Vista aérea de Alcorcón con Madrid de fondo.Comentan los pioneros, los primeros pobladores del barrio en el que vivo, que a principios de los sesenta la ciudad de los botijos tenía apenas dos mil habitantes. Cuentan también que por las cañadas no pasaban los trenes, sino las ovejas, y que Madrid era aún una ciudad lejana. Los más veteranos, esos hombres que con un entusiasmo juvenil que no se corresponde con sus canas crean las asociaciones vecinales, me explican que la explosión demográfica se produjo en los setenta, cuando hordas de extremeños y manchegos que llegaban ligeros de equipaje por la N-V, se instalaron en este pueblo hasta dotarlo de personalidad propia. Poco después comenzó la construcción masiva de viviendas. En 1980, Alcorcón tenía censados ciento cuarenta mil habitantes y había anexionado los terrenos donde se ubicaban los castillos de los Marqueses de Valderas (hoy reconstruidos), desde donde Franco vigilaba el frente de la Casa de Campo. Hoy día, Alcorcón ostenta el título de “Gran ciudad de la Comunidad de Madrid”. Y, de acuerdo con el faraónico proyecto Ensanche Sur, tiene intención de crecer aún más. Castillo de los Marqueses de Valderas.No podemos olvidar que la villa, situada a once kilómetros del centro de la capital, pertenece al área metropolitana de la ciudad de Madrid (o Gran Madrid), sin embargo, durante los últimos treinta años ha conseguido una idiosincrasia que la distingue de las habituales ciudades dormitorio españolas. Alcorcón, con sus más de 170.000 habitantes, es una ciudad moderna y funcional a la que no le falta de nada y donde conviven en armonía pueblos de muy diversas procedencias, aunque destacan en número los magrebíes, los polacos, los sudamericanos, los rumanos y los rusos, que junto a los españoles conforman un peculiar crisol que da color al laberíntico trazado del casco antiguo. La parte nueva, sin embargo, poco tiene de laberíntica; posee grandes avenidas, varias estaciones de metro (tanto de Metrosur como de Metro de Madrid), centros culturales entre los que sobresale el mastodóntico CREA, varios hospitales, restaurantes, bares, franquicias, discotecas y todo lo que cualquier ciudad media española pueda poseer. Lamentablemente, algunos puntos conflictivos dentro de la zona de los polígonos, poblada de macrodiscotecas, condujeron a la villa alfarera a granjearse cierta mala fama entre la prensa nacional, cuya presión, en el año 2009, obligó a la policía a sitiar la ciudad para evitar una supuesta guerra callejera. Pero nada más lejos de la realidad; yo estuve allí y la única tensión que había en el ambiente era la generada por los antidisturbios. Para acrecentar la mala fama, en los últimos años se han producido dos macropeleas durante las fiestas patronales que también han saltado a la prensa nacional. Pero todos estos incidentes, repito, aislados y provocados por bandas y por gente que no reside en la ciudad, poco o nada tienen que ver con la apacible vida alcorconera. Alcorcón, con sus tiendas de barrio y sus mercados de abastos, con sus innumerables parques y espacios verdes, con sus centros comerciales y sus teatros, con sus instalaciones deportivas municipales y su equipo de fútbol matagigantes, con sus raperos y graffiteros decorando las paredes, sigue manteniendo la esencia de los pueblos del cinturón rojo, del vergel de currantes que fue y que, aunque algo distinto, aún sigue siendo. Alcorcón 4-0 Real Madrid (el famoso Alcorconazo).No es por tanto Alcorcón el lugar idóneo para esa gran mentira llamada Eurovegas que promete la imposible cifra de doscientos mil empleos. Y no lo es debido a un sinfín de razones de las que sólo voy a apuntar la más lógica, la más racionalista: la finca rústica de la Venta de la Rubia, donde Adelson y Espe pretenden insertar el putiferio, es un reducto verde localizado en un cruce de caminos donde confluyen las autopistas A-5, M40 y, un poco más allá, M50. Lo que Eurovegas provocaría en dicha localización sería un tapón de tráfico jamás visto en España, una obstrucción vital para el tránsito de los miles de alcorconeros y mostoleños que trabajan en Madrid, un caos circulatorio que arruinaría el necesario fluir de la masa asalariada que sí paga sus impuestos, un apocalipsis más literal que figurado que acabaría con las vidas de todos aquellos que hemos construido el pueblo con nuestros gastos e inversiones. En resumen, Alcorcón se me antoja el lugar menos indicado para instalar la megamentira de Eurovegas. Porque Alcorcón quiere seguir siendo libre y que sus porrillos de venta clandestina sigan perteneciendo a la calle y no se vendan con tasas en Eurovegas para que políticos y empresarios, con su doble moral y sus mentiras, se lo lleven todo bien planchado. Y es que la justicia no es igual para el camellito de la esquina que para el político que roba a manos llenas. Manos, eso sí, enfundadas en guantes blancos. Vista cenital de la Venta de la Rubia.