Día 1
Comienza la jornada del viernes con un gran madrugón y el clásico viaje en metro a Barajas. Por el camino reflexiono sobre una triste noticia que me acaban de dar y que podría condicionar mis días en Chambéry; un familiar muy querido podría tener una grave enfermedad. Pongo la mente en blanco y me preparo para hacer algo que detesto: viajar en avión. Tras el vuelo más rápido que recuerdo (una hora y cuarto en el aire) aterrizamos en Ginebra bajo un sol que pretende hacerme creer que no he salido de España. Tengo la impresión de que en vez de haber viajado en avión, me he metido en una cápsula espacio-temporal; me invade la sensación de que cinco minutos atrás estaba en mi casa del Madrid. En la terminal, dos miembros del comité organizador, Marie-Jo Vargas y Lyne Cruz, me recogen y me llevan a Chambéry en coche. Por el camino hablamos del festival, de literatura española contemporánea, de Hollande, de la crisis del euro y finalmente de nuestro común amigo Jordi Carrión. Nada más llegar a la preciosa localidad de Saboya, me confirman que tengo quince minutos para dejar el equipaje en el hotel y apresurarme para llegar a tiempo a la primera actividad del día, un encuentro con estudiantes franceses de español. De nuevo la mente en blanco para encontrar en ella pensamientos positivos y dar lo mejor de mí mismo en la charla. En la habitación de hotel decido ponerme las lentillas a fin de calzarme también las gafas de sol, pues entre las montañas el sol es abrasador. Ya con la visión más limpia, nos dirigimos al liceo. Allí me esperan dos decenas de chavales ávidos de respuestas. Un grupo de estudiantes realiza una representación de una escena de mi novela, la escena en la que Leo Carragher y Julianne se encuentran por primera vez en la biblioteca. Una hora más tarde, recibimos a otros dos grupos de estudiantes. Éstos van un poco más allá; las profesoras me anticipan que al final me darán una sorpresa. ¡Y vaya si me la dieron!; ambos grupos habían rodado y editado un cortometraje basado en la escena del libro en la que se produce un altercado en el Job Centre entre el chico español y los scullys ingleses, cumpliendo así uno de mis sueños: ver LS6 en imágenes. Emocionado y sin salir de mi asombro, pongo rumbo al auditorio de Chambéry, donde tendrá lugar la inauguración oficial del festival. Tras las pertinentes intervenciones de la alcaldesa, el presidente del festival, la directora y una chica ciega que es donante de voz (algo que no tenemos en España) y que sube al estrado con su perro lazarillo, los autores invitados subimos al escenario y nos hacemos una foto de grupo. Allí conozco a quien al día siguiente será mi compañero en el encuentro con la prensa francesa, el gran Wilfried N’Sondé, quien me presenta a la escritora francesa Raphaelle Rioll, con quien debo hablar en italiano para poder entendernos. Un aperitivo y un vino sirven para sociabilizarnos y durante el acto conozco a otros miembros del comité de lectura español y también al escritor argentino Martín Lombardo, que forma parte del mismo. La jornada finaliza con un concierto de música contemporánea en el teatro. A última hora decido que el cansancio y la falta de sueño han vencido al entusiasmo y tras un paseo por las semidesiertas calles de Chambéry, pongo rumbo al hotel. A la once y pico me meto en la cama como un niño antes de un día de escuela.
Sin duda la jornada más tranquila del festival. Desayuno a primera hora en el buffet del hotel. Allí coincido con algunos de los autores que vi el día anterior en el auditorio, entre ellos el Premio Goncourt 2012, Alexis Jenni. Como apenas conozco a nadie, charlo con Raphaelle y saludo al gran Wilfried antes de salir a la calle para fumar un cigarrillo, pues el hotel es de no fumadores. A la puerta se encuentra una chica joven que identifico como la autora alemana, Astrid Rosenfeld. Fumamos juntos sin dirigirnos una palabra y el silencio incómodo, que siempre genera tensión, me precipita a romper el hielo y presentarme como el autor español. Charlamos un rato en inglés y poco después alguien la recoge. A mí también; Mónica, una de las profesoras de español, me hace una entrevista mientras tomamos una especie de café au lait que en realidad es un cortado con la leche aparte. Posteriormente, y casi sin respiro, acudo al encuentro con N’Sondé y el periodista Jean Nicole. El tema es la desintegración, un asunto siempre de actualidad en Francia. Wilfried es de ascendencia africana y en su novela aborda el asunto desde el punto de vista de una familia que emigra a Francia. Dado que en LS6 la integración social se aborda desde el parangón entre Inglaterra y Francia, nos reúnen para discutir sobre el tema, que se desarrolla de modo entretenido y con gran implicación del público. Huelga decir que no hablé en francés y que se realizó una traducción simultánea. Prosigamos: Tras el encuentro, acudo, con los miembros del comité español, a comer a un restaurante. Durante la sobremesa se abre una animada charla que comienza abordando la actualidad de la literatura española y que termina por enfangarse en la cruda realidad de la política española. A fin de bajar la comida, nos disponemos a dar un paseo por Chambéry bajo la tutela de la incombustible Mónica que, como si hablara para “Españoles en el mundo”, me cuenta la historia y peculiaridades de cada rincón de la preciosa ciudad de Chambéry. Una hora más tarde, y con un calor que derrite las ideas, me presto para rodar un vídeo para cuya realización me plantan dos enormes focos frente a la cara que me provocan que rompa a sudar delante de la cámara. En el vídeo tengo que leer un texto que yo mismo escribí y en el que cuento lo que significa para mí una primera novela. Sudor y maquillaje se mezclan en mi cara como si ésta fuera un lienzo donde un pintor hace pruebas de color. Y de nuevo a la calle. Junto a la traductora Marianne Millon (traductora al francés de Almudena Grandes, entre otros) y Martín Lombardo, asciendo hasta Les Charmettes, residencia de campo donde vivía la amante de Rousseau; una preciosa casa en lo alto de la montaña desde la que puede contemplarse Chambéry en toda su extensión. La noche termina con una cena en una terraza y con Martín Lombardo y yo arreglando el mundo de la literatura cerveza mediante.
Taller de traducción para comenzar el día. Lo dirige Marianne Millon. En la sala unas quince personas, la mayoría estudiantes de traducción, que se rompen la cabeza para equilibrar ambos idiomas, algo que, descubrí, resulta realmente difícil. Dos horas más tarde, habíamos traducido tres párrafos. De ahí corriendo a la sesión de firmas mientras le daba unas caladas a un cigarro. Al llegar a la carpa de libros, y para mi sorpresa, me dicen que sólo quedan dos ejemplares de la novela porque los trece restantes se han vendido en las librerías de la ciudad en los días anteriores. Para más inri me encuentro con que hay dos copias para tres personas que esperan por la firma. Firmo los dos primeros ejemplares y salgo corriendo para que me dé tiempo a comer. El desgaste de energía ha sido tal durante los dos días anteriores, que decido hacer acopio de proteínas y pido una gran hamburguesa saboyana. Craso error; resulta difícil de digerir. Justo después, acudimos al encuentro en español, que dura dos horas, y en el que apenas paro de hablar. Me acompañan en la mesa Martín Lombardo, Antonio Toledo y Marie-Jo Vargas. La sala está llena y durante el turno de preguntas se genera un interesante debate en el que se implican la mayoría de asistentes. Para mí, sin duda, uno de los mejores actos del festival. Después tengo el placer de tomar café con una prestigiosa editora española, con quien charlo largo y tendido sobre el panorama literario español en todas sus vertientes. La tarde concluye con una visita a un precioso y enorme lago situado en las cercanías de Chambéry, hasta donde me acompañan Mónica, Antonio y Martín. Durante el trayecto de vuelta el cielo se nubla y presiento que llega el final de mis días en Chambéry, algo que corroboro en uno de los actos de clausura en el que se leen citas de los libros participantes en el festival y se nos convida a tarta. La noche acaba en la terraza de un pub irlandés entre pintas de cerveza.
Tras despedirme de las encantadoras Marie-Jo y Lyne, me subo al bus que me llevará a Ginebra. En el aeropuerto, cuando salgo a la calle para apurar el último cigarro antes del vuelo, me topo con Antonio Toledo . ¿Casualidad? Al llegar a España me confirman que el diagnóstico de ese familiar tan querido no parece nada esperanzador. Así que nada más llegar a casa, agotado y casi sin haber comido, cojo el coche y pongo rumbo a mi localidad natal. Al llegar allí, percibo que, como en mi novela, LS6, la cual me ha llevado al Festival de Chambéry, el universo se equilibra a sí mismo en una especie de proceso matemático interno que media entre el éxito y el dolor. Nunca olvidaré Chambéry.