NOTA: Esta entrada es continuación de la primera parte de las Crónicas Begameras, que podéis encontrar aquí.
-Lo reconozco, este sitio tiene sus ventajas- dijo Manu mientras se frotaba la barriga subiendo con su madre hacia su habitación.
La cena había sido copiosa, una auténtica comida de pueblo: con sus asados, sus salsitas, sus cuatro postres… desde luego, a ninguno de los dos le cabía absolutamente nada más en el cuerpo, por lo que estaban en extremo felices.
-Mira que eres, tanto protestar y al final te gusta-.
Llegaron a su habitación y se dispusieron para dormir. Su madre, como siempre, se tomó sus pastillas para poder conciliar el sueño tranquilamente (una de las maldiciones de la ciudad), mientras que Manu se recostó tranquilamente y se quedó dormido reviviendo el encontronazo con aquella chica.
El grito los despertó a los dos en el acto. Venía de abajo y les puso los pelos de punta. El reloj marcaba las dos de la madrugada.
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