¿Para qué sirven las esterillas en estos casos? Obvio: para llevarse más arena -sí: de esa que no me gusta- a casa, escondida en el doble fondo de la bolsa de los complementos aquellos y bajo la funda rosa de la silla de auto de Niña Pequeña. Porque sigue sin gustarme la arena, por mucho que nuestra vecina playera se afane en quitarla con un tubo y haga, poco a poco, un agujero para clavar -que no poner- su sombrilla verde de rayas blancas; la aparta, la apila, la deja más o menos cerca, pero ella -la arena- volverá a su sitio natural, y entonces, claro, la Naturaleza habrá ganado una vez más la batalla.
- ¡Mamá! -grita a lo lejos Niña Pequeña-
-¿Hum? -digo, soltando el auricular derecho, la canción a medias.
- Mamá, que me voy a saltar las olas.
- Ah.