Catedral San Duje
Es necesario recalcar que el Palacio de Diocleciano no es un palacio en sí mismo ni un museo, es el palpitante corazón de la ciudad, un laberinto lleno de gente, bares, tiendas y restaurantes. El palacio, fortaleza militar, residencia imperial y ciudad fortificada compone todo el conjunto llamado así y declarado Patrimonio de la Humanidad. Se trata de uno de los monumentos romanos más imponentes que se conocen.
Aunque el casco histórico se modificó en la Edad Media, estas alteraciones inevitables a través de la Historia solo aumentaron su atractivo, se tardaron 10 años en construir el complejo. El bueno de Diocleciano no reparó en gastos importando mármol de Italia y Grecia y columnas y esfinges de Egipto.
Bien merece pagar la entrada y visitar las Salas del Sótano del Palacio donde corredores y salas abovedadas discurren por debajo de la ciudad, exudan una inquietante atemporalidad.
Plaza de la Fruta
Puerta de Hierro y Palacio Ciprianis-Benedetti
Peristilo de Split
Templo de Júpiter
Salimos del agobiante Palacio de Diocleciano por la llamada Puerta de Plata y nos topamos con un atestado mercado tradicional, es hora de ponerse de nuevo al volante y dirigirnos hacia la más desconocida Bosnia y Herzegovina. Sin duda, la parte más auténtica de nuestro viaje por los Balcanes.
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