Alguna vez he hablado de lo que me contaban los viejos periodistas sobre las crónicas, básicamente taurinas, que antaño pagaban los apoderados y ganaderos de la fiesta nacional, con un sobre con billetes de mil pesetas al periodista de turno, que elogiaba la calidad del hastado y/o la brillantez del torero.
Algo así, debió hacer el ministro y luego presidente Balear, Jaume Matas con el periodista Antonio Alemany, ambos encausados en el caso Palma Arena. El periodista le escribía los discursos y luego elogiaba la figura del político en el diario donde colaboraba, a cambio de un sobre que salía del erario sin concurso ni taquígrafos.
La nueva fiesta nacional es hoy la de la costumbre de pagar a algunos periodistas porque asesoren a empresas privadas y de refilón coloquen una morcilla de la citada empresa en sus crónicas "sobre – cogedoras".
Las rebajas en los salarios de algunos profesionales de la comunicación, producto de la crisis que viven los medios, está compensada por este sobresueldo, que los editores conocen y sobre los que hacen la vista gorda, si a cambio los costes de la estrella periodística es compartida. Claro que esto no es un delito penado por la justicia, puesto que se circunscribe al ámbito privado y no mete mano en las arcas públicas, como el caso de Alemany.
No es un delito, pero es feo y engañoso para el lector o el espectador que, ingenuamente, sigue creyendo en la independencia de algunos articulistas. Suerte que son los menos y se empieza a conocer sus nombres y apellidos.