duros, se hicieron muy duros. Éramos un sinfin de corredores dando sus últimas zancadas, sufriendo y disfrutando al mismo tiempo. Era un espectáculo impresionante. Bajé de nuevo el ritmo y me preparé para terminar.
Sabía que no iba a hacer menos de 3 horas y 41 minutos, pero me daba igual. Sabía que el sub 3:45 lo tenía asegurado. Que pese a haberme arriesgado en la primera parte de la carrera, había corrido literalmente con el corazón y apoyado por la cabeza. Sabía que quería terminar bien, sin calambres, aunque ello me supusiera llegar "justito". Era mi bendita octava maratón.
Y así fue. Accedí a la puerta que da a el tartán del estadio. Entré corriendo, seguro de mi mismo. Gozando de la gente en las gradas animando. De la música sonando, del espectáculo de recorrer los últimos metros en el mismo tartán que otros 13.000 maratonistas.
Llegó la recta final y ya nada importaba. El crono dictaba que iba a entrar en 3:46 pero...¿y que? Había terminado otra maratón, había superado mis miedos a esta distancia, había hecho una carrera de puta madre muy técnica y muy profesional. Era mía, sólo mía.
Alcé mis brazos al cielo y gesticulé con mis dedos el número 8. Ocho maratones, ocho medallas de finisher, ocho crónicas, ocho aventuras. Mi quinta Maratón de Sevilla. Y entré sonriendo, entré disfrutando, como tiene que ser, como se tiene que terminar una Maratón.
Al pasar por el arco de meta, colmado de gloria...también me colmó de energía el señor que portaba el globo de las 3 horas 45 minutos...que casi me arrolla. Pero eso no impidió que a posteriori le pidiera amablemente que se echase una foto conmigo, o que le agradeciese su labor.
En la zona pensada para el corredor me tomé mi tiempo, echándome fotos y buscando a la persona adecuada para colgarme la medalla. Quería tener un bonito recuerdo físico que no me costase 30 pavos (gracias, MarathonFoto). Y también buscar a alguien especial, para tener un gran recuerdo mental del momento en que me ponían la medalla.
Por supuesto, el encargado de esta tarea fue Antonio. Muchas gracias por colgarme la medalla, por darme la enhorabuena y por el pedazo abrazo que me diste pese a que estaba bastante sudado. Esos son los momentos "top" con los que me quedo. Mil gracias.
También estuvo muy guay leer los whatsapps de mi chica, orgullosa de mi por lo que había vuelto a lograr. No sé...no se puede estar más feliz como corredor, que después de terminar una maratón. Estiré un poquito contra la pared, disfruté del ambiente "postmaratón", y me fui.
Pillé una "manta plástico", de esas que estaban tiradas en el suelo y que todos los maratonistas se empeñaban en coger. Personalmente la cogí porque realmente sirve para no perder calor, y porque es algo que suelo utilizar en el postmaratón. Supongo que el resto...también.
También me hice con la pequeña bolsa de avituallamiento postcarrera (agua, naranja y botella de isotónico), pero ni de coña me quedé a la aglomeración de maratonianos intentando pillar refresco, botellas de isotónico, cerveza, fruta, etc. Me niego a tanta tontería.
Subí la cuestecita que hay en la salida, y me encontré con mi familia. Pese a sentirme bastante cansado y algo agarrotado (sobre todo en gemelos y tibial), estaba perfectamente para caminar. Tener que ir "pasito a pasito, suave suavecito", lo dejé para el día siguiente...sobre todo a la hora de tener que subir escaleras. Por lo demás, estupendamente.
Es por ello que quiero concluir esta entrada comentando lo orgulloso que me siento de cómo he corrido esta carrera, y de como la he entrenado. Han sido unos meses duros, pero sin pasarlo excesivamente mal. He entrenado tres veces por semana, haciendo dos tiradas cortas de no más de 12 kilómetros y unas tiradas largas que no han superado los 28 kilómetros.
Me ha faltado realizar más estiramientos, más técnica de carrera y más series de velocidad. Pero por lo demás, creo que he comido, he entrenado y he realizado ejercicio en la medida en la que tenía que hacerlo. Esto lo digo, sobre todo para los excépticos que me leen.
En cuanto a la carrera, pienso que la he corrido como tenía que correrla. Si no hubiera "arriesgado" en los primeros 30 kilómetros, quizás el tedio y el esfuerzo mental de controlarme en el ritmo, me hubieran hecho más daño que correr como corrí. Para eso hay que conocer muy bien como funciona tu cuerpo y tu mente. Después de 8 maratones, creo que los conozco bien.
Por último. Ha sido mi octava maratón y pese a la dureza sufrida en carrera, no cambiaría por nada lo sucedido. He entrado feliz, entero, disfrutando. He vivido muy buenos momentos. He aprendido, he mejorado y he terminado con una sonrisa...con ganas de hacer otra.
No quiero despedirme sin darle las gracias a la Maratón de Sevilla. A sus cientos de voluntarios que la hacen posible. A su incansable CM, que le da gran parte de la visibilidad al evento. A todos los apoyos conocidos y desconocidos que he podido tener durante el recorrido. Y a los cientos de miles de corredores que hacen grande esta Maratón de Sevilla. Hasta el año que viene.