Como las huellas en la playa, desdibujadas por la espuma y la sal, así quedará, un tanto desvaida y perezosa, esta crónica de epílogo portugúes: Évora.
La lluvia pertinaz se encargará de "desmaquillar" la faz de esta hermosa villa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986.
Entre bocanadas de diluvio y escampo, trato de restaurar los detritos afeados de mi cuaderno de notas, donde la humedad produce estragos en mi caligrafía de aspecto tenebroso, como de "galimatías arameo".
Calado como un centollo, observo esta fascinante ciudad medieval amurallada, fundada por los romanos y construida en la región de Alem-Tejo durante la formación del nuevo reino de Portugal (S.XII)
Me topo enseguida con el templo de Diana (S.II), dotado orgullosamente de 12 columnas corintias y mármol de Estremoz. Me parece una imagen un tanto señera, pese a la persistencia de su belleza indeleble.
Mucho más lóbrega y cavernaria se torna mi "expedición" cuando me adentro en la Capilla de Ossos. En su interior, revestimiento de más de 5000 cráneos y osamentas, probablemente víctimas de la peste.
CAPILLA DE OSSOS
La belleza de este lugar es extraña, como de mazmorra gótica, con su flagrante "vestidura" de mortandad silenciosa y túrbida, siniestra y sórdida...
Mucho más amena la recolección de azulejos que representan el vía crucis. Construida la capilla a mitad del siglo XVIII, fue la prolongación de la preciosa casa capitular del convento de San Francisco.
AZULEJOS REPRESENTANDO EL VÍA CRUCIS
Al fondo, una urna funeraria con los restos de los fundadores (S.XVIII). Me marcho de este lugar de descanso eterno imbuido con un lema de lo más sórdido. En mi mente, como una letanía de nigromante, leo en la pared: "Nuestros huesos que aquí estamos, aquí os esperamos".
Una vez abandono este reducto de esqueletos y "habitantes de ultratumba" concentro mi atención en el antiguo foro romano, actual Plaza de Giraldo.
Es el centro neurálgico de la ciudadela, una hermosa gama de calles empedradas blancas, ribeteadas del sempiterno y alegre amarillo.
La rua 5 de Outubro nos llevará hasta la preciosa catedral. Me dejo reclamar por las capillas laterales barrocas y el hermoso altar rosado.
Dado que la lluvía porfía pertinaz, me adentro en el Palacio de los duques de Cadaval (S.XV). Es de estilo mudéjar, gótico y manuelino y fue construido sobre las ruinas de un castillo moro.
Destaca la "colindante" iglesia de S.Juan el Evangelista (1485). Está considerada como una de las más hernosas de toda Portugal. Sin duda, es fascinante su colección de azulejos del siglo XVIII, para orgullo de su fundador, Rodrigo de Melo, primer conde de Olivença.
El resto del palacio, sin embargo, adolece de adusta sobriedad y ornamento espartano, indigno de encomio ni mayor ditirambo.
IGLESIA DE SAN JUAN EVANGELISTA.