30 de Agosto del 2013 | etiquetas: Festival de Venecia, Festivales 2013, Crítica
TwittearHoy he vivido una de las mejores situaciones que te puede ocurrir en un festival de cine, entrar a una película desnudo. Vaya, ya sé lo que estaréis pensando más de uno, y no, no he entrado en cueros literalmente sino que he entrado sin saber absolutamente nada de lo que me esperaba, ni de que iba, ni quien salía, ni de quien era. Al fin y al cabo se trata de una opera prima eslovena, que se ha convertido en una de las favoritas de la Semana de la Crítica a ganar el premio del público, y no es para menos, porque si he entrado sin atuendo alguno, he salido vestido con el más elegante smoking de toda la Mostra.
¿De qué va?
Todos teneis en mente la gran oda a la adolescencia cinematográfica, ¿no? Pues imaginad que no es la escuela la que se rebela contra el Señor Keating, sino sus alumnos. Una clase, un profesor, unos padres, y toda una sociedad occidental. El suicidio de una alumna pone a toda la clase en contra del nuevo profesor de alemán. Una claustrofóbica y tensa película desarrollada en un único escenario, el instituto, que se convierte en el ring de combate entre los alumnos y el profesor.
¿Quién está detrás?
El debutante Rok Biček de tan solo 28 años parece no haber olvidado como funcionan las cosas en un instituto. Una madurisima opera prima en la que la tensión es la principal acompañante de las reales situaciones que envuelven una clase de instituto, en Eslovenia, pero perfectamente extrapolable a toda la sociedad occidental. Una situación que no solo nos muestra el exagerado poder que tienen hoy los adolescentes, sino los errores de la sociedad en su conjunto, y uno de los más terribles de los temores, el miedo a pensar. El director consigue que no caiga el ritmo, y se muestra como un nombre a tener en cuenta, consiguiendo esta vez meternos en una clase dominada por una paleta de colores tan gris como real.
¿Quién sale?
Igor Samobor es el Sr. Keating atormentado por unos desconocidos y adolescentes checos que representan al dedillo la realidad de un instituto en el que no faltan los necesarios-y tópicos - personajes.
¿Qué es?
“El Club de los Poetas Muertos” más oscuro, en el que unos adolescentes pueden convertirse para su profesor en una pesadilla a lo “Confessions”, con una representación de la sociedad digna del mejor Vinterberg de “La Caza”.
¿Qué ofrece?
Es el retrato perfecto de que nuestros niños de hoy serán los hombres de mañana. ¿Y cómo van a ser hombres si nadie les ha enseñado a pensar? Son ellos quienes mandan en sus casas con unos padres exageradamente permisivos, e incapaces de hacer autocrítica y darse cuenta de que han fallado en su deber como educadores. Lo dice la directora: “antes los alumnos tenían miedo a los profesores, ahora es al revés” y es que el poder corrompe, y no es una excepción en estos alumnos, quienes después de un trauma como el suicidio de una compañera necesitan una cabeza de turco, y esa es la del nuevo profesor, el único que al fin y al cabo les ha valorado -o tal vez como él considera: sobrevalorado- dejandoles volar como si fueran adultos y obligándoles a reflexionar. Pero no, hoy no estamos preparados para el conocimiento, en definitiva, ¿que esperamos de una sociedad en la que la televisión juzga antes que la justicia, en la que todo el mundo se cree capaz de vestirse la toga de juez? Un retrato social perfecto con el suicidio adolescente como telón de fondo, una bomba de relojería que sacude a todos y cada uno de los que formamos la sociedad occidental. Empatizaremos con ella, y no tendremos otra alternativa que aplaudirla por su valentia y al fin y al cabo por su preocupante veracidad. Una joya.
Nota: 8/10