Crónicas desde Liber 2014 (III): “La mayoría de veces el soñado contrato con una editorial es una mierda”

Publicado el 09 octubre 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

“En 2014 no se puede decir que las editoriales sean imprescindibles”. Con esta sentencia inició Miguel Aguilar, director literario de la Editorial Debate, su intervención en la ‘Mañana de edición de autor’, el viernes en el Salón Liber 2014. Ahora retomaré su ponencia, pero antes quiero destacar la frase más contundente que le he escuchado a nadie referida a la realidad del sector editorial: “La mayoría de veces el soñado contrato con una editorial es una mierda pinchada en un palo”. No la pronunció un autor resentido ni un crítico con ganas de llamar la atención, sino Guillem d’Efak, director desde hace un año de la agencia literaria Carmen Balcells, la más importante en lengua española.

Si unimos los dos argumentos tenemos buena parte del camino hecho para entender qué está pasando en el sector. Los autores ya no necesitan a los editores para publicar sus obras, y menos si lo que les ofrecen con suerte les llega para pagar un par de bocatas al mes.

Miguel Aguilar, durante su intervención.

Vuelvo con Miguel Aguilar, un editor que tiene claro que las editoriales han perdido el monopolio del acceso al mercado. “Esto no va a volver atrás. En Estados Unidos el 30% de las ventas digitales corresponden a obras autoeditadas”. Aun así, subrayó que buena parte de los autores independientes firman por editoriales tradicionales si les llega la oportunidad. Lo que no dijo es que un alto porcentaje de ellos no cede los derechos sobre la versión digital de sus obras. Si yendo solo has vendido tanto como para que una editorial te quiera fichar, ¿por qué vas a renunciar a lo que da dinero sin necesidad de la intervención de terceros?

Teniendo en cuenta que la charla se titulaba ‘¿Para qué necesito un editor?’, Aguilar no puso demasiado empeño en reivindicar la importancia de disponer de uno. Sí destacó la dificultad que los “indies” tenemos para combinar la difusión de nuestras obras con el proceso creativo. “Los editores tienen herramientas que facilitan el trabajo. Si lo tiene que hacer todo el propio autor probablemente le tenga que dedicar tanto tiempo que no le permita hacer lo que realmente quiere hacer, que es escribir, ni consiga la misma difusión que a través de una editorial”. Eso es cierto, doy fe de ello, pero no estoy seguro de que los inconvenientes sean tan definitivos como para caer en brazos de una editorial a la menor oportunidad. No al menos ahora, en 2014.

Miguel Aguilar cerró su intervención con un par de “consejos” que todos los que hemos metido un pie en este mundillo ya conocíamos: no es una buena idea mandar un manuscrito de forma indiscriminada a todas las editoriales que encontremos en Google, sino que es más sensato identificar las que puedan estar interesadas en la temática de nuestra obra, e “ir acompañado de un ‘padrino’ facilita las cosas, por lo menos para que pasen tu libro por delante de la pila que espera para ser valorada”. Oh, sopresa.

El fundamental trabajo del corrector

Antes de la intervención de Guillem d’Efak la correctora Olga García explicó su trabajo, “fundamental y más necesario que nunca, porque ahora se escribe más que nunca”, reivindicó. Lamentó que las editoriales estén prescindiendo de la figura del corrector, que suele ser un profesional free-lance que trabaja desde casa. Y lamentó que el panorama editorial esté repleto de libros autopublicados sin calidad. “No puedo creer que se vendan, pero lo peor es cuando a las editoriales les da por ficharlos. Eso es mortal para el corrector, que prácticamente tiene que reescribirlos, y entonces llega el conflicto con los autores, que se empecinan en sus errores”.

La correctora Olga García.

Olga defendió con empeño el papel de los correctores, con demasiado empeño en mi opinión, hasta el punto de caer en el corporativismo y casi en la súplica. Entiendo que las condiciones laborales deben haber empeorado bastante en los últimos años (¿en qué profesión no lo han hecho?), pero eché en falta argumentos de peso más allá de criticar que hoy en día todo el mundo tenga la oportunidad de colgar sus obras en la red. Es un recurso bastante pobre para explicar qué está pasando en el sector editorial. Y que conste que el trabajo de corrección me parece fundamental.

También a Guillem d’Efak, para quien el hecho de que las editoriales hayan recortado por ese lado “es reflejo de la realidad actual del sector. La cadena editorial es deficitaria. Funciona a base de precarización, empezando por el autor. Si ni él, que debería ser el eslabón más importante, se puede ganar la vida, lo normal es que la precarización se vaya extendiendo por el resto de la cadena”.

Un sector precarizado

Su charla fue el mejor diagnóstico que he escuchado nunca respecto al mundo editorial. Habló sin tapujos, sin eufemismos, sin pretender justificar lo injustificable y sin recurrir a los socorridos lamentos.

Primer mensaje: precarización. Las editoriales ya no valoran la calidad literaria, sino que buscan la manera de que salgan las cuentas, así que si en Amazon hay un tipo o una tipa que vende muchos ebooks, lo fichan. Y si son diez, mejor. “Compran muchos boletos de lotería, a ver si así toca el gordo”. Lo más normal es que no toque y cada nuevo boleto acabe olvidado a los cuatro días.

Segundo mensaje: sector en crisis. “Está habiendo cambios muy profundos y cuesta adaptarse”. La irrupción de los gigantes digitales (Amazon, Google y Apple), un enemigo al que no se puede combatir. “Son actores totalmente ajenos al sector, con mucho dinero, ganas de gastarlo y mentalidad orientada al negocio. Ellos actúan, nosotros nos quejamos”.

Tercer mensaje: los cambios generan nuevas oportunidades. Aunque el sector editorial es poco maleable. “Yo soy de los optimistas. Pienso que cuando algo se fractura aparecen grietas por las que pueden colarse las oportunidades. Pero no es fácil, porque estamos en una redefinición de la cadena del libro y hay mucha gente que se pone nerviosa”, señaló D’Efak.

Entre los cambios se encuentra, evidentemente, la autoedición. La proliferación de los autores “indies” provoca la desintermediación, es decir, “parece posible saltarse eslabones de la cadena para obtener los mismos resultados, pero a menudo es engañoso”. Guillem d’Efak tiene un punto de vista que hasta ahora no había escuchado. “El autor se encuentra en un estado de gran debilidad, está desprotegido”. Lo que se presenta como una oportunidad, publicar en Amazon, por ejemplo, es también “una amenaza”, como un “abrazo del oso”, ya que “el autor queda atado a una compañía que no tiene sus mismos intereses”. Y lo mismo ocurre con las editoriales tradicionales, que “cada vez ofrecen menos”.

Guillem d’Efak habló muy claro durante su intervención.

En este punto, transcurrida media conferencia, por primera vez se refirió a las agencias literarias. “No se trata de por qué necesitas un agente, sino de por qué necesitas un buen agente”. Y un buen agente debe ser mucho más que un intermediario. “Debe tener los mismos intereses que el autor, mirar por su carrera a largo plazo, así que cuando el autor percibe que el agente es un mero intermediario con la editorial es que algo no funciona”, afirmó.

El papel de las agencias también está en proceso de reinvención, aunque “la esencia es la misma de siempre. ¿Qué quiere un autor? Lo mismo que todo el mundo: dinero y amor. Esto es lo que debe proporcionar la agencia”. Entendiendo por amor: reconocimiento, sentirse valorado, aprecio, acompañamiento, etc.

A partir de aquí fue cuando el director de la agencia literaria más importante, la que representa a los escritores hispanos más reconocidos, se “desmelenó”, empezando por la llamativa declaración incluida en el primer párrafo de este artículo: “La mayoría de veces el soñado contrato con una editorial es una mierda pinchada en un palo”. Y ofreció datos para demostrarlo.

Administrando miseria

El acuerdo suele iniciarse con un anticipo por parte de la editorial a cuenta de los derechos futuros sobre las ventas. Hagamos un ejercicio de imaginación. Pongamos que mañana recibo una oferta de la editorial Loestásflipando para publicarme El viaje de Pau (¡Bieeeennnnn…! No tan rápido). Me ofrecen un anticipo de 2.000 euros (lo estás flipando) y, como soy un tío muy majo, un 10% de royalties, que empezaré a cobrar anualmente a partir de que mi porcentaje sobre las ventas del libro haya alcanzado los 2.000 euros. Pongamos que se vende a 15 euros, de modo que por cada ejemplar yo recibiría 1,5 euros. A ver cuántos se tienen que vender para llegar a los 2.000 euros a partir de los cuales ya empezaré a cobrar… 2.000/1,5=1.333,33 (lo estás flipando). Quizás es que he sido muy ambicioso con lo de los 2.000 euros de anticipo… Ahora pongamos que pretendo ganar un sueldo mensual de (soy muy modesto) 500 euros. Eso significa que deberían venderse 500/1,5=333,33 libros al mes.

Bueno, está claro que hablamos de ciencia ficción.

“Administramos la miseria”, reconoció Guillem d’Efak. De los 241 autores a los que representa su agencia “la gran mayoría no vive de la literatura”. ¿Cómo van a hacerlo si lo normal es que reciban liquidaciones en torno a los cien euros anuales? Esa es la realidad del sector. Creo que después de leer esto muchos escritores dejarán de pensar en el contrato con una editorial como la oportunidad de su vida. Desde luego, no lo es. Por supuesto, hasta ahora hemos hablado de libros impresos. Sobra decir que ceder los derechos digitales no parece una gran idea.

Pero Guillem d’Efak había dicho que era optimista. En lo que respecta a su trabajo explicó hacia dónde deben diversificarse los esfuerzos para conseguir que los autores y, por tanto también la agencia, ganen dinero. “Debemos implicarnos en la gestación de nuevos proyectos junto al autor”, como pueden ser las conferencias (normalmente un “bolo” da más dinero que varios años de liquidaciones), la creación de una marca personal, la interactividad con los lectores, actos de promoción… “Yo quiero que el autor se dedique a escribir, no a estar pendiente de las técnicas de marketing”.

Otras vías de negocio son los derechos subsidiarios de la obra, como las traducciones y las adaptaciones audiovisuales, que la agencia negocia por separado. “El interés de la editorial es por la novedad, mientras que el agente se preocupa por la carrera del autor, por sus intereses a largo plazo”, aseguró, de forma que es habitual, por ejemplo, que diferentes obras de un mismo autor acaben publicadas por diferentes editoriales.

Hasta aquí la jugosa ponencia de Guillem d’Efak, pero no la jornada. Aún quedaba la intervención de Elena Neira, experta en marketing online, redes sociales y nuevas tecnologías. Su misión era explicar técnicas de “marketing de guerrilla a coste cero”, es decir, cosas que podemos hacer los “indies” para difundir nuestras obras sin tener que contratar a un experto.

Marketing que cuenta historias

Elena Neira ofreció consejos prácticos sobre marketing.

Primera máxima: “Cuando el marketing dejó de vender y empezó a contar historias”. Lo que los potenciales lectores buscan es empatizar, que les convenzan de forma seductora, no mediante el insoportable bombardeo de escritores plastas muy convencidos de que sus libros son bestsellers en potencia. “Las redes sociales han democratizado las soluciones de marketing y promoción”. Es evidente, ¿no? Cualquiera tiene acceso a la red global para poner en circulación sus productos, sí, también los escritores plastas. Pero, claro, Elena advirtió que “el marketing más poderoso es el que sabe contar buenas historias”. Los escritores, en teoría, sabemos de eso.

También deberíamos saber de técnicas de posicionamiento para que los robots de los buscadores coloquen nuestra obra lo más arriba posible de las listas. Se ve que hay muchos lectores que eligen sus próximas lecturas pidiendo consejo al Sr. Google.

Lo que es impepinable es estar en la red. Si un autor quiere vender libros necesita una “huella digital consistente”, cosa que se consigue con mucho trabajo. “Es una carrera de fondo que se va ganando poco a poco”, indicó Elena Neira.

Hay que estar en la red, pero no para decir lo maravillosos que somos. Eso ya no vende. Lo menos atractivo que existe es el egocentrismo, así que “hay que crear comunidad. No eres tú, son ellos. Lo peor para dar visibilidad a tus libros es hablar de ellos. Hay que tratar de convertir la relación con la audiencia en algo personal”. Consejos de sentido común, ¿no creéis? Amigos escritores, pensad en cuando sois lectores y buscáis nuevas lecturas. ¿Apostaréis por la del spammer plasta o por la de alguien que tiene cosas interesantes que explicar más allá de su libro?

Lo voy a dejar aquí. Liber 2014, más allá de lo decrépito de las instalaciones en Fira de Barcelona, del escaso perfil literario de los stands presentes y del no demasiado interés despertado en el sector, para mí ha sido una experiencia inolvidable y muy didáctica. Tanto el taller organizado por Biografías Personales sobre el impacto de la autoedición, en el que tuve el honor de participar, como la jornada sobre edición de autor, fueron muy enriquecedores, y espero haber transmitido esa impresión mediante los artículos que les he dedicado durante estos últimos días.

De todo lo escrito (demasiado, me temo, para un solo post) se me ocurren varias conclusiones, pero creo que las voy a dejar para la próxima carta que le dirija a mi amigo escritor Toni Cifuentes. Espero que si habéis llegado hasta aquí tengáis ganas de comentar vuestras impresiones.