Día 16 de confinamiento Covid-19
Paradójicamente, en un momento en lo que importa es el inmediato presente, en el que cada hora que pasa es un paso que esperamos no sea hacia atrás, donde deseamos que no llegue un mañana si no es para mejorar, donde los números y las estadísticas nos marcan a fuego vivo, paradójicamente digo, hoy hemos dedicado toda la mañana a hablar del futuro.
Es bueno hablar del futuro, es necesario y liberalizador porque nos permite creer y ser optimistas. Sin embargo, ayer escuché, ahora no recuerdo a quién, pero era a alguien a quien suelo proferir cierta credibilidad, tal vez José Mújica, que "un pesimista es sólo un optimista bien informado" o tal vez era “un optimista es sólo un pesimista mal informado”.
He reflexionado y no sé a qué categoría pertenezco.
Siempre me he considerado un optimista, lo que implica que no sólo no estoy mal informado, sino que además en realidad soy un pesimista. Como me niego a aceptarlo recurro al otro aforismo. Es verdad que sí, que me considero un optimista y que ciertamente creo que estoy bien informado, por lo tanto, soy un pesimista.
Llegar a esta misma conclusión me supone una dolorosa revelación. Evitando lo de la información, porque de verdad que ahora mismo no sé si es o no cierta mi aseveración, me lleva a no entender qué coño está pasando. Parece obvio, es evidente, resulta claro y meridiano... pues no. No lo es para mí.
Marta Aguilera
Ser optimista hoy es poco glamuroso porque parece ser que eso implicar ser algo más feliz que un pesimista, o al menos afrontar la adversidad algo mejor, tal vez incluso vivir algo mejor. Si esto es así, y si va de vivir un poquito más feliz, de vivir un poquito mejor porque soy capaz de afrontar el entorno, de disfrutar lo que tenemos y no pensar demasiado en lo que perdemos, porque esto implica que ya nos estamos adaptando al futuro que nos viene, pues he decidido entrar en la categoría de los optimistas regularmente informados.Digo regularmente y no del todo bien informado porque tengo la sensación de estar colgado de un abismo en el que quien debiera socorrernos está ciego. Sin embargo, el trabajo del equipo que me sostiene, como en la goyesca ilustración que mi sobrina Marta me ha enviado, me da la seguridad de que no van a dejar que caiga. Aunque me desconcierta la mirada del pollino.