Crónicas de Maternia: el león, la bruja y el armario del bebé

Por Mamá Monete @mamamonete

Este es uno de esos posts que querría haber escrito hace mucho tiempo… Y para el que nunca encontré tiempo porque implicaba hacer limpieza de toda la ropa que Monete ha ido teniendo a lo largo de estos dos años.

Y esta tarea, que parece relativamente sencilla, es en realidad un castigo propio de Sísifo, en el que cada vez que crees haber terminado aparece otra bolsa o empiezan a quedarse pequeñas las prendas que tienes en el armario. Pero vayamos por partes…

El armario del bebé

¿Cuánta ropa necesita un recién nacido?

Pregunta clásica de primerizos: ¿cuántos bodies voy a necesitar? Mi respuesta sería: depende.

  • ¿Vas a lavar la ropa de bebé por separado, o con la del resto de la familia (yo estuve a un paso de ser desheredada por considerar que el detergente para bebés era una chorrada, pero considerando que no se debe usar suavizante en sus prendas, no es ninguna tontería poner una lavadora distinta)?
  • ¿Cada cuánto vas a poner esa lavadora y qué capacidad tiene? Y es que la ropa de bebé es diminuta, así que tardas bastante en llenar el tambor. Si vas a lavarla por separado, o tu lavadora tiene opción de media carga o estás vendida.
  • Puedes tener suerte y vivir en un secarral donde la ropa se seca rápidamente, o puedes vivir en la otra mitad del mundo donde necesitas una semana para conseguir que la colada esté lista para guardar. ¿Cuánto tarda en secarse la ropa en tu tierra?

Los bebés se manchan constantemente. Regurgitan y babean, y aunque me parece inútil pretender que los bebés vayan inmaculados (no lo vas a conseguir, así que abraza las manchas y déjate llevar), muchos de estos fluidos huelen bastante mal. Los primeros meses es probable que lo cambies tres y cuatro veces al día, según cómo de bien se lleven la caca de tu bebé y sus pañales (en algunos casos parecería que los pañales repelen las cacas por cómo llegan a subir por la espalda esquivando el culo donde esperabas encontrarla).

Echa cuentas considerando estos factores, y procura asegurarte de que para los primeros meses tienes prendas suficientes para que no te esclavice tu cubo de la ropa sucia.

¿Qué prendas necesita un bebé?

Mi pregunta como primeriza era más bien: ¿y qué diferencia hay entre un conjunto y un pijama? ¿Y entre un body y un pijama?

En los primeros tres meses de vida de Monete aprendí dos cosas: que se supone que los bebés salen a la calle con una ropa sustancialmente distinta a la que llevan en casa, y que esa ropa es francamente más incómoda para todos: para ellos, porque está llena de botones que se clavan y cinturillas que aprietan, y para ti, porque cuando una criatura se mancha de arriba abajo tres veces al día es mucho más fácil quitar, lavar y poner una prenda que tres (o cuatro, si a la camiseta hay que añadirle una chaqueta).

Tu bebé tiene que estar abrigado, de manera que no pierda la temperatura. Por eso, los conjuntos de camiseta y pantalón no sirven tal cual, sino que requieren un body debajo: así no irán enseñando la cintura como una adolescente noventera. Verás también que los pantalones de tallas más pequeñas tienen los calcetines incorporados: mala noticia para todos esos calcetines diminutos que habías guardado con auténtico afán y que no vas a utilizar jamás, al menos si eres como yo.

Durante mi posparto la verdad es que fui mucho más práctica que estética: si la prenda clave es el body, ¿por qué necesito una camiseta? Y digo más: si hay una prenda como los pijamas que cubren todo el cuerpo, ¿por qué cambiarla por un body y un pantalón?

Resumiendo: necesitas todos los bodys y pijamas que puedas acumular para los primeros tres meses. El resto es prescindible. Y cuando digo el resto me refiero especialmente a los gorritos y zapatitos diminutos que son una auténtica monada y que tanto nos gusta regalar.

Te sorprendería cuántos zapatos y gorros puede llegar a acumular un bebé y no ponerse jamás.

Para aquellos que quieren regalar algo realmente útil: bodys de primera puesta o ropa a partir de los 6 meses, cuando normalmente aparece un agujero negro que se come toda la ropa que tenías hasta entonces y empieza a aparecer ropa útil a partir del año. Las tallas para 6-9 meses son las grandes olvidadas de los armarios del bebé. Piensa en la temporada, eso sí (nos regalaron unos preciosos bodys de 9 meses… de verano, cuando Monete nació en abril). Sobre las tallas hablamos más abajo.

Y, finalmente, cuando son algo más mayores: hay pantalones de vestir. Camisas. Honestamente: mi hijo solo ha llevado pantalones de chándal hasta los 2 años, porque se sentía atrapado en cualquier prenda que no le dejara libertad de movimientos. Elegante no sé, pero libre, todo lo que pueda dejarle.

Luego están los petos. Que quedan ideales. Pero, en serio, ¿quieres complicarte el cambio de pañal con un bebé mayorcito que se retuerce todo lo que puede? ¿Quieres que haya unos tirantes intentando sumergirse en una enorme caca amarillenta mientras tu criatura patalea? No seré yo quien te diga cómo vivir tu vida, pero lo recomiendo muy poco.

¿Cómo de abrigado tiene que estar un bebé?

Se suele decir que el bebé necesita «una capa de ropa más que los adultos». Esto no sirve de nada cuando tu pareja y tú tenéis termostatos diferentes y tú llevas jersey cuando tu pareja está en manga corta. Podéis hacer media o, una cosa muy loca, fijaros en las señales del bebé, que, como personas que son, también tienen preferencias diferentes. Yo, friolera de las de tener «manta de verano» para echar la siesta en el sofá, he tenido una criatura que suda como una energúmena en cuanto que le pongo dos capas de ropa.

Verás cuando heredes ropa que los bebés no tienen pantalones cortos, porque quienes les vestimos estamos más preocupados con que pasen frío que concienciados con la posibilidad de que pasen calor.

No está documentado que los bebés pasen calor, al menos en lo que se refiere a comentarios externos, que es una de las agresiones ambientales contra las que debes defenderos a ti y a tu bebé durante estos primeros meses.

Pero sí, lo pasan: si tu bebé está colorado y tiene el pelo pegado como un pollito no necesita que lo tapes con una manta ni que le pongas «una manguita»: necesita que le quites una capa de ropa, digan lo que digan las señoras que no conoces con las que te cruces en el paseo.

Si, efectivamente, el bebé tiene frío (tócale el pecho para comprobarlo: las manos y los pies pueden estar frías los primeros meses, hasta que vayan regulando la temperatura corporal), suele ser más eficiente taparle con una mantita. Aprovecha estos primeros meses: es muy probable que enseguida descubra cómo destaparse y no consigas volver a hacerlo en los siguientes tres o cuatro años.

La bruja: ¿Cómo saber qué talla tiene el bebé?

Si en el embarazo adquirimos el súper poder de contar el tiempo en semanas, desde que empezamos a vestir al bebé tenemos el gran talento de tallar las prendas por centímetros. A veces. O no.

Equivalencia de tallas y edad del bebé

En teoría, puedes guiarte por una correspondencia como esta entre la talla de ropa y los meses que tiene el bebé (tallas españolas, ojo):

  • Talla 50: recién nacido, primera puesta
  • Talla 54: 1 mes
  • Talla 60: 3 meses
  • Talla 67: 6 meses
  • Talla 71: 9 meses
  • Talla 74: 12 meses
  • Talla 81: 18 meses
  • Talla 86: 2 años
  • Talla 94: 3 años

Y es que lo de la brujería de las tallas es una de las cosas que complica sobremanera la organización del armario del bebé. De pronto encuentras prendas que dicen «0-3 meses». ¿Sabes cuánto crece alguien entre los cero y los tres meses? A veces tienes la sensación de que te han cambiado al bebé por la noche porque ha doblado su tamaño de un día para otro.

Por eso mismo, el exceso de precisión tampoco te ayuda. Y es que cuando ves «1 mes» sueles pensar que tienes que esperar 4 semanas a ponérselo, y lo que termina sucediendo es que no se lo pones nunca, porque en uno de esos saltos cuánticos el bebé ha pasado de la talla 50 a la 60 mientras parpadeabas.

Las tres primeras tallas parecen iguales y separarlas es una tarea titánica que parece sumamente inútil, hasta que te das cuenta de que tu bebé a ratos parece haberse caído en un saco y a ratos haberse transformado en morcilla porque has cogido el body del montón que no era.

Francamente: pon todo lo de los primeros tres meses en el cajón, organizado de más pequeño a más grande, y a ser posible con separadores en medio. Así, cuando un día encuentres al bebé morcillero, puedes arramplar con toda la primera fila y pasar a la segunda.

La bruja de las tallas tiene grandes aliados: las etiquetas infinitas, que al final terminas cortando para que no hagan daño al bebé, y que dejan huérfanas de tallaje a las prendas, y las tintas plásticas: y es que parece una idea excelente colocar la talla impresa en la prenda para que no se pierda ni moleste la etiqueta… Pero estos sellos se van desgastando con los lavados, con lo que vas a necesitar una Piedra Rosetta para poder descifrar lo que pone.

La verdadera Piedra Rosetta del tallaje es una técnica burda y agotadora, conocida como «comparar». Sí, como suena. Estiras una prenda al lado de otra y las ordenas de menor a mayor.

El problema es que al hacer esto te das cuenta de que no puedes fiarte de nada ni de nadie. 71 cms no quiere decir absolutamente nada, a menos que tengas un bebé que mida más que eso y le quieras poner un pijama de cuerpo entero (no cabrá); porque los bebés tienen 3 dimensiones, y el largo no lo es todo. De pronto a una le empieza a parecer de utilidad lo de los percentiles: te ayuda a saber si necesitas ropa más estrecha o más ancha – si hay diferencias entre el percentil de altura y el de peso-, o si las referencias de edad te interesan -si rondas los percentiles centrales – o no.

Cada marca talla distinto, igual que con la ropa de adultas, y usa estas proporciones de forma muy distinta.

  • Early Days (Primark) tiende a tener prendas muy anchas, cortas de mangas, ideal para los bebés más gorditos.
  • Lupilo (Lidl) tiene unas tallas que van completamente a su bola: usan una referencia 86-92, que básicamente quiere decir entre 2 y 3 años para todas las demás marcas, y que es una barbaridad de tiempo. En general, insisto: la talla 2-3 no quiere decir nada en absoluto, igual que la 0-3 meses. Para rematarlo, ellos lo llaman: 86/92: 12/24 meses y se quedan tan anchos. Por tanto: en Lidl comprad siempre una talla menos de la que pensáis que necesitáis.
  • En H&M la ropa también parece grande, si te fías de la equivalencia en edad: su talla 98 es 2-3 años. Pero es más bien al contrario: en la práctica, esa talla 98 se le ha quedado pequeña a Monete antes de llegar a los 96 cms. de altura.
  • Zara tiende a tener prendas bastante pequeñas y, sobre todo, estrechas: ideales para niños muy altos o de piernas y brazos largos, pero que se llevan regular con las tripitas típicas de bebé.
  • Tex (Carrefour) también se acerca más a ser pequeña que grande, aunque las prendas son más anchas que en Zara. Lo ideal es comprar una talla más, y será crecedera (salvo para bebés larguiruchos, claro).
  • Kiabi tiene ropa de bebé muy grande: de los pocos sitios donde puedes encontrar bodys para un niño con tamaño de 3 años pero que aún lleva pañal (y que se lo quita si no se lo tapas).

Para rematar la faena, esta incongruencia te pasa también con prendas de la misma marca y la misma talla. No te creas nada. Estira, compara y clasifica. Sí, una delicia de tarea.

El león: la última frontera de la corresponsabilidad

Silvia Nanclares escribía antes del confinamiento (parece que hace un año) de las trincheras que quedan fuera de la corresponsabilidad, y de cómo este proceso de clasificar la ropa del bebé es la última frontera. Desde el embarazo, clasificar la ropa ha sido una de las tareas que más me ha saturado mentalmente, con diferencia, y de hecho ha llegado a venir mi madre en un par de ocasiones a ayudarme.

Publiqué en Twitter el proceso de organización de toda esta ropa (que me ha llevado 2 días) y preguntaban por algún padre que se encargara en solitario. No apareció. Hic sunt leones decía Vicia Faba (@madre_del_ano), y parece que es cierto. Lo que no entiendo es por qué, si siempre nos zampamos esta tarea solas, no hemos desarrollado algún ritual que consista en hacerlo acompañadas de una amiga y una cerveza, por ejemplo.

Sin embargo, como en muchos de esos espacios exclusivos de las mujeres, alrededor de este baile de prendas se da una especie de magia que es difícil de encontrar fuera de ellos. Al quedarme embarazada, una compañera de trabajo que apenas me conocía personalmente me cedió montones de las cosas que tenía guardadas de su bebé. Yo, abrumada, la miraba perpleja mientras ella me dijo «nada, ya verás, es solo el principio: has entrado en la cadena de solidaridad de las madres».

Espero que esto se convierta poco a poco en «solidaridad familiar», pero desde luego es un fenómeno curioso y hermoso. Personas a las que apenas has visto quedan contigo para dejarte enseres, juguetes, prendas. Gente que no conoces te la envía a través de terceras personas. Que sí, que hay un componente en todo esto de no tener espacio para nada en nuestros pisos ni recursos para pagar un trastero, pero a ver cuántas de nuestras cosas circulan de esta manera.

La economía circular no es Uber, es la ropa de bebé, y la forma en que, antes de que nazca, heredamos bolsas y cajas de ropa que, después de usar, volvemos a ordenar y clasificar pensando en amigas a quienes estamos deseando poder prestarlas o incluso en familias desconocidas a las que puedan ser de ayuda.

Dos últimos consejos para quienes os encontráis entrando en estos círculos por primera vez:

Para receptoras: lo de agrupar la ropa por tallas no es de fiar, aunque se haya hecho mediante la elaborada técnica de superponer-y-comparar, si lo ha hecho otra persona. Quienes vestimos a los hijos nos mentimos bastante a nosotros mismos (supervivencia) y no conseguirás convencernos de que la ropa se queda pequeña al mismo ritmo cuando nos gusta y cuando no. También se la ponemos antes cuando nos gusta, así que «eso lo llevaba el mío con 6 meses» no es una talla ni nada que se le parezca. Ah, y muchas veces el límite lo pone el tamaño del contenedor; así que si tienes una bolsa de 12 meses y otra de 6, yo le daría una vuelta a las dos, porque es más que probable que la de 9 meses se te despiste en todo esto.

Para donantes: Tú, guardiana de la ropa, hazlo. Tíralo. No permitas que una puérpera caiga en la trampa de «esto con un poquito de lejía» o en las miradas de reproche de amas de casa de pro ante el amarillento color de un jersey. Esto no aplica a los bodys ni, si me apuras, a las rodillas de los pijamas, que por alguna razón que desconozco acumulan suciedad por encima de cualquier otro objeto de bebé.

Y, para todas: que siga el círculo. Es probable que la cantidad de ropa con la que Monete se ha juntado sea obscena y que esté hasta el gorro después de dos días de doblar calcetines diminutos y jerseys de tamaños imposibles, pero me siento muy afortunada de poder repartirla y, ya que he tenido que asumir que he perdido la guerra contra el minimalismo, intentar ganar esta pequeña batalla contra el consumismo. Mucha, sí, pero no nueva. Algo es algo.